Regalame tu Sonrisa (libro 2)

✯ 8 ✯

 

Encerrados




 


— ¿Asi que querés saber cómo se llama el buen vecino? —Indaga mi amiga suspicaz.

—Sí, ¿vos te acordás? Porque yo no. —Digo evitando mirarla directamente.

Corto la lechuga mientras ella pasa la carne por el pan rallado.

— ¿Y por qué pensás que puedo acordarme? —Su voz se vuelve jocosa.

—No sé, capaz que prestaste atención… siendo que a pesar de estar histérica por el perro; tuviste tiempo de mirarlos bien… —Insinuo con burla.

Se ríe divertida.

—Ya te dije, ciega no me quedé —Repone pícara. Niego con la cabeza riéndome por lo bajo. —A ver si me acuerdo, sé que era un nombre medio raro… —Se pone pensativa, aunque sospecho por su expresión que sí lo sabe y se hace la interesante. —Su amiguito, al que tan bien golpeaste se llama Adán —Le doy un suave codazo ante su innecesario recordatorio. —Y éllllll…

—Nat... —Me río porque pone cara de suspenso.

— ¡Ah sí! Uziel, ese es su nombre. —Revela con gesto curioso. —Pero porqué te interesa ahora saber como se llama, amiguis. —Me empuja juguetona con su cadera.

—Porque él sí se acordaba del mío. —Respondo con simpleza.

—Ajá, y contame; cuándo dijo tu nombre exactamente —Quiere saber estrechando sus ojos.

—Hoy a la mañana, conversamos un rato mientras bajábamos. Cuando nos despedimos lo hizo…

—Pero vos no, porque no habías prestado atención a ese detallito —Completa sacudiendo la cabeza.

—Estaba ocupada escuchando tus quejas sobre el pobre perro. —Argumento en mi defensa.

—Ajá… sin embargo ahora sí que te diste cuenta de él, ¿me equivoco? —Susurra sugerente.

—Solo porque quedaría mal si la próxima vez dejo en evidencia que no me acuerdo cómo se llama él. —Explico ligera.

—Ujummmmm… con que la próxima vez, ¿eh? —Vuelve a empujarme.

—Sí. Somos vecinos, y así como me he cruzado con otras personas que viven acá, podríamos volver a coincidir. —Expongo encogiendo los hombros.

—Claro, claro. —Emite una risita tonta. Ahora la empujo yo, riendo también. Es imposible no hacerlo cuando se pone así. —Y de qué hablaron los buenos vecinitos si puedo saber. —Curiosea, en tanto pone aceite en una sartén para freír las milanesas.

—Bueno, me contó que conoce a mis tíos, y que antes que nosotras llegáramos les había dicho sobre un conocido que necesitaba alquilar.

— ¿En serio?

—Así dijo.

—Uh, qué mal entonces que nosotras hayamos terminado siendo sus nuevas vecinas ¿no? Un bajón. —Dice burlona. Sonrío por su gesto lleno de picardía. — ¿Qué más te contó? ¿de dónde conoce a tus tíos?

—Según me dijo su papá y mi tío son amigos y colegas de trabajo. —Comento distraída haciendo la ensalada.

—Mirá qué pañuelo es el mundo ¿no?  —Musita alzando sus cejas repetidas veces.

—Ja, ja, ja. Ya basta Nat, sos terrible.

— ¿Yoooo? Naaaa que ver amigaaaaa —Reímos las dos. —Bueno ya, esta bien. Entonces… ¿qué más hablaron? —Dice concentrándose en la cocina.

—Nada más. —Contesto condimentando la ensalada.

—Ujmm. ¿Y qué te pareció? Y no vayas a decirme que no notaste lo requetebueno que está; porque te doy un cucharazo en el traste. —Amenaza, y vuelvo a reír.

—Es lindo, sí. —Afirmo, recordando cuando lo miré en el ascensor y la sensación nerviosa que me quedó después de eso.

— ¿Lindo? No lo viste muy bien me parece…

—Y a mi me parece que sos vos la más interesada en cómo se ve… ¿no? —Sugiero mirándola divertida.

—Nada que ver… no es mi tipo. —Expresa con simpleza.

— ¿Ah no? Y porqué decís eso. 
 

—Bueno, la razón más importante por la que no puede interesarme es que es dueño de esa… bestia peluda. —Responde haciendo referencia al perro. —En cambio su amigo… —Alza sus cejas varias veces con gesto pícaro.

—Su amigo. JA, JA, JA, te gusta él.

—Me cae mejor. Y tiene un sentido del humor que me gusta.

La observo de reojo, sorprendida por esto último. 
 

—Él también podría tener uno… un perro quiero decir. —Espero atenta su respuesta.

—Nop. Me dijo que no tiene.

Volteo por completo hacia ella, abriendo la boca sorprendida.

— ¿Te dijo que no tiene? ¿cuándo te dijo eso? —Cuestiono intrigada. Natalie deja salir una risita jovial, mientras yo la contemplo con las manos en las caderas. — ¡Yegua! ¿Qué no me contaste? —Me pongo en plan "ofendida".

Se rie a carcajadas.

— ¡Ah querida! No sos la única que se cruza con los vecinos facheros de este edificio —Me guiña un par de veces, y yo sonrío ampliamente sacudiendo la cabeza. —Lo vi un par veces al llegar del trabajo y hablamos un ratito en cada ocasión… nada más.

—Claro, claro… nada más. —Murmuro jocosa. Ella se limita a reírse. —Así que… él también vive acá.

—Síp, en el quinto piso—Indica. — Parece buen tipo. —Comenta en tono distraído.

No digo nada ante eso. Ciertamente lo parecen, pero me abstengo de hacer algún comentario al respecto; después de todo sé de primera mano que las apariencias a veces engañan. 

 

                      … ✯… ✯… ✯… 
 

En los días que siguieron, casi cada mañana al salir para el trabajo, me encuentro a Uziel de la misma forma, incluso un par de veces también al llegar al edificio. En esas ocasiones me hizo charla sobre cualquier cosa, preguntó por mis tíos y sin darme cuenta terminábamos hablando de alguna anécdota que me contaba sobre mi tío Gregorio que hacieron sonriera divertida y conociera un poco más al hermano de mamá. 
 


La semana así volvió a pasar y en general, todo ha ido bien. Quitando el día que empecé a ir a las sesiones con la psicóloga, donde me costó sentirme cómoda; todo estuvo tranquilo y muy bien. 
 

Cuando llega el domingo, luego de desayunar Natalie y yo salimos rumbo a casa de mis tíos que nos invitaron a almorzar. Una vez que llegamos, somos recibidas por Susi, mi tía, que nos informa que seremos solo las tres para el almuerzo ya que mi tío tuvo que irse al hospital donde tiene el cargo de médico jefe de servicio. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.