Regalame tu Sonrisa (libro 2)

☆ 17 ☆

Un paso a la vez 

 

Ninguno de los dos nos dimos cuenta de cuánto tiempo pasó, al menos yo no. Una conversación fue llevando a otra. Nimiedades, anécdotas, gustos de cada uno, lo cierto es que estar con ella me gusta más de lo normal. No quisiera que termine, quisiera que sigamos, seguir escuchando su voz suave, su risa cálida y ver esa sonrisa que ya se captó toda mi atención. Pero lo bueno no dura tanto como deseamos a veces.

— ¡Ey, acá están! —Adán aparece ante nosotros cortando el momento.

Natalie al lado suyo contempla a su amiga y a mí con atención, en su expresión reflejadas sugerencias que no se acercan a la realidad.

—Los estábamos buscando. —Dice ella con una sonrisita de complicidad.

— ¿Ah sí, segura? Tuvimos que venir para acá para no interrumpirlos. —Expresa Maia burlona.

El par se mira de reojo sonriendo como adolescentes traviesos, pero no dicen nada.

— ¿Quieren un poco? Deben estar con la boca seca —. Les ofrezco divertido sus vasos.

Los dos ríen acercándose.

—Chistocito... —murmura Dan agarrando lo que le extiendo.

Maia y yo nos reímos.

— ¿Volvemos a la fiesta, o nos vamos? —Le plantea Natalie bebiendo algunos sorbos.

Mai se encoge de hombros, y me mira.

—Si quieren volvemos. —Responde, pero es a mí a quien observa.

—Todavía no tocó Airbag. Quedemonos un rato más. —Sugiere Adán fijando sus ojos en "su chica".

—Bueno, siendo así nos quedamos un rato más. —Concuerdo con él. —Como decidan.

— ¿Se van a quedar ahí o vamos? —Vuelve a la carga Natalie.

Maia y yo que todavía estábamos sentados, nos levantamos para ir con ellos. 

Los cuatro, entre miradas de bromas, nos encaminamos hacia el centro del campo dónde habíamos estado.

Varias bandas y cantantes pasan por el escenario haciendo bailar y cantar a la multitud, incluyéndonos. Cerca de las 2 de la mañana, los últimos en tocar son los que Adán había dicho. Luego de un par de canciones, decidimos que ya es hora de irnos.

Salimos del área del concierto, esquivando borrachos y grupos de chicas bastantes bebidas también, buscando la mejor ruta para ir hacia donde estacioné el auto.

—Che, chicos, no tengo idea en qué parte estamos o dónde dejaste tu coche; pero les digo que me está matando el dolor de pie. Me salió una re ampolla me parece... —Natalie se detiene cerca de unos árboles y se apoya ahí elevando el pie derecho con una mueca.

— ¿No podés caminar? Te llevo alzada si no —Le propone Adán.

—No, que con eso último que tomé me siento mareada... Y vos te ves igual. Nos vamos a dar un porrazo —Se ríe ella.

Y tiene razón.

Los dos están algo achispados, se les nota en la mirada.

—Vayan acercándose despacio, yo voy a buscar el auto y traerlo lo más cerca que pueda. —Propongo.

— ¡Genial idea! —Levanta Natalie su pulgar hacia mí.

—Dale andá, yo la llevo. —Dan se le acerca, y acomoda un mechón de su pelo, mirándola con intensidad.

—Yo voy con vos. —Se apresura a decir Maia, cosa que me sorprende.

— ¿Segura? Podés descansar tus pies también mientras.

Sacude la cabeza.

—Mejor voy con vos, se me hace que voy a estar de más. —Blanquea sus ojos de esa forma chistosa que me encanta.

Miro al par detrás suyo, ajenos a lo que hablamos.

—Tenés razón, vamos. —Digo al ver que mi amigo y la suya, están a nada de besarse de nuevo.

Le indico a Adán donde los voy a esperar y acto seguido, de forma natural, como si lo hiciera de siempre, agarro a Maia de la mano comenzando a caminar con ella.

Cruzamos el extenso camino hasta la avenida, y de ahí seguimos hasta dos cuadras más allá donde dejé el Jeep. Todo el trayecto con ella aferrada a mi mano, a pesar de que los dos nos dimos cuenta de eso, ninguno se soltó del otro. Y la sensación es tan cómoda, que ni loco la rompo.

En cuanto finalmente encontramos mi vehículo, nos separamos.

— ¡Hola buenas noches! —Un hombre de unos 45 años o más, se acerca a nosotros por el otro lado.  Lo miro con cautela, dándome cuenta que quizás es un trapito. O eso espero. — ¿Es tu auto capo?

—Sí es mi auto. —Contesto, agarrando la mano de Maia nuevamente que se estrecha contra mi costado.

—Ah bien, no te había visto estacionarlo, ¿Vienen del concierto ese? —Cabecea hacia allá.

—Sí, venimos de ahí. —Confirmo.

—Bueno, yo ando ganándome el mango viste, así que estoy cuidando los coche acá en esta cuadra.

Asiento.

—Bueno, cuánto te debo... —Cuestiono sacando con rapidez la billetera del bolsillo.

Me dice el precio y se lo pago.

—Gracias capo, que pasen buena noche tu novia y vos.

Aclararle que no somos novios, parece es algo innecesario.

—Gracias a vos. —Le digo antes que se aleje.

Se despide aproximándose a otros que llegan por su auto.

— ¿Enserio te cobró eso por "cuidar" el coche? —Indaga Maia al lado mío viéndolo cruzar la calle.

—Y sí, podría haber sido más caro, o que buscara problemas... Hay de todo.

—Uhm... mejor nos apuramos antes que se arrepienta y venga a cobrarte la demora. —Rueda los ojos con expresión sarcástica.

Me río.

—Me gusta cuando hacés ese gesto. —Confieso. Se ríe ruborizada. —Subí adelante así dejamos a don y doña besitos atrás juntos.

Su risa, fresca, hace que sonría con satisfacción.

—Ok. —La sigo hasta el lado de acompañante y abro la puerta para ella. —Gracias.

Tres minutos después, estaciono cerca de donde le dije a Adán que estaría. Miramos los dos, buscándolos.

— ¿Se habrán perdido? —Plantea Maia con humor.

—En la boca del otro —. Reímos.

Unos momentos después aparecen los dos, riéndose. Adán trae a Natalie en brazos. Bajo para abrirles la puerta de atrás.

—Estaban tardando.

—Ja, ja, ja, ja... Sí, es que pasó lo que dije —Las carcajadas de Natalie contagian.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.