Regalame tu Sonrisa (libro 2)

☆ 18 ☆

Acertada decisión

 

 

Con los nervios a full en mi sistema termino de vestirme. Todavía no me creo haber aceptado su invitación, mucho menos cenar en su casa.

Corrección.

¡Que vaya a cocinar para los dos en su casa!

En serio que estoy sorprendida de mí misma, pero es increíble; mis emociones se mezclaron, los cables se me cruzaron y actué sin pensar siquiera.

Como sea no hay vuelta atrás, ya acepté, ya pactamos juntarnos y no puedo retractarme sin ser quedar en evidencia.

Mirándome en el espejo, arreglo mi pelo todavía húmedo. Observando la ropa que elegí, no puedo más que pensar que en realidad, es lo que quería. Muy dentro de mí deseaba que me invitara a salir de nuevo.

Me gustó su compañía hoy a caminar, y ayer... Me hizo sentir cómoda todo el tiempo. Incluso cuando me abrazó en la fila mientras esperábamos pedir las bebidas. La sensación que tuve cuando sus brazos me envolvieron, cuando percibí su protección alrededor mío fue algo que lejos de incomodarme me agradó. La verdad es que me hubiera gustado quedarme ahí, cerca de él y no sentir más este miedo que me impide abrirme del todo nuevamente.

No debería ser así, sentirme bien cerca suyo. ¿Pero tampoco puede ser malo,no? Me cuestiono mirándome directamente.

—Mejor dejo de dar tantas vueltas. Si estuvo bien o mal, lo sabré después. —Digo mirándome directamente en el espejo.

Termino de arreglarme y salgo rumbo a la cocina. Ahí guardo lo que pienso podría necesitar para prepararnos la cena, pongo todo en una bolsa y después reviso la hora.

19:57pm.

Durante un fracción de segundo dudo. Pero luego sacudo la cabeza y me dirijo a la puerta, sin antes dejar la nota que escribí para Natalie avisándole.

Cruzo el umbral de la entrada comenzando a percibir mis vellos erizarse. Cierro la puerta y acto seguido camino hacia la suya.

Música de rock, suave, se filtra a través de la madera. Antes de tocar el timbre, respiro hondo varias veces, mirándome, sintiéndome insegura. Aún así llevo mis dedos a la tecla junto a la puerta, y el sonido se reproduce.

Acomodo un mechón de mi pelo suelto tras mi oreja mientras espero. Un instante después la puerta se abre, y Uziel, luciendo injustamente más atractivo que de costumbre, se queda parado frente a mí exponiendo su sonrisa perfecta.

—Bienvenida. —Musita, recorriéndome completa.

Respirá Maia, RES-PI-RÁ.

—Gracias. —Consigo balbucear.

Por un breve momento solo nos miramos. Sus ojos pardos se ven brillantes y risueños.

— ¿Querés entrar? —Me invita, con cierta diversión en su gesto.

El calor sube y se planta en mi cara.

—Sí, permiso. —Doy un paso vacilante hacia él, en cuanto mis sentido del olfato percibe su perfume, cada rincón de mi corazón se paraliza... Y ¡Boom! Vuelve a bombear con rapidez.

Por favor, basta...

Me concentro en la música que suena para no centrarme en esto que siento cuando lo tengo cerca.

Algo grande choca contra mis piernas distrayéndome, y en segundos una bola de pelos blanco y gris, se sube posando sus patas delanteras en mi estómago y parte de mi pecho.

—Ey, grandulón. —Saludo a Coco tratando que no me desequilibre.

—Coco, basta, bajate. —La voz tranquila pero severa de Uziel, hacen al perro retroceder. —Dejá de hacer eso, no molestes a nuestra invitada. —Le ordena acercándose a él y acariciando su pelo blanco.

—No me molesta. Creo que le caigo muy bien. —Opino sonriente.

—Que no te quepa duda que le caes bien. Pero es mejor no darle ciertas confianzas, es un abusador. —Advierte jovial.

Río sacudiendo la cabeza.

—Bueno... querés sentarte o pasar a la cocina... —señala dubitativo. Después hace un gesto de desagrado. —Qué mal suena eso.

— ¿El qué? —Pregunto sin entender.

—El si querés pasar a la cocina... —Muestra sus dientes en una expresión graciosa.

—Ja, ja, ja. Yo me ofrecí a cocinar para los dos, ¿Te olvidaste?

—Sí, sí... Pero tampoco así. —Se ríe por lo bajo, rascándose la nuca.

—Ja, ja, ja, ja. No seas tonto. —Expreso sin más. Su mirada se clava en la mía con una intensidad que me marea. —Uuuhmm, mejor vamos a la cocina así vemos qué tenés y lo que yo traje. Para ver qué invento. —Propongo rompiendo contacto visual, o me quedo frita acá mismo como siga bajo esos ojos.

—Dale, y te ayudo en lo que necesites. —Se ofrece dispuesto.

—Ok, dale. —Acepto sintiendo el agujero de nervios crecer en mi el centro de mi estómago.

Camina y lo sigo hasta el cuarto de cocina. Una vez ahí abre la heladera y me muestra lo que hay. Tiene de todo la verdad, carne, verduras, condimentos, etcétera. Yo saco lo que traje y rápidamente le indico lo que vamos a hacer. Enseguida comenzamos a preparar, y entre charla y con música de fondo pasamos el rato.

Frecuentes risas se me escapan ante sus ocurrencias, risas que no he tenido en los últimos meses, en realidad, en los últimos años desde que dejé a Hernán. No quiero que esa etapa se entrometa en mi presente, pero se ha convertido en algo inevitable para mí después de mi relación con él.

Así éramos él y yo, de risas fáciles, de diversión, de conexión... En qué momento todo eso se perdió para transformarse en esa oscura toxicidad... No tengo idea. Sin embargo lo que dejó su actitud, es que tenga que reconstruir de cero mi autoestima. Reconstruir la confianza en mí y en lo demás, para quizás poder sanar lo que él lastimó en mí.

Veo a Uziel comportarse de una forma tan amable, confortable y agradable conmigo, que siento querer dejar llegue más lejos. No obstante la barrera se alza por momentos impidiendo sea yo misma. El miedo. Siempre el miedo...

— ¿Así cortado está bien? —Me enseña la cebolla cortada en Juliana como le indiqué.

Algunas están más finas que otras, pero no se lo digo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.