Regalame tu Sonrisa (libro 2)

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Dudas estúpidas 

 

 

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Todavía tiemblo. 
De rabia, de miedo, pero más de rabia. 
La escena se reproduce en mi cabeza una y otra vez y tengo que contenerme de no decir una palabrota y salir a buscar a esos hijos de puta aunque no tenga idea de quiénes eran. No alcancé a ver la matrícula de la moto, solo vagamente de que marca y modelo era. Sus caras tampoco las ví, y ellas no lo recuerdan, no pudieron verlos bien debido al miedo del momento.

Envuelvo el hielo en el trapo y regreso al living intentando aparentar tranquilidad aunque no lo sienta. Saber que estuvo sometida a esa situación de mierda y que seguramente revivió cosas que pasó antes, me revuelve por dentro.

Quiero golpear algo, a alguien, quiero envolverla en mis brazos y quitarle ese terror que todavía tiene en sus ojos.

—Mai... —hablo suavemente cuando me acerco a ella. Retira su mirada de un punto fijo en el piso y me mira, todavía perdida. —Ponete esto en la mano va bajar la hinchazón. —Le tiendo el hielo envuelto.

Baja sus ojos a su mano y se queda mirándola como si todavía no creyera que es suya. 
Extiende su otra mano hacia mí agarrando lo que le ofrezco.

—Gracias. —Susurra.

Nos quedamos en silencio un momento, en tanto oímos los pasos de Natalie que viene desde su habitación.

— ¿Te duele mucho? —Se interesa ella sentándose al lado de Maia. —Creo que deberíamos ir al hospital a que te revisen —Opina mirándole la mano cubierta por el trapo.

—Duele pero no tanto, no creo haberme roto nada sino estaría desmayada ahora—Responde con sorprendente serenidad. —Estoy bien, en serio. —Le dirige una mueca que pretendía ser sonrisa.

—Yo todavía pienso que debimos llamar al 911 y denunciar esto. —Digo sacudiendo la cabeza.

Maia alza la vista hacia mí.

—Ninguna pudo identificar nada, sería una perdida de tiempo. No se preocupan por un simple intento de robo, no a menos que nos hayan lastimado lo suficiente para que les importe... Lo sé muy bien. —Su explicación me deja quieto, tenso. Sus palabras no son solo ásperas, sino también resignadas.

Y eso es peor que todo lo demás. Entender que ya sufrió esto antes, que la ignoraron, que subestimaron la locura de ese tipo que atentó contra su vida muchas veces, me enferma y me llena de más rabia. 
Nos miramos y sé que nota que lo que dijo me produce malestar y enojo, por su expresión de arrepentimiento, por lo que baja la cabeza de nuevo.

— ¿Cómo hiciste eso? —La pregunta de Natalie hace que los dos la miremos. Maia la observa sin entender. —El golpe. Fue impresionante, ¿Cómo lo hiciste? Fue como si lo hubieras hecho desde siempre.

Pongo mi atención en ella también, curioso. A pesar de no ver lo anterior, llegué a ver cuando le propinaba el golpe y adoptaba una posición defensiva, como si estuviera preparada para darle pelea.

—Ni siquiera sé cómo logré hacerlo... instinto supongo. Te pateó y te apuntó con un cuchillo.

— ¡Ay Mai! —Nat se abalanza y la abraza, en su cara la ternura y emoción mezcladas. —Sos mi mujer maravilla ahora. —Maia sonríe con calidez genuina por primera vez desde que pasó todo hace veinte minutos.

—También intentaste defenderme —Musita mi novia.

Mi novia.

—Obvio no iba dejar que te lastimara —confirma su amiga en tono lógico. —Tenés que enseñarme cómo dar un golpe así. ¿De dónde te salió? —Se aparta para mirarla.

En las mejillas de Maia aparece un atisbo de rubor y se muerde el labio, como si hubiera sido atrapada en algo.

—Lo aprendí —contesta avergonzada. Natalie inclina la cabeza con interés, y yo espero que diga cómo aprendió. —Yo... estoy yendo a clases de defensa personal. —Alza su hombro izquierdo con timidez, y después me mira a mí directamente.

La contemplo fijamente arqueando una ceja asombrado. Un cálido orgullo se expande en mi pecho.

— ¿En serio? —Decimos con Natalie al mismo tiempo.

Maia nos mira a ambos alternativamente, y afirma con la cabeza.

Guauuu... —Murmura su amiga parpadeando sorprendida. Luego entrecierra los ojos. —No me habías dicho eso. ¿Desde cuándo? —Su voz tiene un matiz de reproche, aunque en su expresión hay orgullo.

—No te lo dije porque... —Maia se calla un instante como buscando las palabras. —No sé, quise hacerlo así. Creo que quería ver si era capaz de hacerlo, no sé. Empecé cuando te conté que iba al gimnasio. En realidad me anoté en eso. —Se encoge de hombros.

—Bueno... entiendo. —Natalie la abraza otra vez. —Me gusta saber que seguiste y aprendiste bien. Es genial que lo hagas. Me enorgullece.

Mi novia se vuelve a sonrojar. 
Su expresión modesta hace que me enorgullezca más y quiera besarla.

El timbre interrumpe el momento, y Natalie se aleja de ella.

—Debe ser Dan. Le avisé hace un rato. —Advierto.

Nat se levanta y me observa. No puedo deducir lo que veo en su cara. ¿Reproche? ¿Alivio? Las dos cosas tal vez.

Se va hacia la puerta para abrirle. 
Unos segundos después Adán aparece aferrando la mano de su novia.

— ¿Están bien? ¿Estás bien? —Voltea y la repasa con la mirada buscando cualquier daño.

—Estamos bien —contesta Nat, mirándolo con el ceño fruncido.

— ¿Segura?

—Sí.

Él gira hacia mí y después hacia Maia y ve su mano que sostiene el hielo cubierto.

— ¿Te lastimaron? —Le pregunta.

—No, ella lo hizo en realidad cuando golpeó al que nos atacó. Por eso el hielo —Le explica Natalie. —Me defendió. Me salvó. —Concluye mirando a su amiga con cariño.

Adán suelta un suspiro, abraza a Natalie y se vuelve hacia Maia cuando su novia le cuenta brevemente lo sucedido.

—Gracias Mai. ¿Seguro que estás bien? ¿No preferís ir al hospital? —Se preocupa.

Me mira a mi ahora, y yo niego con la cabeza.




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