Regalame tu Sonrisa (libro 2)

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La incertidumbre 

 

 


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Cansada después de un largo día, llego a casa. Es martes, pero lo siento como si fuera viernes. No he parado de ir de un lado a otro desde ayer, debido a un nuevo trabajo en un country en la zona de Tigre para un reconocido futbolista. Es genial, no me quejo, porque este tipo de remodelación me abre más puertas, sin embargo la exigencia de la mujer del jugador es agotador.

Subo al ascensor soltando un suspiro, apoyo la espalda en la pared metálica y espero a que las puertas se cierren. Al minuto siguiente estas vuelven a abrirse en mi piso. Salgo al pasillo sacando las llaves de mi cartera, pero me detengo un momento al ver a una chica de espaldas a mí, mirando hacia la puerta de Uziel.

Avanzo despacio, y ella voltea a oír mis pasos. Es alta, unos centímetros más que yo. Su pelo rubio, lacio, se mueve como una cortina a su alrededor cuando gira. Sus ojos son verdes claro, y su físico tan impresionante que hace me sienta un poco incómoda. Es muy hermosa.

Me observa con atención, y tengo que desviar la mirada ante su escrutinio. Detengo mi andar frente a mi puerta, le doy la espalda pero sé que sigue mirándome porque la siento clavada en mis omóplatos. Meto la llave y la giro, la puerta se abre, pero antes de que pueda dar un paso hacia adentro, su voz me detiene.

—Disculpame, ¿sos Maia?

Extrañada la miro sobre mi hombro.

— ¿Sí? —Arqueo mis cejas.

—Eh..., no nos conocemos. Yo soy Georgina —Se presenta, dibujando una sonrisa tensa.

Giro por completo hacia ella, sosteniendo el picaporte de la puerta y cerrándolo un poco. 
La inquietud me recorre con rapidez, sin embargo le dedico una pequeña sonrisa también.

—Ah, mmm... Sí, sos prima de Adán. —Dudo qué más decir. Saberla acá, frente a la puerta de Uziel y que sepa de mí me desconcierta.

Ella asiente, y su mirada verde me inspecciona de arriba a abajo, lo que genera me inquiete.

—Así es... —Confirma. —Yo estaba esperando encontrarlos a algunos de ustedes. —Dice señalando la puerta de él y la mía. —Toqué, pero parece que Uziel no está, solo escuché unos ladridos pero nada más. —Explica, y como si Coco la hubiera escuchado se pone a ladrar. —No llamé a tu puerta porque... no sabía si estaría bien... —Vacila, y noto su cuerpo rígido.

—Ah... —Digo confundida. Al parecer las palabras me fallan, porque es todo lo que se me ocurre decir.

Georgina se da cuenta de mi confusión, por lo que explica con rapidez.

—Hay un problema con el calefón en el departamento de Adán, lo llamé y le mandé mensajes pero no me respondió. Busqué al encargado para pedirle ayuda, pero no lo encuentro y pensé... que ustedes podían darme una mano.

Me quedo mirándola un instante, y después asiento.

— ¿Qué problema tiene? —Pregunto.

—Ni idea, me di cuenta cuando entré a bañarme y no salía agua caliente. Lo miré y está apagado y no enciende. —Alza sus hombros. —No quise tocar más por las dudas, no entiendo esas cosas. —Hace una mueca.

—Humm, bueno tampoco entiendo esas cosas... —hago también una mueca. —Pero te ayudo, voy a dejar mis cosas y buscamos al encargado si querés. —Propongo un tanto insegura.

—Sí. Si podés... —Repone incómoda.

—No hay problema, dame un minuto. —Vuelvo a abrir la puerta y le pido que me espere.

Ingreso cerrando detrás de mí y avanzo hacia el sofá. Dejo mis cosas, me quito la chaqueta, dejándola ahí y miro hacia la puerta, dudando. 
No puedo evitar hacerlo, ¿será cierto?

Sacudo la cabeza. ¿Qué razón tendría para venir e inventar eso?

Tal vez venía por él, y como no está y llegué yo, tuvo que disimular.

Vuelvo a sacudir la cabeza. No tengo porqué pensar así, solo por lo que sé que padece y las cosas que hizo. No puedo negarle ayuda ¿no?

Suspiro, y vuelvo a salir.

— ¿Vamos? —Digo cuando estoy frente a ella.

—Perdón que te joda, pero no sabía qué otra cosa hacer. No tengo idea a qué hora vaya a venir Adán.

—Tranqui no pasa nada. Vamos a subir al último piso, ahí vive el encargado.

—Sí, subí antes pero no estaba.

—Hum... Vayamos a ver si volvió, si no, ya veremos. —Propongo igual.

Entramos al ascensor y subimos. Tocamos un par de veces, pero no está, como había dicho ella. Regresamos al ascensor y bajamos al piso de ellos. Abre la puerta del departamento de Adán, al que es la primera vez que vengo. Nos dirigimos a la cocina donde está el termotanque, y miramos.

— ¿Revisaste el gas? —Le pregunto.

—Sí, la cocina enciende de lo más bien, igual que la estufa, pero esto... —Señala el aparato y niega con la cabeza.

—Qué raro... Yo de estas cosas no sé nada.

—Yo menos. —Me sonríe, y también lo hago. —Voy a llamar a Adán a ver si me atiende ahora —indica mostrándome su celular.

Asiento y la sigo al living. Me quedo parada mirando al rededor mientras ella hace lo que dijo.

—Nada, no me atiende. Supongo que debe estar manejando o trabajando todavía aunque lo dudo. —Expone guardando su teléfono en su bolsillo trasero del jean. —No me queda otra que esperar, así que... Gracias igualmente.

—De nada. —Camino hacia la puerta para irme pero me detengo frente a esta y la miro. — ¿Querés usar nuestra ducha?

Se queda mirándome, sorprendida.

—No, no. Te agradezco, pero no quiero molestarte más.

—No es molestia. Además si tiene un desperfecto, seguramente deban llamar a un gasista o algo, y podría tardar mucho. No sería agradable bañarte con agua fría.

—No... pero no sé... no creo que...

—Te espero, buscá tus cosas. —Determino antes de que me plantee si es una buena idea.

— ¿Segura? Podría molestarle a tu amiga.

—Nat haría lo mismo, así que vamos.

Lo piensa unos segundos, evaluándome.




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