Mew lo sabía. No debía mirarlo. Gulf era algo prohibido. Un muy persuasivo muro se lo advertía; y los distintos tonos de sus pieles; y hasta los distintos dioses que atendían a sus plegarias.
Cabizbajo Mew, caminaba hacia el final del muro, con la lista de "no debía" resonando en su mente. Levantó la vista y allí lo vio.Gulf estaba esperándolo como cada atardecer: la primera caricia, el primer beso, la primera promesa de amor eterno. Y los "no debía" se diluyeron, en la mente de Mew, como cada atardecer, con los latidos emocionados de su corazón... Gulf le acababa de sonreír...