Relato largo, asi que leelo con calma.
- 1 -
Nunca pensé que lo que parecía un día ideal, de ensueño, sería la peor de las pesadillas... y eso fue solo el comienzo.
5:40 am del gran día.
Me levanté con una emoción tan grande en mi pecho, tan grande, que solo pensaba en todas las cosas divertidas que haríamos en alta mar. Para muchos un viaje en yate, no es muy emocionante, pero para mí... Tenía su cosita en especial: salir de estas cuatro paredes.
No soy tan vieja como para estar encerrada día y noche, sin embargo, desde aquel día, nada fue igual. Solo las pesadillas y tormentos se convirtieron en mi pan de cada día.
Días sin dormir, horas en vela y cuando, por lo menos, encontraba algo de paz, lograba ver en medio de la oscuridad de la noche, una silueta retorcida. Era como un hombre en estado de desnutrición muy avanzado, donde los huesos se le marcaban y lo único que hacía era verme fijamente, no tenia ojos solo unos profundos hoyos negros y profundos. Todo esto hasta que los rayos del sol se colaban por mi ventana.
Capaz piensas que estoy loca o algo peor, pero... ¿Con quién más me desahogo sino escribiendo esto?
Una madrugada me desperté de golpe cuando escuché aquella palabra que me hiela la sangre: Co-mi-d-da... Me llene de tal miedo, que no pude dormí después. Pero aquí estamos ¿No? A punto de ir a un viaje de ensueño, a una de las playas más hermosas de toda Italia.
Me preparé con todo lo necesario: traje de baño, protector solar, lentes de sol, pastillas para el dolor de cabeza o mareos, una muda de ropa más unas sandalias de playa, todo metido en un gran bolso para la ocasión.
Ya lista, me vinieron a buscar.
- ¡Carla! -grito Saúl mientras se estacionaba al frente de la entrada del edificio.
- Siempre puntual, como siempre -solté mientras me adentraba en aquella Toyota Hilux negra, que era mucho más alta de lo que se espera.
- ¿Preparada?
- Siempre -dije con entusiasmo- Vámonos, ya sabes que a Carlos no le gusta esperar de más.
- Si señora.
- 2 -
La verdad, mi emoción se disparó como un cometa al ver aquella estructura marítima, tan moderna y elegante a la vez. Un yate en todas sus letras: alto, blanco con lineas en negro. Al solo verlo te daba la impresión de ser imponente, pero por dentro, eso era otra cosa. Definitivamente Carlos tenía unos gustos que no escatiman en nada.
Puro lujo y lo demás es avaricia.
Éramos 5 amigos: Eliana (la novia egocéntrica y rica de Carlos), el mismo Carlos (con la apariencia de todo un jamón), Jessabel (una de las mejores amigas de Saúl), Saúl claramente y yo, la que cuadro todo con sumo detalle.
- ¡Allí están los chicuelos! ¿Preparados para un día de locura? -la voz de Carlos fue chillante. Normal en él.
- ¡Estamos listos! -se apuró en responder Saúl y se subió al bote.
Yo le seguí. Mientras brinque para montarme, logre ver el agua turbia de la cuneta. Me sentí rara de repente y al final se me quito, ni modo. Con solo pensar en caerme ahí, me dio un escalofrío horrible. El escandalo que armaria no seria normal.
- ¿Todo bien? -me preguntó Saul al ver mi cara de espanto.
- Si, tranqui.
El día transcurrió increíble. La imponente nave daba mucho de que hablar, la adrenalina era notoria y el clima era perfecto. Logramos llegar, después de 2 horas, a nuestro destino: "La isla de Mariam". No tengo idea si está en Google o no, pero sí sé que es una isla que fue descubierta recientemente y es un boom en todo: belleza, aguas más que cristalinas, una temperatura ideal, arena de ensueño, en fin, todo un paraíso.
Pero hasta lo más hermoso tiene un destello tan oscuro que corrompe todo a su alrededor. Un parásito que destruye poco a poco todo a su paso y eso fue lo que pasó, cuando de un momento a otro, nos quedamos varados un poco lejos de la blanquecina orilla. Sin sentido alguno, todo dejo de ser normal. Sin motores, sin electricidad, sin la capacidad de levantar las anclas y lo que se planteaba como un viaje de ensueño, se convirtió en una película de terror.
- 3 -
El sol se ocultaba detrás de las tranquilas aguas del infinito mar. Mi mirada fija en lo que poco a poco me daba paz. El calor que los rayos de sol me daban, seso junto a mis esperanzas.
Sentada en la proa, el viento rugió con fuerza y me golpeo con brusquedad. La sorpresa fue alta porque de un momento a otro, el entorno se tornó frío y sin alma. El sol ya daba su último resplandor hasta desaparecer por completo.
El miedo me erizo la piel y me sentí observada, como si unos ojos se me estuvieran clavando en la nuca. Me volteé, pero no había nadie, sin embargo, aquella sensación no desapareció, es más, se intensificó.
Y ahí fue cuando lo vi, escondido detrás de la ventana grande que tiene el barco para el capitán. Una figura negra, tan flaca y sin alma, pero lo que más me lleno de miedo, fueron esos ojos, que a decir verdad, eran como entre rojos y negro. Parecía que no tenía ojos en sí, sino que en donde deberían estar los ojos: sus cuencas, tenían esa peculiar sensación rojiza.
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Editado: 14.05.2025