Relatos en Medio de la Oscuridad

3- 31 de octubre

-1-

De seguro, la verdad que revelarán estas palabras no sean de tu agrado, pero estás advertido.

Pensaba que todo esto del Halloween y todo ese rollo, era un juego. Pero nada más bastó salir aquella noche para darme cuenta la terrible verdad oculta tras el 31 de octubre.

Todo era como de película: decoraciones de telarañas, muñecos mecánicos, calabazas, dulces, sustos y... muchos disfraces.

Según algunos, la idea de utilizar trajes que ocultaran tu identidad, era para ocultarnos de los espíritus que salen en estas fechas. Yo creo que es solo un cuento para asustar a los niños y no te miento, es muy gracioso. Verles las caras con los ojos, a punto de salirse de sus cuencas, asustados. Muertos del miedo.

Claro que yo no me disfrace.

Pero hubo un niño, que era diferente a los demás. No reía ni se asustaba, nada de nada. Solo estaba ahí, disfrazado de muerto y con la mirada fija en el más allá.

No me di cuenta de que en realidad estaba muerto cuando un niño lo traspasó como si de nada se tratase. Y no te mentiré, me acojoné tanto que la curiosidad me invadió. No preguntes por qué reaccione así, porque no sabría qué decirte, pero bueno.

La noche era fría, nublada y la lluvia se olía a lo lejos. Ya sabes, ese olor a tierra mojada que embelesa a cualquiera. Estaba en la acera de una de las casas del barrio cuando el niño puso su mirada en mí.

Y yo le saludé.

El niño medio ladeó la cabeza y me devolvió el saludo. Luego, giro su cabeza y comenzó a caminar.

Me dirás tonta, pero no me importa. Total, yo me lo busqué.

Así que le seguí.

Camine hasta ponerme de su lado y cuando se dio cuenta, simplemente se quedó callado. Con la mirada siempre al frente.

- ¿Realmente eres real? -pregunté de forma vacilante.

No dijo nada al instante. Hasta que, luego de unos cinco minutos, respondió:

- Alguna vez lo fui...

No pude evitar disimular una sonrisa. De cierto modo estaba cumpliendo mi sueño: ver realmente la realidad después de la muerte.

- ¿A dónde vamos? -quise saber.

Nuevamente, se quedó callado. Luego se paró de golpe y levantó una de sus manos para señalar una casa.

La típica casa embrujada, claro. Nada nuevo, la verdad.

- Pensé que sería diferente... -dije en voz alta.

Caminamos hasta llegar a la puerta casi desecha por el tiempo. El camino para llegar era de lo más tétrico. Había árboles muertos y capaz, restos de gatos o perros, qué sé yo.

Quise tocar la puerta, pero el niño me lo impidió. No me toco ni nada, solo le bastó mirarme para que me quedara muy quieta y tranquila.

- Desde aquí, no habrá vuelta atrás... esa es mi advertencia.

- Vamos a ello...

Y abrí la puerta sin más.

-2-

Mis ojos vieron de todo menos el interior de una casa maltrecha.

Lo primero, fue que era de día o eso pensé.

Lo segundo, fue que no estaba en mi barrio.

Y lo tercero... Pude ver como el mundo ardía en llamas.

Llamas tan abrazadoras que la gente gritaba históricamente por huir de ellas. Pero no podían. Nadie podía.

Mis ojos pudieron ver como seres de otro mundo, arrasaban a las personas, a los niños. Desgarrándolos hasta hacerlos montañas de carne, vísceras y tripas.

Era algo horrendo, algo que rompía con lo natural... algo que...

- ¿Qué estoy viendo? -solté horrorizada.

- Lo que querías ver... ¿No?

No pude reconocer la voz que escuché o incluso ver de quién provenía. Mis ojos estaban tan abiertos viendo la masacre delante de mí, que no podía ni parpadear.

- Es peor que una simple historia aburrida que dan en las películas... pero en diferencia de ellas, esto realmente pasa... pero como la gente no lo ve... siguen y siguen, creyendo que esto es un simple juego.

La voz seguía hablando, casi riéndose de la estupidez humana.

- Juegan con fuego pensado que son dioses... Pero, salen más quemados que ni lo sienten. Es más, lo único que sienten es placer mientras sus almas se queman hasta quedar nada de ellos.

Mis ojos se inundaron de lágrimas. Lágrimas, que ardían como aceite hirviendo.

- Querías saber la realidad de lo que ocultan estas fechas... y de verdad que lo conseguiste. Te felicito.

- Me quiero ir, ya no quiero seguir mirando.

Intenté cerrar los ojos, pero no pude. Comencé a gemir de dolor. Sentía como los ojos se me quemaban hasta derretirse en mis cuencas.

- Seguirás viéndolo hasta que termines aquí, conmigo.

- ¡No! ¡No por favor! ¡YA BASTA!

Y comencé a gritar. Despavorida por el dolor. Casi que sentía la vida salir por mi garganta hasta que el silencio lo cambió todo.

-3-

Me levanté del suelo con gritos desesperados. Sentía como mis ojos ardían de forma horrible, que el dolor solo me hacía gritar cada vez más. No podía ver nada, solo aquella misma imagen que había visto hace unos instantes. La gente quemándose viva, los niños siendo destrozados... ¡Tanta agonía!

Eso pasó hace un año ya, y desde entonces nunca volví a ver. Intento ser de aquellos que advierten el significado de estas fechas, pero nadie ya hace caso. Si tan solo vieran lo que vi.

Solo soy una que cuida la verdad acerca del Halloween, y aunque no me creas. Detrás de tantas risas y sustos, hay un truco de por medio.

Felices fiestas... Yo, por mi parte, seguiré diciendo la verdad que mis ojos aún siguen viendo.

●●●

NOTA DEL AUTOR:

Soy de aquellos curiosos que le gusta ver más allá de la cuenta. Me gustan estas fechas, pero hay más allá que una simple fiesta para disfrazarnos y ver quién es más creativo. Me gustan los sustos y lo que nos mantiene al borde de la locura.

Pero al final, todo tiene un truco.

Nos vemos en el siguiente relato que tiene por nombre: El aro de fuego.

ATT. José S Correia.




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