Relatos en Medio de la Oscuridad

4- El aro de fuego

-1-

Seguro que cuando leas esto, no me creas o te parecerá algo imposible, pero así paso. No soy un experto en la naturaleza o algo. Sin embargo, en contra de toda ley natural o cientifica, el sol de un momento a otro, se oscureció. Era como si de un eclipse se tratase.

Uno que comenzo y nunca termino.

Lo peor de todo era que, a pesar del notorio terror que trasmitia la sociedad al no tener sol, este aún seguía radiando luz. Una luz tan rara y antinatural, que simplemente los volvió locos a todos, excepto a mí.

Que casualidad ¿Verdad?

Para que puedas tener una mejor idea, el sol que ahora veo con mis ojos es un punto negro rodeado de un anillo de color rojo enfermizo. Lo llamo: el "Aro de fuego" y creo que no es tan original porque asi lo llamaban a este fenomeno antes de todo, pero bueno.

El "Aro de fuego" era tal cual como un elipse solar pero con esteroides.

Raro, lo se.

Este "fenómeno" originó el fin del mundo como lo conocía y ese, solo fue el principio de males. La gente comenzó a matarse entre sí como si estuvieran poseídos de algo que los obligaba a derramar sangre a diestras y siniestra. Los animales, gracias a Dios, estuvieron ajenos al desastre. Lo cual favoreció de cierta forma mi supervivencia, pero aun así, sin una luz solar, estaban como si nada e inclusive. La flora seguía su curso natural, como si el sol estuviera resplandeciente como nunca antes.

Lo sé, no tiene sentido ni logica. Supongo que es porque la luz roja que trasmite el "anti-sol" tenía lo necesario para lograr que la fotosíntesis funcionará en las plantas, y en los animales, bueno, es por la presencia de ciertos químicos... ¡Qué se yo!, no tengo ni la remota idea.

Es loco pensar y escribir todo esto, pero ¿cómo puedo mantenerme lucido sino volcó todo esto en hojas de papel?

Por otro lado, la electricidad seso y para sobrevivir tuve que escabullirme entre los gritos desgarradores de aquellos que morían en manos de sus seres queridos. Cosa que, raramente, en mi caso no fue así. A parte de que no tenia a nadie quien pudiera llamar "familia". Pareciera que fuera un ser invisible. Cosa que me favoreció increíblemente, pero no para aquellos que terminaban como muertos vivientes.

Al final, todos morían tarde o temprano.

Mas tarde, logre instalarme en una casa cerca del mar. Una casota de dos pisos y con todo incluido. También logré tener electricidad mediante un generador que funciona con las corrientes del agua. Cosa que si había en el mar, o mejor dicho, en un arrolló que sucumbia en él.

La comida duró lo suficiente como para hacerme una idea de mi nueva vida. Luego tuve que comenzar a casar y a cultivar lo que podía. Aún así, era enfermizo estar afuera, donde el rojo impregnaba los demás colores de la tierra. Era horrible o bueno, aun sigue siendo horrible.

La radio dejó de funcionar casi a las semana que comenzó el incidente, todo el mundo se paro al mes, y ya para el año, el caos había destruido la población del planeta o eso creí hasta ahora.

-2-

Era de noche, como cualquier otra. Como la luna no brilla por sí sola, tomo el color rojizo del sol. Así que las noches, no eran tan normales como me gustaría. Todo, absolutamente todo, estaba impregnado de aquel color rojizo. Uno que ya para mis ojos era una terrible tortura, ya que no podía recordar, ni si quiera, los colores de los paisajes o del mar inclusive.

Todo era un infierno, sin fuego. Los gritos ya dejaron de escucharse desde ya hace un par de meses. Aveces me despertaba en la madrugada pegando gritos de terror a causa de pesadillas tan horribles, como si su único propósito eran quitarme las ganas de seguir viviendo. Por poco lo lograron, hasta que llegó ella.

Me encontraba sentado en el sofá, intentado respirar profundo y mantener la calma. Mis manos temblaban y no por frío precisamente. Era de miedo. Había tenido una pesadilla tan atroz que literalmente sentía que el aire que respiraba era como un gas que quemaba mi garganta.

- El único en la tierra... -comenté a la nada o a mí, en su defecto.

La noche estaba tan callada que solo podía escuchar como mi respiración se aceleraba cada vez más. Sentía como el miedo recorrió mis venas hasta el punto de volverme loco.

Entonces mire el cuchillo que había en la cocina, el mismo que veía cada mañana, tarde y noche. El mismo que me susurraba aquellas palabras que tanto me atormentaban: "Quítate la vida".

- Aún hay esperanza... -le dije al cuchillo con lágrimas en los ojos.

Sentí como comenzó a reírse de mí.

Cerré los ojos y respire nuevamente... Comencé a contar.

1... 2... 3... 4... 5...

Y al abrirlos, la decisión estaba más que tomada. Me levanté del sofá y cuando estaba a punto de tomar el cuchillo, tocaron la puerta.

-3-

Me quedé quieto, tan quieto que sentía como mis músculos se estaban entumeciendo. Mis ojos puestos sobre la puerta y las lágrimas saliendo sin pena.

Pensé que había escuchado mal, pero nuevamente tocaron la puerta.

"Esto no puede ser..."

- Real... -terminé mi pensamiento en voz alta.

Toc, toc, toc.

Se escuchó en la sala nuevamente. Trage saliva mientras obligaba a mis pies caminar hacia la puerta. Estire mi mano al pomo.

Mis ojos estaban bien abiertos, mi corazón parecía una máquina a toda marcha, mi respiración tan agitada que sentía que me desmayaria en cualquier momento.

Y nuevamente.

Toc... Toc... Toc...

Tome el pomo. Una lágrima recorrió mi megilla otra vez, más cálida que las demás. Llena del más puro terror... y al abrir la puerta no puede pensar en nada más.

Realmente no sabía que esperar, pero ahí estaba ella. Al principio fue como si de un sueño se tratase, uno de pocos, que me llenaban de esperanza. Pero al verla ahí parada, con la vista puesta en el suelo, cabello negro que le llegaba hasta los hombros y un vestido blanco que parecía más bien, un trapo que otra cosa. Pero ahí estaba. Una persona.




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