Relatos para caminar a tu lado.

8.- Presentimientos de un niño.

El niño llegó corriendo, con los ojos brillantes de quien sabe que va a hacer algo importante. Su instinto lo impulsaba o un raro presentimiento.
Abrió la alcancía con cuidado, como quien abre una carta o un libro donde ha guardo un billete entre sus páginas.
La vació por completo. No dejó ni un centavo.
Su madre y sus hermanos lo observaron sorprendidos.
—Él no es así —dijo la madre—. ¿Qué querrá comprar?
Pero el niño no iba a comprar nada.
Solo a dar.
Sin preguntar, sin dudar.
En la calle estaban los voluntarios de una fundación, recogiendo juguetes y dinero para los niños pobres.
Navidad se acercaba, y con ella, los anhelos de los niños de tener un juguete.
La madre intentó hacerlo reconsiderar. Porque hay madres que siempre temen que sus hijos den demasiado de sí mismos.
Tal vez pensaba: “Es solo un niño. No entiende el valor del dinero”.
Pero él ya lo entendía.
Lo entendía de otra manera.
La manera en que dan los que no piensan en recibir.
Cuando terminó, su alcancía estaba vacía.
Y también la llenó de vacío al regalarla junto con todos sus juguetes.
Como si supiera que ya no los necesitaría más.
No volvería a jugar.
Ni con ellos, ni con nada.
A los días de eso, el niño murió en un accidente.
Dejó tras de sí, entre otras cosas, ese gesto.
Hay almas que pasan así:
como una gota de agua limpia en medio de un mundo sucio.
Después de leer la noticia, me quedé pensando que hay muertes que son cumplimiento como un escrito que viene a morir a la mente, así como vino ese niño para recordarnos cómo hay presentimientos que debemos seguir en contra de los demás.
Alguien puede decir que esto es injusto, pero si el niño no hubiera muerto no se hubiera escrito esto.




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