Lychee llevó la botella de jugo a su boca y dio un sorbo. La tapa se le cayó de las manos y rodó por el asfalto. El chico se estiró para recogerla cuando, de repente, una figura familiar llamó su atención. A unos diez metros de él estaba Jamie. La chica entraba al supermercado abierto las 24 horas del cual Lychee había salido apenas diez minutos antes.
El mercenario recogió la tapa y la tiró a la basura. Luego se dispuso a esperar, bebiendo jugo y esperando que la chica no lo hubiera notado.
Alrededor estaba relativamente oscuro. Las farolas no iluminaban suficientemente el espacio. Lychee se apoyó contra la pared y se puso la capucha. Si Jamie iba en su dirección, perfecto, sería fácil atraparla. Si no, el mercenario simplemente la seguiría con cuidado, sin llamar la atención.
La chica apareció diez minutos después. Salió de la tienda y se dirigió hacia Lychee. El chico se preparó, dibujando una sonrisa triunfante en su rostro. Jamie avanzó unos cinco metros cuando, de repente, se detuvo.
—¿Y qué estás haciendo ahí? —preguntó ella—. ¿Acaso robas a turistas en las calurosas noches de verano, eh, Lychee?
El chico apretó los dientes y frunció el ceño. Se separó de la pared y se plantó frente a Jamie, quitándose la capucha con un brusco movimiento de cabeza.
—La emotividad te queda mejor, ¿te lo han dicho? —dijo la chica—. ¿Querías algo?
Lychee arqueó una ceja, añadiendo un toque de escepticismo a su expresión. Miró hacia algún punto detrás de Jamie y luego volteó hacia atrás. No había nadie.
—El colgante —dijo el mercenario.
—¿Crees que lo llevo conmigo, o qué? —preguntó la chica con burla.
Lychee la taladró con una mirada exigente.
—Sí, claro, como si no tuviera nada mejor que hacer.
Jamie se llevó la mano a la cremallera de su sudadera deportiva y la abrió, exponiendo su cuello.
—¿Ves? No tengo tu colgante.
El chico se abalanzó bruscamente hacia ella. Ella retrocedió por reflejo y con un movimiento rápido sacó un aerosol de su bolsillo, apuntándolo directamente a la cara del mercenario.
—No quieres tener que lavarte los ojos, ¿verdad? —preguntó Jamie—. Por si acaso, esto es Isolator.
Isolator — gas químico utilizado en dispositivos de autodefensa.
—¿No sabes que está prohibido? —preguntó Lychee sorprendido.
—Lo sé. Pero lo tiraré después de usarlo. Tengo otro mucho más débil, por si te interesa.
—¿Layrein?
—Ajá.
Por un momento, el silencio se apoderó del ambiente. Jamie sostenía firmemente el aerosol frente a ella. Su adversario permanecía inmóvil. En su rostro apareció aquella indiferencia ya familiar para la chica. El isolator era un medio bastante potente, así que Lychee decidió que intentaría sorprender a Jamie en otra ocasión, cuando el pulverizador no apuntara directamente a su cara.
—¿Cómo me detectaste? —preguntó el chico de repente.
—No te detecté —Jamie sonrió—. Más bien, te olí.
El mercenario levantó ligeramente las cejas e inclinó un poco la cabeza hacia un lado.
—Tu perfume. El mismo que la última vez —explicó la chica—. ¿No sigues los principios básicos del espionaje?
—Estoy de vacaciones.
—Buen argumento. ¿Puedo irme entonces?
El chico asintió con la cabeza y entrecerró ligeramente los ojos. Jamie retrocedió unos pasos, adentrándose en una zona mejor iluminada. Durante algunos metros mantuvo el aerosol en las manos; después lo guardó en su bolsillo. Lychee no la persiguió.
***
Al día siguiente, Jade, como de costumbre, descansaba en una tumbona, hojeando un libro. "Manual práctico de escucha. Conocimiento de los gurús" con la portada "Tipos de cosméticos para el cuidado facial" —no era mala elección. Terminó de leer el capítulo y cerró el libro. Suficiente por hoy. La atención de Jamie fue captada por una figura bastante familiar que claramente se acercaba a ella. ¿Kiki?
La repentina visitante se dio cuenta de que la chica la había visto y aceleró el paso. Pronto ya estaba a su lado. Sonreía con sinceridad.
—¡Hola, Jamie! —saludó Kiki—. ¿Me recuerdas?
—Hola —respondió Jamie—. Sinceramente, me sorprende verte aquí, Kiki.
—Naomi. Naomi Holden. Mis padres querían llamarme Kiki, pero cambiaron de opinión. Aunque después ese nombre se me quedó pegado.
—Jade Mili.
—Lo sé, Night ya me lo dijo.
—¿Entonces qué haces aquí?
—Estoy de vacaciones con mi hermano. Y luego Night me habló de ti —Naomi se sentó en la tumbona contigua.
Jamie se incorporó en la suya para quedar al mismo nivel que los ojos de su interlocutora.
—¿Y cómo te gusta aquí? —preguntó ella.
—Sí. Me encanta el mar. En realidad, ya estuve aquí hace muchos años. Hacía tiempo que quería visitar esta ciudad otra vez.
—Puedo mostrarte algunos lugares interesantes cuando tengamos oportunidad.
—Sería estupendo. ¿Estás leyendo sobre cosméticos? —Naomi señaló el libro con un gesto.
—Ajá —respondió Jade brevemente—. Me encanta ese tema.
—¿Ya has conocido a los chicos?
—Oooh, los conocí bastante bien hace un año.
—Me refería a otra cosa. Ahora no son enemigos y...
—Ajá, especialmente con Lychee.
—Bueno, ahí tienes la culpa tú. No deberías haber robado su colgante.
—Él literalmente me obligó a hacerlo con su comportamiento.
—Lychee no soporta a Ridlof.
—¿Por qué?
—Tenía una novia. No puedo decir que fuera tan genial como él la veía. Esta chica lo dejó por un mercenario de Ridlof. Precisamente esto motivó a Lychee a completar el entrenamiento en Roddeyler y conseguir ese mismo colgante. Le ayudó a superar la situación.
Naomi miró con más atención a su interlocutora. Esta última la escuchaba atentamente, con los ojos muy abiertos y los labios ligeramente separados.
—¿Y de dónde sabes todo esto? —preguntó Jade.