Resiliencia

Capítulo 4. Amigos

Julián

Había pasado una semana desde mi último encuentro con Sandra, había optado por no llamarla decidido a que ella diera el primer paso.

Eramos amigos desde niños, casi hermanos, pero sin darme cuenta poco a poco mis sentimientos por Sandra se habían transformado.

Cuando su relación con Bernardo demostró ser más que un noviazgo pasajero, me alegré por ellos. Estaba decidido a callar mis sentimientos hasta que la vi rota de dolor por sentirse una mujer a medias.

Ella era perfecta y a diferencia de Bernardo su esterilidad no era un impedimento para mí.

Recojo mis cosas y cierro la oficina para dirigirme al parqueadero, localizo mi coche y conduzco hasta la casa de mis padres. Mi madre me había invitado a cenar por mi cumpleaños. El pensamiento hace que un ramalazo de tristeza toque mi corazón, Sandra siempre me llamaba en mi cumpleaños y quedábamos para almorzar o cenar y no es fácil digerir su ausencia un día como hoy.

Toco el timbre y  la puerta es abierta por mi padre, nos saludamos con un fuerte abrazo y después del consabido feliz cumpleaños me pide que lo acompañe al jardín con la excusa de ayudarlo a recoger unas herramientas, tomamos el corredor principal y apenas deslizo la puerta corrediza que da al jardín escucho varias voces gritar “Feliz cumpleaños”.

Alrededor de una mesa central rodeadas por varias más, estaban mis abuelos, tíos, primos, amigos, personal de la iglesia, Fiorella y Sandra.

Mis ojos automáticamente buscan los suyos y veo su rostro sonrojarse. Mi madre me abraza y me llena de besos, recibo muchos abrazos y buenos deseos de  familiares y amigos excepto de Sandra que sigue congelada en su puesto. Pregunto a mi padre de quién fue la idea darme una fiesta sorpresa y me responde que Sandra.

Mi pecho comienza a llenarse de calor y el miedo a perder a mi mejor amiga empieza a mitigarse.

Camino hasta ella, levanto su mentón y le pregunto muy bajito si recuerda nuestra promesa de niños, ella asiente.

—Estaré a tu lado por siempre, Sandra, en la forma que tú quieras —pronuncio sin rastro de dudas en mi voz.

Se arroja a mis brazos y beso su frente para luego llevarla con el resto de invitado.

 

 

Estoy en medio de una charla con uno de mis tíos cuando llega Alejandro, lo veo saludar a mis padres y al resto de invitados.

—Felicidades, Julián, ¿cuanto cumples? ¿50?

—Chistoso —observo a Alejandro seguir con la mirada a Fiorella.

—No es tan difícil, solo tienes que acercarte y saludarla. Puedes romper el hielo preguntándole por su madre, sus hijos o su nuevo trabajo.

Alejandro me mira con gesto enojado y se dirige a la mesa de comidas.

—Es una lástima que no terminarán juntos —menciona Sandra detrás de mi.

—Demasiado orgullo —respondo.

—Fiorella me contó que le propusiste dar unas charlas sobre violencia doméstica.

—El maltrato psicológico puede herir por igual o incluso más que los golpes. Al Hablar sobre su experiencia no solo ayudará a otras mujeres, también aprenderá a perdonarse a si misma.

—¿Alejandro no te ha preguntado por el motivo de su divorcio?

—No. Y es lo mejor.  ¿Cómo están tus padres?

—Bien, a pesar de estar preocupados por mi y por mi rompimiento con Bernardo.

—¿Les contaste la verdad de tu rompimiento? —la interrogo.

—Si y fue muy duro, especialmente, para mi madre. Pero no quiero hablar de ello. Al menos por hoy quiero olvidarme de todo.

 

 

Al finalizar la celebración llevo a Sandra y a Fiorella a sus casas. Dejo primero a  Fiorella y por último  a Sandra. El silencio se había instalado nuevamente entre nosotros, al bajar del coche tomo una de sus manos.

—Sandra, a pesar de amarte hace varios años mi actitud nunca cambió. Siempre apoyé tu relación con Bernardo, se cuánto lo has amado y no pretendo que te enamores de mi. Si hablé fue para hacerte entender que él no poder embarazarte no te da menos valía, que a pesar de la decisión de Bernardo también hay hombres para los cuales la esterilidad de una mujer  no representa un impedimento para amarla o para ser padres.

»No deseo que nuestra amistad cambie, mi mayor anhelo es verte feliz.

—No se que decirte, Julián. Mi cabeza es un lío, dame tiempo para procesarlo.

—Lo entiendo, ve a descansar, solo te pido que no te alejes de mí.

Subo al auto y después de unos 10 minutos llego a casa, mi mente revive una y otra vez mi  charla con Sandra, tengo miedo de perder a mi mejor amiga.

Son tantos años a su lado que perderla sería como arrancar una parte de mí, decido irme a dormir, mañana será un nuevo día.

 

 

El olor del café inunda mi pequeña oficina, llamo a Martha mi secretaria y le pido que llame a Fiorella para  programar la charla sobre maltrato psicológico para dentro de 4 días.




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