Resiliencia

Capítulo 5. Verdades

Alejandro

Las palabras de Julián me molestan, el había sido el mayor testigo de cuanto quise a Fiorella y me llenaba de rabia que me acusara de haber sido indiferente y egoísta porque detrás de sus palabras  se escondía un reclamo que ante mis ojos intentaban eximir a Fiorella de su culpa.

Sumado a ello se había negado a hablar conmigo sobre el divorcio de Fiorella. Pero aún tenía un as bajo la manga: La parlanchina secretaria de Julián. Por su boca me había enterado de la charla que iba a dar Fiorella el día de hoy.

Me ajuste la corbata, tomé  las llaves y conduje a la iglesia. Aunque provengo de una familia creyente tengo que confesar que al principio no entendí el deseo de Julián de entregar su vida al servicio de Dios y de su iglesia, era un hombre  brillante, talentoso y provenía de una familia pudiente,   tenía allanado el camino para triunfar en el mundo de los negocios y había renunciado a los lujos, el dinero y el prestigio profesional para servir a otros.

Conduje por varios minutos hasta llegar al estacionamiento de la iglesia y aparcar.

Al entrar por las puertas escuché voces que provenían de una de los salones anexos al área principal, me dirigí de forma silenciosa y me oculté detrás de una columna. Fiorella se encontraba junto al atril dirigiéndose a mujeres de diferentes edades y raza, su voz denotaba   un poco de  nervios.

—Me casé a los 23 años. Antes de conocer a mi esposo tuve un noviazgo por 6 años. Y aunque esas relaciones fueron muy distintas ambas estuvieron marcadas por un fuerte apego a mis parejas, la raíz estaba de este mal estaba en mi niñez. Soy hija de una madre divorciada y aunque crecí al lado de una mujer amorosa la ausencia de mi padre generó en mí vacíos emocionales, baja autoestima y una actitud sumisa, abnegada, donde mi mayor objetivo era hacer complacer a los demás para evitar su abandono.

»El abuso emocional requiere con excepción del abuso en la niñez la complicidad de la víctima ya sea por una baja autoestima o por una conducta aprendida.

»Y aunque me pesa reconocerlo yo fui cómplice de mi abusador. No fui golpeada físicamente pero la manipulación y el abuso emocional y económico del que fui víctima causaron mucho destrozos.

»Cuando conocí a mi exmarido estaba muy afectada por un noviazgo que venía de mal en peor, con el tiempo entendí que los depredadores emocionales escogen como víctimas a personas necesitadas de afecto, con problemas de autoestima o que atraviesan por momentos de duelo.

»Al principio te bombardean con muestras de cariño y exceso de atención, se esmeran en conocer todo de ti para copiar tus gustos, sueños y opiniones y lo más importante crear dependencia.

»Hasta que por fin logran hacerse un hueco en tu vida, tomar de ti lo que necesitan y hacerse con el control para luego quitarse la careta, ahí comienza el maltrato, los celos enfermizos, el abandono, el abuso económico, la manipulación, acusándote de malas acciones y desvaríos mentales, al punto de que llegas a dudar de tu cordura.

»Ya sea una relación abusiva con un cónyuge, con tus padres o un hijo, estas relaciones van minando tu autoestima y paz mental.

»Hieren y especialmente en la niñez. Los periodos de amor excesivo alternados con periodos de abandono son realmente crueles. Crean inseguridad y apegos en un infante.

»La experiencia  de ser manipulados con la culpa cuando se revelan ante el padre abusador, el ser el blanco de expresiones tales como “eres un mal hijo”, “me odias”, “vas a ser el culpable de mi muerte”, hablan negativamente de ti y van creando una imagen falsa  con el fin de aislarte y crear altercados con los demás. También a ti te hablan mal de tus familiares y amigos. El objetivo es aislarte.

»Los que no han vivido este tipo de experiencias creen que es fácil salir de este tipo de relaciones abusivas y no lo es, especialmente si los vínculos con el manipulador son desde la niñez y en el caso de los vínculos forjados en la adultez el abusador se enfoca en crear dependencia al punto de robarse tu voluntad.

»Mi salvación fue Dios. El fue mi ancla, el entender cuanto me amaba y que ese amor me hacía digna, llena de valía y libre me hizo examinarme y entender que en mi caso yo había sido cómplice de mi abusador gracias a mis apegos emocionales, que incluso estos apegos estuvieron presente en mi anterior noviazgo,  en mis relaciones con amigos y familiares, creando en  mí un deseo de complacer a los demás, incluso por encima de mi bienestar y necesidades, asumiendo responsabilidades ajenas y sacrificándome innecesariamente. Entendí que para amar a los demás primero debes amarte a ti mismo y yo no lo hacía.  Los apegos desmedidos solo generan dolor y malas decisiones.

»Debemos tener claro que al dar nuestro amor a otros debemos hacerlo libremente sin que sea una moneda de cambio para buscar la aprobación o compañía de los demás, sino como un reflejo de Cristo en nosotros, porque deseas agradarlo a él siendo bondadoso y amoroso con los demás, entendiendo que las relaciones deben ser sanas, llenas de respeto, donde debe primar el bien de todos, no solo el de uno de los involucrados y deben darnos paz y ayudarnos a crecer en vez de reducirnos.

»No somos débiles por reconocer que necesitamos ayuda, al contrario somos fuertes porque estamos dispuestos a luchar contra nuestras debilidades. Simplemente necesitamos las herramientas para salir del círculo enfermizo del abuso.




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