Resiliencia

Capítulo 7. Duelo

"No tienes plena certeza de lo que es el dolor, hasta que pierdes lo que más amas"

 

Tadeo

Cuando muere alguien que amas es como si el lente a través del cual observas la vida fuera alterado, los rayos del sol, el caminar de la gente, los colores y objetos se perciben distintos, las imágenes visualmente son las mismas pero el cerebro quien interpreta y procesa la información visual suministrada por el ojo está inmerso en el dolor, centrado en hallar respuestas o explicaciones que respondan preguntas tan básicas ¿por qué a mí? ¿por qué a él?.

Las conclusiones médicas, las estadísticas, los argumentos lógicos y los sistemas de creencias en un principio no hacen nada para acallar el dolor, tu cerebro se encuentra solo y desvalido peleando contra una agonía que sientes que te desgarra el pecho, haciéndote incluso sentir que un proceso tan instintivo como el respirar se vuelve pesado y doloroso. Las ultimas palabras de mi padre, su aspecto y el momento exacto en que su cuerpo perdió ese halito de vida que nos amarra a  este mundo no se borran de mi mente y se repiten una y otra vez rompiéndome el corazón, llenándome de rabia e impotencia.

Las malditas preguntas  ¿por qué a mí? y ¿por qué a él? son el estribillo que acompañan todo el caos de sentimientos y emociones que pululan dentro de mí. Mamá había muerto hace pocos años, no contábamos con parientes conocidos, éramos apenas unos niños, todas éstas eran razones válidas para hacer que el creador diera un giro distinto a la enfermedad de mi padre. La imagen  de un Dios compasivo y misericordioso que mis padres erigieron en mí no corresponde al Dios que ha dejado a un par de niños huérfanos, sin familia, y con el dolor de ver pelear a su padre con una enfermedad que lo consumió día tras día y lo hizo presenciar  a él mismo y a sus hijos como moría poco a poco.

Tantas luchas, tantas batallas y ¿para qué?. Para obtener este horroroso final donde solo queda el vacío, la nada, porque una parte de mi también murió con mi padre y el resto que me queda está tan sumergido en el dolor que apenas cuento con energía suficiente para mover mis extremidades y simular una entereza que no poseo por Laura, porque con el último respirar de mi padre perdí toda esperanza y el mantra de “todo va a estar bien” bajo el cual nos arropaba mi madre se deshizo en mis manos, porque a pesar del paso del tiempo ya nada será igual, nada borrará el conocimiento de saber que toda tu felicidad la puedes perder en cuestión de segundos para quedarte solo con el recuerdo de un ayer, de una risa, de un abrazo, de una caricia que no es suficiente porque no logra acallar el miedo ni la agonía.

El tiempo se mueve en una especie de sinsentido donde  cada segundo y minuto se convierte en una medida del dolor, la realidad parece una terrible pesadilla de la cual quieres escapar pero aunque sientas que tú mundo se detuvo la tierra sigue girando y el resto de vidas que pueblan el planeta y las  estructuras creadas por el hombre siguen su curso normal, por lo cual no me sorprende, que dos días después del entierro de mi padre Sandra y Julián nos pidan  a Laura y a mi reunirnos con ellos en la sala.

—Tadeo, Laura, se que están embargados por el dolor de la pérdida de su padre, pero debemos hablar de su futuro, Julián ha logrado frenar a servicios sociales por unos días  pero han sido muy claros al decirle que su estadía en esta casa no puede alargarse indefinidamente y en  dos días más vendrán a recogerlos para hacerse cargo de su custodia

—No, Tadeo, yo no quiero irme a un orfanato —grita Laura con los ojos llenos de temor—, no quiero que me adopten unos extraños, no quiero que me separen de ti.

Abrazo a mi hermana y siento como sus pequeñas manos se aferra a mi pecho y  susurro palabras de consuelo tratando de calmar su miedo aunque yo mismo se que no hay mucho que podamos hacer para evitar que nos lleven a un orfanato y posteriormente nos separen.

—Chicos, hay otra opción —pronuncia Sandra—. Si ustedes están de acuerdo quisiera adoptarlos a ambos. Les he tomado  mucho cariño y aunque al principio me preocupó la convivencia, los tres nos hemos adaptado muy bien. Hablé, con una amiga que es experta en derecho de familia y me dijo que por su edad y por ser hermanos hay muchas posibilidades. ¿Qué piensan?

Laura me observan suplicante, me agrada Sandra y aunque su propuesta sería la única forma de evitar que mi hermana y yo te terminemos en un orfanato, me siento inconforme, no deseo otra familia que aquella que formábamos con papá y mamá. Aceptar a Sandra en nuestras vidas, especialmente en la vida de mi hermana me sabe a traición, con el paso de los años el recuerdo de mis padres se hará más borroso para Laura y será fácil para Sandra ocupar el lugar que solo corresponde a mamá.

Siento rabia nuevamente y el sentirme arrinconado aviva la impotencia al ser solo un adolescente teniendo que lidiar con el miedo de perder la única familia que me queda y el sentirme incapaz de cumplir la última promesa que hice a papá, cuidar de Laura. Por ella y solo por ella bajo la cabeza y con las lágrimas bajando por mi rostro decido aceptar.

—Estamos de acuerdo, Sandra.

—No es necesario contestar enseguida Tadeo, tómense unas horas para meditarlo, convérsenlo entre ustedes y luego me responden. Quisiera darles más tiempo, pero no contamos con mucho.

—Acaso hay otra opción —susurro antes de marcharme.

Sandra y Laura hacen el intento de ir tras de mí pero Julián las detiene.  Entierro mi rostro en el colchón y suelto todo el llanto que he refrenado por el bien de Laura, para transmitirle una fortaleza que no poseo.




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