No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
—Mario Benedetti
Pasó un buen rato en el que Maggie luchó contra su curiosidad y contra el impulso por preguntar; pero cuando notó con desilusión que él no tenía intenciones de charlar, se dijo a sí misma que tenía que averiguar quién era ella.
Y cuando encontró el valor, solo se fue por un detonante.
—¿Llevaban mucho tiempo sin verse? —cuestionó.
Andrew pestañeó un par de veces, saliendo de su ensimismamiento. Se disculpó con Maggie y le pidió que repitiera la pregunta. Y para cuando ella lo hizo, él no pudo reprimir una mueca de incomodidad, porque de verdad, todo lo referente a Adelina le incomodaba con demasía. Pero aunque había aprendido a disimular, con Margarita no sintió la necesidad de fingir.
—Cinco años... —respondió y cuando notó que ella ya no pensaba preguntar más nada, quizá porque había notado su reciente reacción, se arrellano en el asiento y se dijo que, si quería evitar silencios incómodos o malentendidos, debía tomar la iniciativa para abrirse.
Y pese a que le desagradaba la idea de tener que ensombrecer su presente con el pasado; sabía que Adelina había aparecido en su vida con todas las intenciones de sonsacarla, sin embargo, Andrew no sentía ningún tipo de deseo por permitirlo. No ahora que había encontrado a Margarita.
Y para lograr su cometido, tenía que sincerarse.
Le dedicó una mirada de soslayo y la notó atenta a la oscuridad de la calle. Soltó un suspiro y empujó las palabras para que brotaran de su boca, no obstante, cuando estaba por hacerlo ella giró a verlo.
—No es necesario que me hable de ella —dijo, sorprendiendo y callando a Andrew de tajo. Haciendo que este se sintiera miserable, porque para su desgracia, había revelado lo difícil que le resultaba hablar del tema y seguramente ahora Maggie estaba sacando conjeturas.
Ya se estaban acercando al edificio y Andrew tuvo la leve sospecha de que, si no se esclarecía, pasaría mucho tiempo para que ella volviera a aceptar salir con él. Porque una mujer en las circunstancias de Maggie: con una separación reciente y sumado las complicaciones con su familia; no estaría dispuesta a incrementar sus problemas.
Y en efecto; Margarita le huía a los inconvenientes y confrontaciones, por eso su carácter había sido siempre complaciente.
Cuando se parquearon afuera del edificio y justo cuando Maggie estaba por agradecerle, Andrew solo se lanzó al mar de recuerdos.
—Ella es mi ex novia, anduvimos durante la universidad, pero cuando a ella le dieron la oportunidad de hacer una maestría en España, se fue sin dudarlo y yo la apoyé. Luego, mientras estaba en la maestría le ofrecieron trabajo y ella se mudó por completo para allá. Terminamos por la distancia y porque no tenía caso seguir en una relación en que, ambas partes, estaban tomando caminos diferentes —dijo, mirándola con atención y absorbiendo todas las reacciones de Maggie que iban desde la sorpresa hasta la curiosidad, por esto último él añadió—: Fue muy duro en su momento, porque yo la quería conmigo, sin embargo, que fue lo mejor. Yo estoy bien y me alegró saber, ahora que la vi, que a ella también le ha ido muy bien —dijo, y para su total sorpresa, sus palabras eran sinceras.
—Pero Andrew, ahora que ella regresó, ustedes quizá... —Andrew negó con firmeza.
Él mismo ya se había contemplado esa posibilidad cuando un viejo amigo le contó que Adelina había regresado al país y que, al parecer, se quedaría una larga temporada. Sin embargo, la mera eventualidad no le generó nada, ni emoción ni curiosidad.
Además, ahora él podía decir, luego de tanto tiempo sufriendo en silencio, que esa etapa de su vida había quedado superada. Que ya no había fantasmas ni dolor, solo recuerdos que con facilidad se los llevaba el viento.