Reveses de la vida

31. Regusto amargo

Call it what you want - Taylor Swift

Call it what you want - Taylor Swift

El fuego ardió en ellos y, sin embargo, fue el amor el que los consumió        

El fuego ardió en ellos y, sin embargo, fue el amor el que los consumió. —Katherinne Álvarez

Un par de horas después, cuando Margarita se encontró mejor y ya era dueña de sí misma, decidió —aunque la carcomía el miedo—, contarle todo a Andrew        

Un par de horas después, cuando Margarita se encontró mejor y ya era dueña de sí misma, decidió —aunque la carcomía el miedo—, contarle todo a Andrew. Decirle que se sentía obnubilada, a tal punto de que no encontraba ni una sola salida. Porque ella lo quería en su vida, claro que sí, sin embargo, su bebé estaba antepuesto a cualquiera de sus deseos. Asimismo, no quería ser tampoco la ruina del único hombre que la amó de verdad y con el cual pudo saborear qué era amar.

Margarita tenía una tasa en las manos, pero para entonces el té ya se había enfriado, al igual que cada uno de sus sentidos. Sin embargo, y en lo único que podía pensar, era en el bienestar de su bebé: huir se le antojó muchísimo.

—Me despidieron de mi trabajo —musitó, sentía la garganta cerrada y el corazón envuelto en una carcasa de hielo.

—¿Cómo? —escuchó que Andrew dijo, en un jadeo de impresión total. Ella volvió a verlo, sus ojos expresaban, con creces, toda su congoja.

—Fue obra de Matías, él me tiene amenazada —soltó sin tapujos. Lo vio parpadear un par de veces, pero antes de que Andrew emitiera algún juicio, ella se adelantó a decir—: Matías está empecinado en orillarme a un precipicio de ser necesario, no le importa nada, ni siquiera yo, eso lo sé, pero no se detendrá hasta que ceda a sus exigencias..., y yo, ya no sé si tengo más fuerzas para luchar contra un monstruo como él.

Andrew cerró los ojos; hizo sus manos puños y sintió el regusto amargo de la impotencia, percibió la desesperación de hallarse atado de manos y no poder hacer nada al respecto. Ya que quien tenía el poder, en este caso, era alguien que lo superaba. Empero, ¿cómo luchar con el vicioso sentimiento de no querer dejarse vencer?, ¿cómo ahogar el coraje y el amor que palpitaba en su pecho?, ¿y cómo iba a ser capaz de abandonar a Margarita? Andrew sabía quién era él y, no obstante, sabía que no era capaz de mucho —sino es que de nada—, pero...

—Supongo que le pidió que se alejara de mí —soltó esas palabras con miedo. Su Maggie solo pudo mirarlo de aquella forma tan profunda y limpia, llena de amor y, sobretodo sentimiento, reinaba el terror.

—Me dijo que, de lo contrario, va a quitarme a mi bebé y que además va a arremeter contra usted. Y yo no quiero nada de esto: no quiero que me quiten a mi bebé y no quiero que nada malo le pase, Andrew —dijo con la voz quebrada y para ese instante el llanto ya anegaba sus bonitos ojos. El aludido soltó un suspiro y la abrazó, como quien intenta aferrarse a algo frágil y que se resbala con facilidad.

Y es que, sin saberlo, ya la había perdido.

Ambos lo sabían y eso solo hizo que todo dolor se acentuara otro poco más.

—A mí no me importa lo que pueda hacerme ese sujeto, yo creo en la justicia y estoy dispuesto a defenderme... —Tan pronto dijo esto, la sintió tensarse, por lo que se adelantó—: Pero sería muy egoísta pensar solo en lo que yo quiero, y a pesar de que yo la quiero a usted en mi vida, conmigo, no voy a ponerme por encima de su hijo ni de su bienestar. —Se arrellanó en el sofá y la acunó por el mentón, obligándola a que lo enfrentara. Se miraron a los ojos, los cuales estaban llenos de compungida tristeza. Andrew se aclaró la garganta, pero la voz irremediablemente se le quebró—: Maggie, yo estoy dispuesto a luchar por usted y por su hijo, a que lo hagamos juntos, pero siempre y cuando usted lo desee y esté dispuesta. Porque de lo contrario, yo le prometo hacerme a un lado.

Un par de lágrimas resbalaron en las tersas y sonrojadas mejillas de su amada; una sonrisa triste se asomó en su rostro. Y Andrew, justo en ese monto, obtuvo la respuesta y esto no ayudó en nada a disminuir el sufrimiento.

La percibió acercarse otro poco; lo miró a los ojos por debajo de sus pestañas y a sus labios de hito en hito. Él liberó un poco de tensión, trató de relajarse y dejarse llevar por la fuerza y la rudeza de sus sentimientos. Quiso, por primera vez desde que conoció a Maggie, ser un poco egoísta. Sin embargo, cuando estuvieron a una barrera de aire, Maggie separó los labios y dejó escapar un suspiro roto, lleno de añoranza. Se relamió los labios y se atrevió a acariciar la nariz de Andrew, en una incitadora invitación.




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