Reveses de la vida

36. Momento de redención

This love - Taylor Swift

This love - Taylor Swift

Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso        

Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso..., yo no sé qué te daría por un beso. —Gustavo Adolfo Bécquer

Al cabo de una hora y, ante la aparente ausencia de la dueña de la casa, él le sugirió que fueran a ver una película        

Al cabo de una hora y, ante la aparente ausencia de la dueña de la casa, él le sugirió que fueran a ver una película. Ya que, de lo contrario, lo que les esperaba eran tensas horas llenas de tensión, pero no de la mala, sino de esa que tienta los cuerpos y acelera los latidos del corazón. Porque para ninguno de los dos era un secreto que el deseo seguía presente, tan vivo y electrificante como meses atrás.

Encendieron la televisión y no encontraron nada, salvo el noticiero. Por lo que todo apuntaba a que tendrían que tener esa conversación que Andrew deseaba, pero que a Maggie le avergonzaba y atemorizaba por partes iguales. Esta última le dedicó una mirada de soslayo, ya que la atención del otro presente estaba, completamente, sobre ella. Margarita percibió ese delicioso cosquilleo que se presentaba cada que estaba en presencia de Andrew; de igual forma sintió el calor posarse en sus mejilla, al mismo tiempo que toda la tensión se bifurcó como una espesa neblina.

—¿Por qué nos comportamos como si fuéramos un par de desconocidos? —le escuchó espetar, tras haberse aclarado la garanta.

Ella, en un acto de cobardía, miró a un punto equis de la pared. Para este momento Margarita comenzó a percibir como sus murallas nuevamente cedían, como si solo le hubiese bastado un soplo débil y lastimero, para dispersarse como el polvo.

Andrew era la encarnación de la debilidad. Su debilidad.

—No ha sido mi intensión, yo... —Andrew sacudió la cabeza, callándola de tajo.

—La he extrañado mucho, Maggie. Por eso, y lo menos que deseo, es que desperdiciemos este tiempo que tenemos... —Lo sintió acercarse y, en segundos, el calor de su cuerpo la envolvió—. Solo seamos nosotros mismos por al menos esta noche... —Su voz se escuchaba tan atormentada, debilitada.

—Es que es eso justamente lo que no quiero.

—¿Qué?

—No quiero sufrir de nuevo, no quiero recordar qué era estar con usted para luego tener que dejarlo ir. No sé si me encuentro lo suficientemente fuerte como para soportarlo.

Andrew cerró los ojos y sintió el peso del temor de Maggie. Pero lo que más le dolió fue que ella, a pesar de que él siempre estuvo dispuesto a todo, sencillamente se negaba a dejarlo entrar. Margarita estaba empecinada en hacer todo por sí misma, aunque quizá era posiblemente una forma de demostrarse que no necesitaba de nada ni nadie, de protegerse de la vulnerabilidad y dependencia. Él quería hacerle entender que no estaba sola, que nunca más tendría que estar sola.

—Pues entonces no me dejes ir. No nos dejemos ir, Margarita. —La aludida sacudió la cabeza. Y ante la negativa, él se arrellanó en el sofá hasta que estuvo lo más cerca posible. Tomó una de sus manos y se la llevó a los labios—. Una de las cosas que me hicieron enamorado de ti ha sido tu resiliencia. Margarita yo deseo estar contigo, no porque crea que necesitas a alguien que te proteja o porque te crea débil. No, yo te amo por esa fuerza que emana de tu sonrisa y de tu mirada. Yo te amo, Margarita, porque a pesar de que no necesitas a nadie, me diste la oportunidad de entrar a tu vida. —La aludida sacudió la cabeza en una negativa, demostrando la renuencia.

»—¿O acaso no eres la mujer que recuperó su trabajo y que no permitió que el poco hombre de Matías se saliera con la suya? —Ella volvió a verlo, estaba contrariada y asombrada de que él supiera esa información. Él entendió esa mirada por lo que agregó—: Quizá no he estado físicamente contigo, pero yo jamás he dejado de estar al tanto de ti, mi amor.

Margarita esbozó una sonrisa y acunó una de las mejillas de Andrew. Sintió su barba y la sensación le resultó tan familia como nostálgica.

—Esto es muy difícil para mí también, Andrew. Porque yo quiero estar contigo, pero antes quiero solucionar las cosas. Estoy a punto de conseguir mi completa libertad, solo necesito unos cuantos días.

El aludido soltó un suspiro, porque lo que ella le acaba de devolver la esperanza. Porque sí, en algunos instantes del pasado, Andrew temió que aquellos días junto a Margarita permanecerían solamente en sus recuerdos. Que el futuro para ellos no existiría.




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