Eva.-El drama de la mañana tiene un nombre y un filtro: Marta.
Si Sofía busca un peinado que la ayude a desaparecer y a proteger un secreto, Marta busca un peinado que la haga aparecer, brillar y, si es posible, romper internet. Para ella, un corte no es una promesa; es una herramienta de validación instantánea. Y su adicción al like es tan evidente como la mancha de tinte que Lalo nunca logra quitar de su bata.
Marta era mi amiga y, a veces, mi tormento. Una mujer divertida, inteligente y apasionada, que había permitido que una pequeña pantalla se convirtiera en el juez de su autoestima.
Esa mañana, el salón vibraba con una tensión que no era de peróxido. Era de competencia. Marta estaba en la silla central, con el teléfono apoyado cuidadosamente en el espejo, y Lalo actuaba como su asistente de iluminación personal, moviendo el aro de luz con precisión quirúrgica.
—Lalo, un poco más arriba. No, ahí parece que me iluminan la papada. Recuerda la regla de oro: la luz cenital es para los villanos de cine mudo, no para un reel de cambio de look —ordenaba Marta, con una seriedad que hubiera impresionado a un director de fotografía de Hollywood.
—Marta, es una bombilla, no el sol de Capri. Y Eva dice que el sol es un drama —murmuraba Lalo, haciendo pucheros.
—¡Eva es una artista! ¡Yo soy la obra de arte!
Yo estaba en la caja, intentando ignorar el reality show que se desarrollaba a mis espaldas, cuando Marta me llamó:
—¡Eva! Necesito el ‘Look Clic Clac’. ¡El de la competencia!
—¿El ‘Look Clic Clac’? Marta, ¿qué tontería es esa?
—El desafío es simple. Las diez influencers de belleza del barrio nos vamos a cortar el pelo y a subir una foto en el mismo momento. La que tenga más likes en una hora gana una cesta de productos orgánicos. Es un statement social, Eva. Es mi oportunidad de ser la voz de la melena perfecta.
—¿Un statement social? —respondí, caminando hacia su silla con mi tono más exasperado pero cariñoso—. Es un statement de ansiedad. Pero, bueno, si el arte es ansiedad, hoy seremos Dalí. ¿Qué quieres, Marta?
—Algo que grite: ‘Soy espontánea, pero cada mechón está pensado para la perfección’. Unas mechas que atrapen la luz natural. ¡Que parezca que no me esforcé, pero que arrase!
Mientras revisaba su melena, la vi teclear en su teléfono. La veía a ella, a mi amiga, a mi confidente, reducir toda su complejidad a un algoritmo. Mi trabajo no era darle el look que quería, sino el que necesitaba.
—Haremos el color que te mereces, no el que te exige el algoritmo. Pero con una condición —le dije.
—¿Cuál?
—Que hoy, te tomes una selfie que no sea para los demás, sino para ti. Que sea el punto de partida de tu look de confianza.
Marta rodó los ojos, pero aceptó. La guerra capilar había comenzado.
Marta.-El color de Eva siempre es glorioso. Eva es mi única aliada que entiende que, en este mundo, tu pelo es tu marca personal. Si no tienes un buen pelo, ¿quién eres? Solo un mechón más en la historia.
El "Look Clic Clac" era mi obsesión. Necesitaba esa cesta, pero, más que nada, necesitaba esa validación. Competía contra La Tiznada, una chica que siempre usaba filtros tan exagerados que parecía una pintura al óleo, y contra El Clic de Cata, que tenía un ejército de bots, estoy segura. Yo tenía la autenticidad... y a Eva.
Mientras Eva aplicaba el color con esa concentración de cirujana, sentí que la ansiedad me recorría el cuerpo. Mis seguidores esperaban. Mis rivales esperaban. Era mi momento de ascender a la cima de la jerarquía capilar del barrio.
—Eva, ¿crees que un tono caramelo es demasiado... básico? Tal vez un cobre rojizo... —murmuré.
—Cierra los ojos y confía, Marta. No queremos un color de moda pasajera, queremos un color que te haga sentir indestructible —me interrumpió Eva.
En ese momento, el tintineo de la puerta nos anunció una visita. Era Bruno, nuestro barista favorito y experto en corazones rotos. Entró con una bandeja de cafés y su habitual aire de fatalidad romántica.
—Buenos días a las reinas del styling —dijo Bruno, con un tono que sugería que acababa de escapar de un documental sobre desamor—. Eva, tu café. Y Marta, veo que hoy tu pelo es tu date más estable. ¿Duelo de mechas?
Marta, a pesar de estar cubierta de papel de aluminio, logró lanzar una mirada fulminante.
—Estoy en medio de una operación de alto riesgo, Bruno. No estorbes con tu aura de fracaso romántico.
—Es mi aura de experiencia, Marta. Cada fracaso es un nuevo inicio... —dijo él, melancólico, dándole a Eva su café—. Eva, tengo que contarte. La de la cita de anoche dijo que no podía con mi "carga emocional". ¡Si solo hablé de mis gatos!
Eva sonrió, tomando un sorbo.
—Tu problema, Bruno, es que usas las citas como terapia gratuita. Y tus gatos son maravillosos.
Mientras Eva mediaba el drama de Bruno, yo revisé mi teléfono. Y ahí fue cuando vi el mensaje. No era una alerta de like. Era un mensaje de mi peor rival, La Tiznada.