Eva.- El silencio, a veces, es más ruidoso que el secador a toda potencia. Hoy, el silencio de Sofía era ensordecedor.
Desde que le hice el "Look del Doble Fondo" hace unos días, había estado apareciendo en "Rizos y Risas" solo para tomar un café rápido o preguntar por un producto, siempre con esa aura de mujer a punto de firmar un contrato, o a punto de huir. Yo sabía que la segunda opción era más probable, especialmente después del drama del rumor que Doña Aurora me había ayudado a desactivar.
Me encontraba repasando mentalmente la lista de preparativos para mañana: el café con Bruno (el "no-romance" controlado) y, más importante, la cita de Nico, el misterioso hombre que había reservado para una coloración a la hora de cerrar. La estructura de mi vida, esa que yo defendía con tijeras, estaba a punto de colapsar bajo el peso de un secreto y un potencial crush.
El tintineo de la puerta fue suave, casi apologético. Era Sofía, y venía con dos bolsas de papel que parecían llenas de ropa o de pruebas de un delito menor.
—Eva, ¿tienes cinco minutos? ¿Un lugar donde... podamos hablar sin que los espejos escuchen? —susurró, mirando alrededor del salón, que por suerte, solo albergaba a Lalo, quien estaba obsesionado con lograr una "torre de champú" perfectamente equilibrada.
—En “Rizos y Risas”, mi cielo, los espejos siempre escuchan, pero nunca hablan. Pasa a la bodega. Es nuestro centro de gravedad y almacenamiento de dramas.
La conduje a la pequeña trastienda. Un espacio caótico pero funcional, lleno de cajas de tintes, toallas frescas y el aroma concentrado de los productos orgánicos. Ahí, lejos de las miradas, Sofía dejó caer sus bolsas y su fachada de mujer de negocios.
—Eva, tengo que decirte la verdad. Me voy. Mañana. —Su voz era un hilo frágil.
—¿Te vas de vacaciones, mi Sofía?
—No. Me voy. Y no sé si voy a volver. Y no, no estoy vendiendo el barrio a ninguna constructora. El rumor es solo el envoltorio, pero el regalo es peor.
Me crucé de brazos, sintiendo cómo mi corazón de mediadora se activaba. Había llegado el momento de escuchar la verdad sin pedir permiso.
—Está bien, Sofía. Respira. Y recuerda: este salón es un refugio. Ahora, dime de qué te escondes.
Sofía.- El peso de la verdad es más ligero que una capa de tinte bien aplicada. Eva es la única persona que puede ver mi miedo sin juzgarme. Ella vio el pánico en el Capítulo 1, y me dio la armadura para enfrentar la situación. Ahora, necesitaba el cómplice para sobrevivir a ella.
La bodega huele a tierra y a promesas. El lugar perfecto para quebrar la ley, si la ley fuera la ley de la discreción social.
—El look de doble fondo... me ayudó a tomar la decisión. Pero también me hizo visible —comencé, sintiendo la necesidad urgente de contarle a Eva todo.
—La visibilidad es un arma de doble filo. ¿Qué pasó?
—La verdad es que... no estoy en el negocio de la propiedad inmobiliaria. Mi secreto es que soy una testigo. Vi algo que no debía, Eva. Algo muy grande. Y la gente que hizo eso... son gente con mucho, mucho poder y cero escrúpulos.
Solté el aire. Había sido difícil de decir. El silencio de Eva era una prueba. ¿Me creería? ¿Me ayudaría?
—Por eso el corte. Necesitaba que pensaran que era una mujer de negocios, capaz de irse a cualquier parte con un contrato, no una testigo asustada. El rumor de Doña Aurora... casi me mata de miedo. Si creen que estoy vendiendo, creerán que tengo dinero, y eso me da una cobertura temporal.
Me sentí como una criminal de película. Las bolsas que llevaba eran ropa de camuflaje.
—Tengo que irme al amanecer. Pero mi problema es la identidad. Mi cara y mi nombre ya no pueden ser los mismos por un tiempo. Necesito... necesito convertirme en otra persona, sin ser otra persona. Y Eva, solo tú puedes hacer eso.
La miré, mi corazón latiendo como un tambor. El secreto ya estaba en el aire, entre los vapores de color y la lavanda. Si Eva me ayudaba, se convertía en mi aliada. Si no, yo me convertía en una amenaza para el refugio.
—Te dejo esta llave. Es una copia de la llave de mi apartamento. Si algo sale mal, si no vuelvo en seis meses, puedes entrar y encontrar un documento. Léelo. Es mi póliza de seguro, en caso de que me encuentren.
Le tendí la llave, un objeto insignificante pero pesado de significado.
Lalo.-Desde el mostrador, mi torre de champú se veía magnífica. Pero mi oído no estaba en el champú, sino en la bodega. Eva y Sofía murmuraban. Hablaban de "contratos", "huir" y "disfraz". ¡Esto era mucho mejor que la Desconstrucción Capilar!
Marta entró al salón, buscando desesperadamente un espejo grande.
—¡Eva! ¡Estoy lista para mi siguiente reel! ¡Pero el espejo de la entrada tiene una mancha! —gritó Marta, frustrada.
Me acerqué a Marta con mi paño de limpieza, intentando parecer profesional.
—Están ocupadas con el Drama Mayor, Marta. Es algo de un contrato y una huida. Y Eva tiene cara de que va a ser la cómplice.