Rizos Y Risas

CAPÍTULO 7: UN RECORTE, UNA CITA

Eva.- Mi taza de café de la tarde estaba estratégicamente colocada en la mesa de coloración, justo donde me había prometido que sería el epicentro de mi “no-cita” con Bruno. El salón olía a velas de lavanda y a la dulce anticipación que solo una crisis romántica en pausa puede generar.

Después de la confesión de Sofía y la huida disfrazada, mi mente estaba en modo de contención de daños. Necesitaba que mi refugio se sintiera estable. Y eso significaba mantener mis propias fronteras emocionales tan claras como las líneas del bob de Sofía. Bruno era un sol, un amigo maravilloso, pero su corazón roto y su necesidad de “proyecto” eran demasiado pesados para la Eva que buscaba estructura en su propia vida.

Me puse una camisa nueva y me arreglé el pelo con un moño alto. No era un look de cita; era un look de control. Un moño que decía: “Soy profesional y estoy lista para hablar de tus gatos, no de tus sentimientos.”

—Lalo, mi vida —dije, revisando que el salón estuviera impoluto—. Ya casi es hora. Necesito que te concentres en limpiar tus utensilios con la misma dedicación que pones en mirar videos de técnicas capilares.

—Entendido, Eva. Concentración total —dijo Lalo, aunque lo vi ensayar un baile con la escoba en la mano. Su caos era su encanto, siempre y cuando no tocara nada peligroso.

A las cinco y media, Bruno entró. Y el “no-romance” se convirtió instantáneamente en una comedia de enredos.

Bruno no venía vestido para tomar un café de amigos en una peluquería. Venía vestido para un estreno de cine o para pedir la mano de alguien. Llevaba un traje azul marino impecable, una camisa blanca tan almidonada que parecía papel de arroz, y unos zapatos que brillaban más que el suelo recién pulido del salón. En sus manos, no traía café, sino un pequeño ramo de flores, envuelto con un lazo innecesariamente elegante.

El contraste con mi camisa de trabajo y el moño alto era hilarante.

—¡Eva! —exclamó, con un brillo en los ojos que solo una gran esperanza o un gran malentendido pueden provocar. —Lamento el retraso. El tráfico hacia el restaurante...

—¿Restaurante, Bruno? —Mi tono era de pura incredulidad mezclada con ternura.

—Sí, la cena. Pensé que podríamos ir a ese lugar italiano que te gusta. Dije que no sería terapéutico, y una cena elegante es lo menos terapéutico que existe.

Me reí, suavemente, mientras él me entregaba el ramo. Las flores eran preciosas, pero completamente fuera de lugar entre el lavacabezas y la mesa de tintes.

—Bruno, mi cielo. El acuerdo era un café aquí, en mi refugio. Para hablar de gatos. No un baile de gala. Mira mi moño de control. Esto es un café de amistades maduras.

Él miró su traje, luego mi moño, y el color subió a sus mejillas. El brillo en sus ojos se apagó ligeramente, dando paso a una adorable resignación.

—Ah. Entendí... mal. Entendí que si me cortaba el pelo para estar “terminado”, ya estaba listo para el siguiente paso.

—El siguiente paso era ser tu propio compañero de vida, Bruno. No mi proyecto de makeover romántico.

Bruno.- ¡Qué desastre! Me había vestido como si fuera a vender un seguro de vida a Eva, no a compartir un café con ella. El traje, el perfume, las flores... Todo era un manifiesto de mi deseo de ser "el que está terminado", el que no necesita ser reparado. Y todo se había desvanecido en un estallido de humor.

Eva me había dado el Look de Enfoque, y yo lo había usado para desenfocar la situación. La peluquería, con sus colores vivos y su música suave, me recordó que mi lugar aquí era como amigo, como proveedor de cafeína, no como pretendiente.

—¡Soy un idiota! —exclamé, sintiendo ganas de esconderme detrás del mostrador.

—No, Bruno. Eres un romántico en un traje demasiado caro para la tarde —dijo Eva, con una sonrisa genuina—. Y eres mi amigo. Y ese es el mejor título que puedo darte.

Su honestidad fue un bálsamo. Dolía un poco, sí, pero era la verdad sin anestesia que ella siempre daba. Sentí que el “proyecto” Bruno se había graduado.

Justo cuando estaba a punto de disculparme de nuevo, la puerta tintineó y Marta entró.

Marta.-Mi teléfono vibraba con la autenticidad que Eva me había ayudado a encontrar. Estaba feliz, relajada. Y qué mejor que compartir esa paz con mis amigos en "Rizos y Risas."

Entré y vi la escena: Bruno vestido como un pingüino elegante, Eva en su moño de control, y un ramo de flores en la mesa de champú.

—¡Ay, Bruno! ¿Proponiendo matrimonio en la mesa de coloración? ¡Eso sí que es contenido! —grité, riendo.

—No, Marta. Era una cena que no era una cena, en un lugar que no era un lugar —murmuró Bruno, resignado.

—Era un café de amigos que él interpretó como un baile de graduación —aclaró Eva, divertida.

Vi la decepción en los ojos de Bruno, pero también la aceptación. Bruno es adorable, pero Eva necesita a alguien que desafíe su estructura, no que se rinda a ella.

—Eva, querida, te lo digo yo, la experta en looks y en desastres románticos: Bruno es un amigo para toda la vida. Es tu editor de texto; pero no es tu novela.



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En el texto hay: amistad, secretos, enredos comicos

Editado: 24.11.2025

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