Rizos Y Risas

CAPÍTULO 20: EL CHEQUE FALSO Y LA CITA QUE SALIÓ MAL

Eva. La energía del triunfo me duró toda la mañana. Habíamos recaudado cincuenta mil dólares, el precio exacto de la Lista de Deseos Imposibles. Los cheques y promesas de transferencia estaban guardados en la caja fuerte, y Lalo, bajo la estricta supervisión de Bruno, se encargaría de depositarlos.

Mi mente, sin embargo, estaba completamente ocupada en la noche: mi primera cita de verdad con Nico. No sería una cena improvisada en el salón, sino un encuentro estructurado, elegante y adulto. Llevaba puesto un vestido que Nico había aprobado con un "análisis estructural de la silueta" por mensaje de texto.

—Eva, estás radiante —dijo Marta, que ahora dedicaba su tiempo a su serie documental, "La Historia detrás del Ladrillo".

—Es el brillo de la solvencia comunitaria, Marta. Y un poco de labial nuevo.

Nico llegó a la hora exacta, las 7:30 PM. Vestía un traje de lino que gritaba "diseñador de puentes" y traía un ramo de flores que no era excesivo, sino perfectamente proporcionado.

—Eva, el plano de la noche está listo —dijo él, ofreciéndome el brazo—. Cena en un lugar tranquilo, donde podamos discutir la cláusula de viabilidad a largo plazo y por qué te ves tan increíble.

—Me gusta la estructura de tu plan, arquitecto. Pero espero que haya espacio para un poco de improvisación sísmica.

El restaurante era precioso, con velas y una carta que parecía la tesis doctoral de un chef. Nico empezó a hablar de su plan: un análisis del mercado, la defensa legal, la proyección a cinco años de la cooperativa. Su pasión por la estructura era palpable. Yo lo amaba por eso. Pero después de media hora de gráficos y apalancamiento, mi espíritu caótico empezó a bostezar.

—Nico —lo interrumpí, mientras él señalaba un porcentaje de riesgo con su tenedor—, el restaurante es maravilloso, pero está a diez minutos de una feria de barrio. Escucho música y el grito de un vendedor de algodón de azúcar.

—Eva, esa es la "Feria de Artesanía y Gastronomía Anual." No está en el plano. Las luces son malas, la comida es grasosa, y la acústica es terrible para la conversación.

—¡Pero es un caos delicioso, Nico! Es la vida que estamos tratando de salvar. ¿Podemos ir? Solo veinte minutos.

Nico dudó. Vi la lucha en sus ojos: el arquitecto contra el amante.

—Tengo la mesa reservada, Eva. Y el plan era hablar de la hipoteca.

—La hipoteca puede esperar. El algodón de azúcar no. La vida sin improvisación es solo una hoja de cálculo.

Su negativa, tan lógica y controlada, me hirió. Sentí que él no quería abrazar mi mundo, sino solo categorizarlo.

—De acuerdo —dije, sintiendo cómo mi propio moño de control emocional se desataba—. Entonces, hablemos de mi deseo imposible: que dejes de ver el caos como algo que tienes que controlar y lo veas como algo que tienes que disfrutar. Ahora mismo, siento que solo quieres planificarme.

El ambiente se tensó. El romance se había topado con la primera viga de acero de su relación.

Nico. Yo había planeado la cita perfecta. Un lugar que era elegante, silencioso, con buena estructura. Un lugar para el hombre que yo era.

La propuesta de Eva de ir a la feria era una agresión a mi orden. Era un riesgo innecesario, una variable que no se podía cuantificar. Pero su mirada era de decepción.

—Eva, estoy aquí. Estoy comprometido. Pero necesito que nuestra relación tenga una base. El riesgo que tomaste con el edificio es enorme. Necesito ver que, al menos en nuestra vida personal, podemos tener... coherencia.

—Mi coherencia es la pasión, Nico. Y la tuya es la predicción. Y si no puedes improvisar una feria de barrio, ¿cómo vamos a improvisar una vida juntos?

Nuestra discusión escaló, silenciosa y peligrosa, justo cuando el mesero traía la entrada.

Y entonces, mi teléfono vibró. Era Bruno. Tres llamadas perdidas y un mensaje de texto.

“Emergencia financiera. Un cheque grande. Tienes que volver. ¡Lalo en pánico!”

Miré a Eva. La cena, la estructura, la discusión, todo se había derrumbado por una variable externa. La vida en el barrio siempre ganaba.

—Tenemos que irnos —dije, arrojando la servilleta sobre la mesa.

Lalo . Yo había seguido el Plano de Depósito de Nico al pie de la letra: banco correcto, cuenta correcta, orden correcto. Me sentía responsable por el Tesoro de la Esperanza.

Pero la cajera me miró con una cara de funeral.

—Joven, lamento decirle que el cheque de diez mil dólares... no tiene fondos.

—¿No tiene fondos? ¡Pero era la inversión del Sr. Castillo! ¡El de la tienda de antigüedades!

—El cheque es, de hecho, falso. Lo sentimos. Es un fraude.

¡Diez mil dólares! Una quinta parte de nuestro depósito. El miedo me recorrió. Eva y Nico estaban en su cena estructurada. No podía arruinar su romance.

Llamé a Bruno, que estaba en el café, contando sus historias de gatos a una clienta.



#1588 en Otros
#531 en Humor
#1060 en Novela contemporánea

En el texto hay: amistad, secretos, enredos comicos

Editado: 24.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.