Eva. La notaría, la transferencia, la victoria. Todo se sentía como un sueño glorioso y estructurado. Nico estaba en la fase de diseño de remodelación de la Cooperativa. Ahora, nuestro caos era un proyecto en la mesa de dibujo.
La convivencia con Nico era una mezcla deliciosa de contrastes. Compartíamos las noches diseñando nuevos baños para Paolo, discutiendo sobre el costo de la nueva máquina de café de Bruno, y besándonos bajo la luz de la luna, donde las matemáticas no existían. Nuestro 50% estructura y 50% caos funcionaba, pero yo seguía buscando la prueba final de que ese equilibrio era sostenible, no solo una tregua.
Esa mañana, el salón estaba tranquilo. Demasiado tranquilo. Era la calma que precede a la crisis de identidad.
La clienta de hoy era Alejandra, una mujer que venía con un dilema de vida que se manifestaba en su cabello. Se sentó en mi silla con una expresión de pura indecisión, su cabello castaño apagado esperando una sentencia.
—Eva, necesito tu ayuda. Tengo dos vidas. Una es mi trabajo: soy abogada corporativa, y necesito verme firme, seria y estructurada. La otra es mi pasión: soy DJ de música electrónica, y necesito verme libre, caótica y vibrante.
—¿Y cuál es el dilema, mi cielo?
—Quiero un color que combine ambas. Un color que grite: ‘Soy la estructura, pero amo el caos.’
—Quieres el Color de la Dualidad. ¿Y qué color has pensado?
—Quiero un Rubio Platino Gélido para la abogada. Pero con una Base de Negro Azabache que se vea en las raíces para la DJ. Y quiero que se vea... integrado.
Me quedé en silencio. El color era el espejo de mi propia vida. El platino de Nico, el negro de mi caos. Ella quería una mezcla que era, químicamente, una pesadilla. Un error de pigmentación la dejaría con un cabello verde pantano, la antítesis de la estructura.
—Es imposible, Eva —dije, honestamente—. El contraste es demasiado violento. El negro absorberá el platino, o el platino se verá opaco en la transición. Estás pidiendo un divorcio capilar. Tienes que elegir.
Alejandra suspiró, frustrada.
—¡Pero no puedo elegir! Si soy solo la abogada, me muero de aburrimiento. Si soy solo la DJ, pierdo mi solidez. Mi vida depende de ese equilibrio.
Sentí la necesidad de llamar a Nico. Él era el único que podía darme un plano estructural para esta crisis de identidad.
Nico. Llegué al salón con los planos de la nueva distribución bajo el brazo. Mi vida, en este momento, era una cuadrícula perfecta de futuro. Entré y vi la escena: Eva debatiendo con una clienta sobre una crisis cromática que yo entendí perfectamente.
—Eva, ¿qué pasa? ¿Problemas de pigmentación?
—Problemas de dualidad existencial, Nico. Ella quiere un cabello que sea un manifiesto: 50% estructura, 50% caos. Un platino gélido con una base de negro azabache. Yo le dije que es un divorcio capilar.
Me acerqué a Alejandra, la abogada/DJ.
—Señorita —dije, con mi tono más didáctico—. Yo soy arquitecto. Y la estructura más fuerte es la que acepta la contradicción. Un muro de ladrillo es firme, pero si no tiene el cemento flexible que permite el movimiento sísmico, se cae. El problema no es el color; es la transición.
Eva me miró, impresionada. Su conflicto emocional era ahora un problema de diseño.
—Si los colores se tocan, luchan. Pero si se separan por una línea de transición que los respeta, se convierten en un dúo dinámico.
—¡Me gusta el concepto! —exclamó Alejandra. —¿Y cuál es esa línea de transición?
—Una banda de color neutro y cálido que divida el frío del platino y la oscuridad del negro. Un color que sea como un puente: un caramelo profundo, o un marrón cálido. No es una solución química; es una solución de diseño.
Alejandra se levantó de la silla, emocionada.
—¡Sí! ¡El puente! Un color que me diga: "puedes ser ambas cosas, si encuentras el punto de encuentro." ¡Eva, hagámoslo!
Eva. Nico acababa de resolver el conflicto capilar más complejo que había visto en años, usando la metáfora de la arquitectura. Me había demostrado, una vez más, que su estructura no era un límite, sino una solución creativa a la vida.
—Lalo, mi vida —dije, con una sonrisa que no cabía en mi rostro—. Necesito que prepares una mezcla de caramelo oscuro. ¡El color del punto de encuentro!
Mientras preparaba el platino, mi mente estaba en Nico. Él me había dado el plano de la reconciliación.
—Tú eres increíble, Nico. No solo salvaste el salón; salvaste la identidad de una mujer.
—Tú salvaste mi estructura. Me enseñaste que el riesgo de la imprevisibilidad vale la pena.
Nos quedamos en silencio, mientras el color del platino se oxidaba lentamente en el cabello de Alejandra. El contraste entre el frío y el calor era tan intenso que la tensión entre nosotros era palpable.
—Eva —dijo Nico, tomando mi mano que aún estaba manchada de tinte—. ¿Recuerdas que me preguntaste cuál era el verdadero riesgo de nuestra inversión?