Rizos Y Risas

CAPÍTULO 27: EL CAOS TURÍSTICO Y LA PRUEBA DEL HOGAR

Eva. El edificio era nuestro. La Cooperativa estaba inscrita. Las remodelaciones, según el plan meticuloso de Nico, comenzarían en otoño. Pero era verano, y el verano trajo una invasión que nadie había puesto en el plano: el Caos Turístico.

“Rizos y Risas” se había convertido, gracias a un bloguero de viajes despistado, en el "salón auténtico con ambiente bohemio" que todos los extranjeros querían experimentar. Ya no era un refugio; era una parada obligatoria para un look exótico y una selfie con la dueña.

Esa mañana, el salón era una locura. El olor a peróxido se mezclaba con el aroma a bronceador y la confusión idiomática. Teníamos un japonés pidiendo un mullet de fantasía, una francesa que solo hablaba de la filosofía del cabello, y un grupo de estadounidenses que querían saber si Lalo era un personaje de reality show.

—¡Eva! —gritó Marta, intentando filmar a Lalo mientras batallaba con un secador—. ¡Esto es oro! ¡Mi serie “La Historia detrás del Ladrillo” ahora tiene un ángulo global! ¡Mis seguidores internacionales están explotando!

—Marta, mi vida. No estamos en un circo. Estamos en una peluquería. Y el caos es demasiado.

—¡No! ¡Esto es la prueba de que somos el Ancla Social Global!

Yo, la maestra del equilibrio, me sentía como un barco en medio de una tormenta de mechas y peticiones incomprensibles. El plan de Nico para la remodelación era perfecto, pero no había una cláusula para la “Fase de Sobrecarga Capilar Estacional.”

Bruno, desde su cafetería, nos enviaba refuerzos de café, con su rostro pálido.

—¡Eva, me están pidiendo un latte con leche de avena que no tengo! ¡Y el turista alemán no entiende que mi vida amorosa no está en el menú! —gritó Bruno, exhausto.

Mi frustración era real. Habíamos luchado por la permanencia de nuestra comunidad, y ahora, los transeúntes temporales amenazaban con erosionar esa paz.

—Necesito estructura, Lalo. Necesito que alguien imponga un orden.

Lalo, sin embargo, estaba al borde del pánico.

Lalo. Mi misión del día era atender a un turista alemán. Un hombre serio, con una barba rubia y un mapa doblado en la mano. Yo me había preparado mentalmente para el mullet, pero él quería algo más complejo.

—Ich möchte einen Seitenscheitel, aber mit einer 3-mm-Überblendung im Nacken und einer V-Form an der Kotelette. Verstanden? —dijo el alemán, con una seriedad que hubiera roto la armadura de Don Ricardo.

—Yo... yo solo entendí Scheitel, señor. Y millimeter —murmuré, sintiendo que mi cerebro se derretía—. ¿Quiere un corte de pelo, o la especificación de un motor de coche?

Marta se acercó, grabando.

—¡Lalo, di algo en español! ¡Muestra la autenticidad!

—¡No puedo! ¡Su corte es demasiado importante! ¡Si lo corto mal, Alemania me pondrá una multa cultural!

Me giré, desesperado, buscando a Nico. El arquitecto, el hombre de las estructuras y la precisión, era el único que podía salvarme del pánico políglota.

—¡Nico! ¡Ayuda! ¡Necesito un traductor de cortes de pelo de alto rendimiento!

Nico. El caos no me molestaba; me intrigaba. El salón era un punto de sobrecarga funcional que requería una optimización inmediata.

Llegué a “Rizos y Risas” a la hora exacta, con mi briefing estructural en mente. El ambiente era un testimonio del poder del boca a boca. Vi a Lalo en crisis existencial con un turista alemán, a Marta intentando vender un filtro de barba, y a Eva al borde del colapso del moño.

—Lalo, tranquilo —dije, acercándome con mi tono más calmado y profesional—. Yo hablo alemán técnico. Se llama ‘V-Shape Fade’. Es una especificación geométrica. Lo que quiere es un fade perfecto en los laterales, con un cuello en forma de V.

Saqué un pequeño cuaderno y dibujé rápidamente un diagrama.

—Mira, Lalo. El 3mm es la base, la estructura. La V es el punto de fuga. Es pura arquitectura capilar.

—¡Es... es un plano! —exclamó Lalo, sus ojos brillando. La geometría del corte le dio la valentía.

—Exacto. Ahora, síguelo al pie de la letra. Yo me encargo de la optimización de flujo.

Me acerqué a Eva. Ella me miró con una mezcla de gratitud y exasperación.

—Te amo, arquitecto, pero esto es demasiado. ¿Cómo manejamos esta sobrecarga?

—Con el Plano de Descompresión Turística. Simple y flexible.

Saqué un cartel de mi maletín, escrito a mano: "SERVICIOS EXPRÉS: Solo cortes clásicos. NO FANTASÍA. NO COLOR. 30 minutos máximo."

—Los turistas quieren una experiencia, no un resultado perfecto. El turista no es un cliente de permanencia, Eva. Es un flujo de caja temporal. Limitamos el servicio para proteger la esencia. Y los precios… los doblamos para el servicio exprés. Es pura economía de la oferta y la demanda.

Eva se rió, su moño de control emocional estaba de vuelta, pero esta vez, con la estructura de Nico como su cimiento.



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En el texto hay: amistad, secretos, enredos comicos

Editado: 24.11.2025

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