Rizos Y Risas

CAPITULO 31.- EL DIA DE LA INAUGURACIÓN DE LA NUEVA BASE

Hoy no era un día de crisis; era el día de la Inauguración de la Nueva Base. Y nuestra boda.

—Arquitecto —dije, mientras Nico me ajustaba el velo en el pequeño apartamento de arriba (nuestro primer hogar)—. ¿Estás seguro de que esta es la Silueta del Futuro que quieres? Una boda en un salón de belleza, con un fade en el cabello y una recepción con pizza de horno de leña.

—Es la silueta más hermosa que he diseñado. Yo ya no busco el orden; busco la fluidez que solo tú me das.

Nico, el hombre de la lógica, se había convertido en el hombre de la fluidez controlada. Había aceptado el caos de su vida y, en el proceso, había encontrado su verdadera base firme.

La ceremonia fue un caos organizado: Lalo, lloró más que la novia mientras Bruno servía café de “Compromiso” con una máquina de espresso que, de hecho, escribía poemas cortos. Marta, transmitía la boda con un pie de foto simple: "El amor verdadero no necesita filtros."

El momento más emotivo fue cuando Doña Aurora, vestida con su mejor lino y su Cobre de la Honestidad, me entregó las tijeras de oro de mi abuela.

—Estas tijeras, Eva, no son solo para cortar. Son para mediar. Úsalas con tu esposo para cortar el drama innecesario y para diseñar la vida que ambos quieren. Tu compromiso es el color más fuerte.

Nico y yo nos dimos un beso que no era una firma, sino la promesa de permanencia.

—Eva Torres, —susurró Nico en mi oído—. El Plano de Matrimonio está firmado y sellado. Ahora, a bailar con el caos.

Y con esa frase, la celebración se desbordó como una ola de permanente mal aplicada, pero gloriosa.

La Nueva Base olía a laca, a pizza de horno de leña, a café de especialidad y a esa extraña y reconfortante mezcla de hormigón fresco y esperanza. Habíamos reemplazado el tradicional banquete con estaciones de belleza efímera y arte culinario callejero. En la esquina, una peluquera experta creaba trenzas de fantasía a quien se atreviera, mientras que, al lado, Nico supervisaba el flujo de personas con una sonrisa tensa pero genuina.

Lalo se había recuperado de su colapso emocional inicial. Ahora, con un pañuelo de papel en una mano y una rebanada de pizza en la otra, se dedicaba a contar anécdotas embarazosas de nuestra juventud a cualquier cliente o invitado que se cruzara en su camino.

“Eva siempre supo que Nico era su tipo”, le decía a una señora con un nuevo bob asimétrico. “Ella simplemente tuvo que enseñarle que las reglas de construcción a veces tienen que romperse para hacer algo verdaderamente hermoso.”

Marta, mi influencer de confianza, no se limitaba a transmitir. Había organizado un challenge improvisado de la boda: #BaseDeLaFelicidad. Su cámara captaba los detalles que solo ella notaba: el juego de luces que Nico había diseñado, que cambiaba sutilmente de tonalidad según la emoción dominante en el ambiente; la pared de ladrillo expuesto que, en lugar de cuadros, tenía colgados recortes de prensa de nuestra antigua peluquería, Rizos y Risas.

Me acerqué a Doña Aurora, que ahora se había sentado en un trono improvisado cerca de la fuente de chocolate. Sus ojos, llenos de esa sabiduría que solo la experiencia te da, brillaban al verme con el velo.

—Eva —me llamó, señalando a Nico, que estaba riendo con Bruno cerca de la máquina de poemas. Era una risa que yo no le había oído en años; liberada de la presión de la perfección—. Él es tu base. La gente busca bases de concreto, pero la mejor base es la que se adapta, la que puede fluir. Cortaste el drama y diseñaste un futuro donde la lógica y el caos pueden convivir. Eso vale más que cualquier fade perfecto.

Tomé las tijeras de oro que me había dado. Eran pesadas y frías. No eran una herramienta para cortar cabello, sino un símbolo de mi nueva misión: ser la mediadora en mi vida, la que encuentra el equilibrio entre lo que debe ser y lo que es.

Cuando la música (una mezcla imposible de jazz suave y reggaetón retro que solo Lalo podría aprobar) subió de volumen, Nico se acercó a mí. Me tomó la mano con esa firmeza que me hacía sentir segura, incluso en medio de este torbellino.

—¿Primer baile, Sra. Torres? —preguntó.

—No sé cómo bailar esto, Arquitecto —admití.

—No hay un plano para este baile, Eva —me respondió, atrayéndome suavemente—. Solo hay ritmo y reacción.

Y así, en el corazón de la Silueta del Futuro, en medio de las tijeras, el café y el aroma a pizza, Nico y yo empezamos a movernos. No fue un vals, ni un tango elegante. Fue una mezcla de pasos torpes, risas incontrolables y miradas cómplices. El caos organizado de nuestra boda era el plano perfecto de nuestro matrimonio: 100% real, 100% único, y 100% nuestro.

Habíamos construido una base, y era la más firme de todas, porque estaba construida sobre la verdad y la fluidez del amor. La Nueva Base no era un edificio, era una promesa.



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En el texto hay: amistad, secretos, enredos comicos

Editado: 24.11.2025

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