Rizos Y Risas

EPÍLOGO: EL GRAN FINAL ????

Eva. El olor a peróxido se había mezclado con el aroma a cemento fresco y el inconfundible olor a canela del café de Bruno. Habían pasado seis meses desde la firma de la Cooperativa.

El salón ya no era solo "Rizos y Risas"; era "Rizos y Raíces." Las paredes conservaban el color salmón y menta (el caos), pero ahora tenían vigas expuestas de madera oscura (la estructura).

Me encontraba en mi oficina, la que Nico había rebautizado como el “Módulo de Planificación de Vida,” revisando las últimas cuentas de la Cooperativa. El mármol de Paolo ya estaba instalado en su cocina. La Cámara de Colágeno de Marta estaba funcionando en el piso de arriba, junto a su nuevo estudio de podcasts (el lugar donde la Contadora-Artista podía, por fin, crear). El Banco de Doña Aurora estaba afuera, bajo un toldo.

—Eva, mi amor —dijo Nico, entrando con el traje de arquitecto y un beso de compromiso—. El plan de hoy está completo. Remodelación terminada. El inquilino más importante te espera en la silla central.

—¿El inquilino más importante? ¿No es Don Ricardo?

—No. Eres tú. Hoy, me toca a mí darte el Corte de la Permanencia.

Me guió al centro del salón. La luz del sol se filtraba por las nuevas ventanas, que Nico había diseñado para maximizar la luz natural.

—El plan es simple —dijo, tomando mi cepillo—. Yo te hago el color de la Permanencia: el rubio frío (tu disciplina) con el cobre (tu pasión) en el centro. Tú cierras los ojos y confías.

Cerré los ojos, sintiendo la confianza absoluta. El caos y la estructura habían encontrado su equilibrio perfecto.

Lalo. Yo no era el aprendiz torpe; yo era el Estilista en Jefe de Remodelaciones.

Mi vida había cambiado. Ahora tenía una estación de trabajo de mármol que Nico me había enseñado a anclar a la pared con precisión. Había superado el miedo al fracaso.

Vi a Nico teñir el cabello de Eva, con esa concentración de ingeniero. El ambiente era de celebración, no de negocio.

—Bruno, mi bro —dije, acercándome al mostrador, donde Bruno ya tenía su nueva máquina de espresso (que no goteaba). —Marta me dijo que ya tiene tres patrocinadores para su podcast.

—Marta es un genio de la autenticidad, Lalo. Y yo... yo estoy saliendo con la hermana de Paolo. ¡La que tiene la panadería de al lado!

Bruno había encontrado la estabilidad romántica, no por mi consejo, sino por el Plan de Remodelación. La máquina de espresso sin goteo era la prueba de su compromiso.

—La Cooperativa nos dio un futuro, Bruno.

—No, Lalo. Eva nos dio la fe, y Nico nos dio los cimientos para construirla.

En ese momento, vi entrar a Doña Aurora. Se dirigió directamente a la ventana, que ahora tenía el banco de madera instalado.

—Doña Aurora, ¿le gusta el banco?

—Me encanta, muchacho. El banco no es solo madera; es el ancla de la paciencia.

Ella se sentó, con su elegancia atemporal, lista para ver el flujo de la vida.

Marta. Mi serie “La Historia Detrás del Ladrillo” tenía millones de vistas. Mi podcast, “Mi Cabello, Mi Contabilidad”, era el más escuchado en el barrio. Yo era la Cronista del Caos que había encontrado su propósito: validar la belleza de la vida cotidiana.

El nuevo estudio de podcast de la Cooperativa era mi refugio.

Vi a Eva y a Nico, juntos, en la silla. Eran el epítome de mi nuevo eslogan: “Estructura y Sentimiento: La Única Fusión que Vale la Pena.”

—Lalo —dije, tomándolo del brazo—. Ve y trae la botella de champagne que guardamos para el epílogo. Hoy es el día de la revelación.

Me acerqué a Eva. Ella estaba a punto de levantarse de la silla, el color ya aplicado.

—Eva, querida. Tu boda fue el mejor contenido que he tenido en años. Pero el verdadero like de esta historia es tu final. ¿Estás lista para el Corte de la Permanencia?

—Lista, Marta. Mi vida es una inversión a largo plazo, sin cláusulas de salida.

Nico. El Color de la Permanencia era el desafío más grande de mi vida profesional. Tenía que ser perfecto: la integración de lo que amaba de Eva y de lo que ella me había enseñado.

Le lavé el cabello en el lavacabezas nuevo, que Paolo había decorado con azulejos italianos. El color era vibrante: un rubio frío en las puntas (el futuro) que se fusionaba perfectamente con el cobre profundo (el pasado y la pasión) en la raíz. No había líneas duras; solo una transición suave.

—Eva, este no es un corte de pelo. Es la demostración de que la transición es posible. El miedo se ha ido.

—El miedo siempre vuelve, Nico. Pero ahora sé que tengo la mejor estructura para enfrentarlo.

La sequé, y le di el espejo. Ella se vio a sí misma. El look era espectacular: fuerte, profesional, pero con una calidez que solo el amor puede dar. Era la Eva que había encontrado la paz en el caos.



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En el texto hay: amistad, secretos, enredos comicos

Editado: 24.11.2025

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