Robin y Robin

4. Anisoptera

Robin Jordan.

Odio ese sonido, me hace pensar en una libélula atrapada que mueve sus alas con desesperación intentando liberarse.

Abrí mis ojos lentamente, la basta luz de la habitación me encandiló hasta que logré acostumbrarme a ella, lo primero que reconocí fue una de esas lámparas largas que están pegada al techo y fastidiosamente producen ese extraño ruido que tanto desprecio. Una risa llamó mi atención, giré mi cabeza unos grados a la izquierda para encontrarme con Robin de pie, risueña al lado inferior de la cama en la que estaba acostado y a la que no recordaba haber llegado.

—¿De qué te ríes? —le pregunté y en seguida sentí mi garganta bastante seca al igual que mis labios— ¿Qué es tan gracioso? —humedecí mi boca.

Ella continuó riendo como si supiera algo que yo no, cruzada de brazos con su postura despreocupada, seguí sus ojos y ellos veían la cama, había una gran sábana sobre mí, no entendía nada. ¿Llegué solo hasta la cama? ¿por qué estaba yo ahí? ¿por qué Robin estaba a mi lado?

Retiré la sábana detenidamente y mis ojos se abrieron en angustia al ver que me hacían falta las dos piernas, sólo tenía mis rodillas y unas vendas sucias que cubrían los muñones. Pegué un grito tremendo de horror y dolor ante la imagen que frente a mí se desarrollaba, la risa de Robin envolvía el espacio y todo empezó a dar vueltas como un tablero de juego maligno. Sentí que me tomaban de los hombros y me estrujaban fuertemente.

Entonces desperté.

La mirada preocupada de una enfermera caía sobre mí al tiempo que me palpaba la frente limpiando el sudor en ella.

—Tranquilízate, sólo es una pesadilla, estás bien.

De inmediato mi mirada bajó a la cama y con un tirón lleno angustia retiré la sábana para encontrar todo en orden. Dos piernas completas que hasta moví para asegurarme de que funcionaran, el basto miedo se alejó de mi cuerpo gradualmente y deje caer mi cabeza en la almohada exhalando en alivio.

Robin —pensé.

—¿Dónde está...

—¿Robin? —sugirió ella revisando unos papeles— pabellón de recuperación.

—¿Qué? ¿Por qué? —me oí más preocupado de lo que planeaba.

—Fueron internados a las 6:48 pm y ahora mismos son las 11:03, lo que significa que ya terminó mi turno... —no sé qué expresión tenía en ese momento, pero pude ver algo de compasión en sus ojos— No recuerdas nada, ¿verdad? —negué levemente— ya lo harás, poco a poco es probable que fragmentos del accidente lleguen a tu mente.

—¿Accidente?

—Según el reporte de la policía... —empezó a leer— estaban a bordo de un auto sin movimiento cuando fueron embestidos por una camioneta que había perdido los frenos..., chocaron contra un árbol perdiendo el conocimiento... Vaya, a pesar de todo sí que tuvieron suerte, hablo en serio, su accidente era digno de múltiples huesos rotos y hasta la muerte, parece que tienen influencias allá arriba —le dio una mirada rápida y elocuente al techo.

—No, éso no puede ser, nosotros... —sentí un pinchazo en la cabeza que me hizo arrugar la cara y apretar las sábanas con mis puños— ¿Cómo está ella?

—Está bien —relajé los manos y solté un suspiro que no sabía que tenía—, contusiones menores y un esguince de tobillo.

—¡¿Qué?!

—Sanará, requirió que le pusieran una escayola para inmovilizar el tobillo y que esté un largo periodo de tiempo sin apoyar el pie ya que es un esguince de grado tres —fruncí el ceño evidenciando que no entendía su jerga médica— significa que es grave, ocurre cuando te rompes alguno de los ligamentos laterales del tobillo.

—¿Cuánto tiempo tendrá que estar con la escalera?

—Escayola —me corrigió.

—Escaloya, escaloya —dije apurado.

—Tres meses.

—Alto, usted no entiende, ella, ella no puede usar esa cosa tres meses —le expliqué, alterado e impaciente— íbamos a su presentación más importante, Robin estuvo haciendo llamadas desde hace seis meses a la American Ballet Theater de Nueva York —su cara mostró que no comprendía mis palabras— es una de las mejores escuelas de danza en el mundo —asintió no muy segura— y cuando al fin logró que le respondieran los miles de correos, ellos dijeron que el mismísimo director en persona vendría a verla, si todo salía bien comenzaría clases en octubre, él es un tipo muy ocupado, no esperará tres meses a que Robin esté recuperada... ésa noche era la única, su única oportunidad para... —me pasé las manos por el cabello y la cara sintiendo una ira inmensa— y yo lo arruiné.

Ni siquiera sé porqué le conté todo eso a ella, no es que me pudiera ayudar o alterar el pasado, ya estaba hecho y nada que intentáramos podría remediar todo lo sucedido, tal vez sólo se lo dije porque necesitaba sacarlo de mí, necesitaba expresarlo en voz alta y en esos momentos era la única presente para escuchar mis quejas sin sentido ni validez.




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