Rodeados de azúcar y nieve

Capitulo 8

Capítulo 8 – La prometida perfecta

Nunca me gustaron los clichés, pero supongo que Pineberry Falls tenía un sentido del humor retorcido. Porque justo cuando pensaba que las cosas no podían complicarse más, apareció ella: Vanessa Cole, la prometida de Ethan.

La vi por primera vez bajando los escalones de la panadería con una gracia que parecía calculada al milímetro. Su cabello dorado caía en ondas perfectas, su vestido color crema combinaba con guantes de seda y botas elegantes, y cada movimiento suyo era digno de una portada de revista navideña. Sonreía, pero no con los ojos. Sus ojos parecían calcular cada reacción a su alrededor, y yo, sentada en medio del polvo y la harina, no pude evitar pensar: “Wow… la perfección existe, y definitivamente está tratando de aplastarme”.

—Emily, ¿verdad? —dijo, con esa voz dulce y musical que sonaba como un comercial de colonia—. Soy Vanessa. Encantada de conocerte.

—Eh… sí… mucho gusto —dije, levantándome del banco donde había estado reorganizando unos moldes.

Harper soltó un silbido apenas perceptible, y no pude evitar reírme en voz baja. Era como si incluso ella, con su caos constante, reconociera el nivel de amenaza silenciosa que Vanessa irradiaba.

—Qué bonito… suéter —dijo Vanessa, mirándome con esa sonrisa que parecía tan genuina que casi me lo creí por un segundo—. Muy… rústico.

—Gracias —respondí con un tono cuidadosamente neutral—. Es cómodo.

Vanessa asintió con suavidad, y entonces su mirada se dirigió hacia Noah, que estaba jugando con una pequeña bandeja de galletas. En cuanto sus ojos se posaron sobre él, su sonrisa cambió. Algo en la curva de sus labios se tensó, y el brillo en sus ojos desapareció.

—Noah… cariño —dijo, con una voz fría y calculada—. ¿Por qué estás manchando el piso otra vez?

—¡Solo estoy ayudando! —respondió Noah, con el mismo entusiasmo inocente de siempre.

Vanessa arqueó una ceja, claramente irritada por la falta de perfección.
—Ayudar… sí, bueno… no me parece muy organizado. Recuerda que todo tiene que estar impecable.

Algo dentro de mí se tensó. No era solo una corazonada; era evidente. Ella era hermosa, encantadora y perfecta para cualquier evento social, pero con Noah… era como si estuviera enseñándole a temerla. Mi corazón se encogió por el niño, y por un instante sentí una oleada de protección que no esperaba.

—Emily, ¿te gustaría acompañarme a mostrarle a Vanessa cómo se hacen las galletas de Navidad? —dijo Harper, con una sonrisa cómplice.

—¿Yo? —pregunté, dudosa—. No sé si eso sea una buena idea…

—Oh, vamos —dijo Harper, empujándome suavemente hacia la mesa—. Será divertido. Además, quiero ver cómo reaccionas ante la prometida perfecta.

Suspiré y me acerqué a Noah, que me miró con esa mezcla de adoración y confianza que me hacía sentir invencible.
—No te preocupes, Noah —le susurré—. Yo me encargaré de que esto no sea tan… intimidante.

Vanessa nos observaba con esa elegancia calculada, cruzando los brazos y adoptando la pose perfecta de mujer refinada. Cada gesto suyo era medido: un leve movimiento de las manos, una inclinación de la cabeza, una sonrisa mínima, estudiada. Y sin embargo, cada vez que Noah hablaba o se acercaba a ella, podía ver un pequeño destello de impaciencia, de frustración contenida.

—Emily —dijo, con su voz dulce pero cargada de un toque de autoridad—. Asegúrate de que las galletas estén perfectas. Me gustaría que la panadería muestre excelencia, incluso en los detalles más pequeños.

—Por supuesto —dije, con una sonrisa que intentaba mantener la calma—.

Mientras trabajábamos, no pude evitar observarla. Cada interacción con Noah estaba marcada por tensión y control, mientras que con Ethan, Vanessa era encantadora, risueña, completamente deslumbrante. Era un contraste tan marcado que me hizo preguntarme cómo alguien podía ser tan impecable y, al mismo tiempo, tan distante y fría con un niño que claramente necesitaba cariño.

—Noah, no pongas tanta azúcar ahí —dijo Vanessa, con la voz que ahora sonaba más severa que dulce—. Eso no es decorativo. Eso es… desorden.

—¡Pero me gusta mucho así! —protestó Noah, su pequeño rostro fruncido en una expresión adorable de desacuerdo.

—Emily —susurré mientras Harper observaba, divertida—. ¿Ves lo que quiero decir? Ella es… perfecta, pero solo en la superficie.

Harper asintió con una sonrisa traviesa—. Sí, y Noah lo sabe. Por eso te mira con esos ojos, confiando en que tú no lo juzgarás.

Mientras Vanessa seguía supervisando cada movimiento, intentando imponer su “perfección” sobre todo lo que Noah hacía, no pude evitar sentir una mezcla de compasión y enojo. Ese niño necesitaba alguien que lo abrazara, no que lo corrigiera con frialdad disfrazada de elegancia.

Decidí intervenir de manera sutil. Tomé una galleta que Noah había decorado con demasiada azúcar y la mordí, exagerando una expresión de sorpresa y deleite.
—¡Wow! Esto es increíble, Noah —dije, con entusiasmo—. La cantidad de azúcar le da un sabor especial, único.

Noah sonrió ampliamente, y pude ver cómo su confianza aumentaba. Vanessa me miró, un poco sorprendida, y luego asintió con una sonrisa medida, como si aceptara la diferencia sin admitirlo.

—Supongo que… tiene un punto —dijo, con la voz controlada—. La creatividad también es importante.

Mi corazón se relajó ligeramente, aunque aún estaba en alerta. Vanessa Cole era peligrosa en su perfección; su encanto con Ethan y el pueblo era solo la punta del iceberg. Pero Noah… Noah era real, genuino, y tenía un efecto inmediato sobre mí que ninguna perfección artificial podía igualar.

Mientras continuábamos horneando, Harper no pudo resistirse a hacer un comentario sarcástico:
—Oh, Emily, ¿ves? La prometida perfecta es como un muñeco de porcelana: hermosa, elegante y lista para romperse con el mínimo toque de realidad.

—Sí… —dije, sonriendo entre dientes mientras vigilaba a Vanessa—. Solo espero que Noah no se dé cuenta demasiado rápido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.