Me frenó cuando llego al salón, curiosamente la primer clase del de hoy, es con la maestra Cristina, ella no lo sabe. Pero su mejor amiga estará en el mismo salón, solo que en una forma que ella no espera.
Camino para tomar asiento, Isabel suspira y en voz baja. —Un día más aquí—exclama con una voz cansada.
Volteó a mirarle. —No es tan malo.
De inmediato su asombro y atención están sobre mí. Sus cejas y su mirada de confusión son evidentes. —¿A caso escuché bien?—se acerca a mí arqueando su ceja.
Sonrió y ruedo mis ojos. —Ya, no exageres—dejó caer mi mochila sobre mi asiento. Estoy observando a la puerta con suma atención, le estoy esperando.
Ciertamente es diferente estar vestida con uniforme, sentada y lista para tomar clases. Yo solía estar al frente de los alumnos, dando la clase y charlando, siempre tratando de que entraran en confianza. No me quiero imaginar a mi contraparte en mi cuerpo.
Mi mejor amiga se sienta y me observa. —Quizás una breve luz te hace ver lo bueno de la vida—me dice. —¿Tus deseos contra tu vida se disipan?—inquiere con una curiosa.
Veo ingresar a ese chico. Camina sonriendo al lado de Leonel. Esa seguridad y sonrisa, carisma puro. Veo a mi mejor amiga, mientras continuo de pie al lado de mí donde suelo sentarme. —Sí. Se han disipado—expresó con felicidad.
Adrien Camina para sentarse en la misma fila en la cual está Isabel. Carga su mochila con su mano izquierda, cuando me observa, una mirada agradable y cálida. Curiosa, quizás. Noto que estoy aquí; yo no puedo desaprovechar la oportunidad. Levanto mi mano derecha para hacer un ademán y saludarle. —Hola, Adrien.
Él pasa al lado de Isabel y me regla una sonrisa. Levanta su mano y dedo índice, entrecierra sus ojos. —Hola... Pauli...—le interrumpo. —Soy Paola. Paola Zárate—exclamó feliz.
Asiente. —Lindo nombre. Ayer me lanzaste unas miradas que daban algo de miedo. Pero veo que eres una chica agradable—comenta antes de continuar su camino y sentarse tres lugares atrás de Isabel.
Mi mejor amiga solo guardo silencio en el intercambio de palabras que tuve con él. Ella estaba entre ambos, solo que sentada y volteando a mirarnos cuando hablábamos.
Tomo asiento, mi felicidad es evidente y mi semblante es notorio. La cara de ella, observándome desde mi lado izquierdo. —¿Por qué carajos estás feliz? Ya se, ya se. Todos sonreímos, e incluso chicas como tú. Y vaya que eso es decir mucho...—se inclina un poco para bajar el volumen de su voz. —Pero tú...
Niego con la cabeza. —La vida es extraña algunas veces—contestó cuando veo ingresar a la última chica que faltaba en el grupo. Lidia.
Apenas ingresa, sus ojos parecen buscar a alguien. Su curiosidad por saber sí está presente, es notoria. Ve a Adrien y su sonrisa natural se hace presente.
Le veo caminar entre ambas filas, un lugar está libre en la misma fila. —Hola—exclama con alegría y besa su mejilla.
—Vaya...—murmuró después de ver la acción.
Supongo que tengo competencia. Centro mi vista al frente.
—Bueno. Buen día—bosteza. —Sinceramente tengo sueño, si me hubiese podido quedar en mi cama lo haría. Pero no, sé que ustedes no podrían estar sin las clases de su adorable profesora—sonríe de oreja.
Leonel sonríe. —Creo que deberíamos guardar silencio, cada uno se pone a jugar en línea en su smartphone y todos le dejamos tomar una siesta—bromea un poco.
Ella le mira y juzgando por su mirada, la idea parece agradarle. Estando en esta clase, y conociendo a mi mejor amiga, es capaz de aceptar.
Cristina camina al frente nuestro. —Es una buena idea, Leo. Pero luego la directora se enoja—ríe. —Hoy retomaremos el tema 2–ordena.
Abro mi libro, finjo buscar algo en mi mochila, que está a mi lado, así puedo observar a Adrien. Lidia se le tan contenta, que me atreví a decir que es otra persona. Quizás en este nuevo año muchos cambiaron hasta de personalidad.
No es difícil terminar ni comprender el tema. Es pan comido para mí. En cuanto termino, me inclino a mi lado para ayudarle a mi mejor amiga. Solo que es un infierno estar escuchando la risa de esa chica que está detrás de Isabel, saber que está charlando con él. En cuanto pueda me debo acercar.
Solo dos problemas matemáticos vienen acompañados de este primer tema, quizás algo para calentar por ser los primeros días en que inicia este nuevo año.
Estoy de pie, sonriendo para que la encantadora maestra califique. Mi semblante agradable quizás es extraño.
Ella al verme y calificar se deja ver sorprendida. —¿Este año sí vienes con nueva actitud, Pao? Excelente—pregunta curvando sus labios.
Levanto mis hombros. —Algo así. Todos en la vida cambian... y este año, es mi año—aseguró cuando cierro mi libreta.
Su rostro lo dice todo. —Mentiría sí te digo que no estoy sorprendida. Jamás creí que llegaría el día en que dejarías de ser rebelde y... un poco oscura—intercambia palabras con mucha confianza.
Levanto mis cejas. —Nunca se sabe—recalcó antes de caminar de nuevo a mi lugar para tomar mi mochila y salir del salón.
En los lugares de enfrente, en cada fila es más que obvio que escucharon la conversación con la maestra. Sus miradas están puestas en mí, no les culpo, una chica como Paola. Siempre rebelde, reservada y al mismo tiempo distante, es raro verle cambiar. —Te espero afuera—le digo a Isabel.
Me recargó sobre la barandilla, observando toda la explanada que está entre este edificio y el otro. Observando a algunos ya salir de las clases e ir a otra, la campana aún no toca.
El viento que llega a mí y se desliza sobre mis mejillas blancas, me hace ver esto con algo de nostalgia. O sea, ayer era una mujer de casi 35 años. Hoy soy una chica que no ni cumplido los 18.