Esa chica de vestimenta obscura se acerca a mí. Con una sonrisa en su rostro lentamente se detiene para observarme de pies a cabeza. —Vaya... veo que soy muy linda. Era—hace énfasis cuando finalmente se sienta a mi lado. —Es curiosa la vida, pero muy pocas pueden verla desde nuestra perspectiva—expresa.
Le volteo a ver. Esta vez, no veo un espejo en el cual me reflejo como alguna vez pude hacerlo, cuando podía verme a través de algún artefacto, esta vez, puedo hacerlo, puedo ver ese cuerpo que alguna vez fue mío. —Muchos no entenderían o no están preparados para saberlo. Así es la vida—respondo.
Ella suspira mientras me escucha. —Aún es irreal estar en otro cuerpo. Ver la vida y el mundo desde otros ojos, creo que de cierto modo mi vida se volvió más interesante—sonríe.
Levanto mis cejas. —Yo estoy súper feliz. Con el simple de hecho de tener dos cosas que se me arrebataron, vida y mi amor eterno—respondo.
Me ve con inquietud. —Te miré charlando con él. Creo que le puse más atención a tu comportamiento, no podía dejar de pensar en que ese cuerpo que yo miraba, alguna ves fue mío. Era una sensación extraña...—inquiere.
Con gracia le miró. —Fue una charla agradable, dentro de lo que cabe. Pero hay un gran camino por recorrer. Y la competencia parece que será dura, pero aún así estoy dispuesta a arriesgarme por el, desde el inicio lo dije y lo mantengo—afirmó.
Me escucha y sonríe. —Quien diría que una maestra como tú, tenía un pasado amoroso tan... triste. Supongo que así pasa con muchas personas. La vida no les trata bien, pero se esfuerzan por sonreír—destaca.
Aprovecho el tema, porque a mi mente viene la fotografía en casa. Mi acompañante abre un paquete de chocolates "resses" y sin mirarme me extiende el paquete para que tome uno. Con gusto acepto.
—Oye, cuando desperté, pues hablé con tu madre, que ahora es mi mamá—rio por unos momentos. —Pero hubo algo que me llamó la atención después de un rato cuando bajaba por las escaleras, una fotografía de un chico—apenas pronunció las palabras y ella voltea de inmediato, mientras estaba a punto de morder su chocolate.
—Sí. Sé cual foto es la que mencionas. Mi hermano—responde y resuelve mi duda, aunque con una voz apagada y una mirada pensativa.
Asiento. —No sabía que tenías un hermano. Bueno, que tengo—sonrió después de percatarme que de cierto modo las cosas han cambiado.
Me observa por algunos segundos y guarda silencio. —Él ya no está. Falleció de cancer a la edad de 15 años. Yo tenía 12 años. Saúl era increíble—su rostro se ilumina. —Realmente era agradable pasar el rato junto a él—expresa.
Me deja en silencio. Escuche con atención cada palabra. —Lo siento. No sabía que eso había sucedido—contestó. —Eso explicaría algunas memorias que me confundieron—agregó.
Ella con su mano hace una señal tipo "no importa". —Todos tenemos un pasado o una vida que nadie conoce—levanta sus cejas. —Pero volviendo al tema de tu chico enamorado. Solo Lidia es tu problema... deberás deshacerte de ella o competir—me lanza una mirada provocativa.
Sonrió de lado. —Le ganaré, obviamente. Es linda. Pero yo lo soy más—guiño el ojo.
—Somos perfectas—acentúa ella.
Vuelvo a mi casa, esta vez a un hogar que aunque me pertenece, soy nueva. Camino a la cocina, donde mi madre está preparando un poco de chocolate caliente.
—Hola—saludo. —Ya volví
Ella voltea y me sonríe. —Hola, princesa—contesta. —¿Isabel ya tenía sueño o porque volviste temprano?—pregunta.
Mamá creía que estaba con mi mejor amiga, pero obviamente no era así.
Asiento cuando tomo me recargo de lado en la pared que conecta el comedor con la cocina. —Sí. Le dejé dormir temprano—bromeó. —Ese chocolate huele delicioso—expresó yo.
Su mirada cómplice no me hace tener que pedirle. —De igual forma tenía planes de servirte. Siempre te ha encantado—sostiene el cucharon y la taza.
Me tomó unos segundos para mirarle, su rostro, cabello. Su semblante feliz de que yo esté aquí. Es una persona con vibra que te atrae, es agradable. Me causa un poco de melancolía recordar a mi madre, pero de algún modo la conexión con la mujer que hoy me acompaña, crece.
—Muchas gracias—le agradezco cuando tomo la taza y caminamos juntas a la sala. Enciende la TV.
Escucho que abre una pequeña bolsa. —Insisto que estos bombones le dan un toque al chocolate—veo cuando coloca algunos sobre mi taza.
Rio. —Muchas gracias. Realmente me leíste la mente—destacó.
Ella sonríe. —Eres mi hija, eres como mi copia. Una versión mía en versión mini—suelta la carcajada. —Por eso te conozco bien—agrega cuando comienza a reproducir un video en YouTube sobre un blog de un creador de contenido que visita otros países y muestra parte de la cultura y paisajes.
Transcurren unos minutos del video en pantalla, y mi madre da un sorbo a su chocolate. Yo aprovecho para sacar un poco de información sobre quién fue mi hermano. Las memorias que tengo sobre él, o al menos lo poco que veo en los recónditos sitios de mi mente, no me brindan mucha información.
—Hoy observé la fotografía de mi hermano. Me trajo algunos recuerdos, pero en especial me abrió nuevas imágenes de ciertos momentos en mi vida que mi mente me obligó a olvidar—inquiero mientras observo la pantalla y el contenido mostrando en la misma.
De reojo observo que ella me dirige su mirada. —Sí. Lo recuerdo perfectamente cuando sucedió todo. Él y tú eran inseparables... por eso me sorprende qué...
Le interrumpo cuando le observo después de bajar mi taza. —Le recuerdo. Solo que me parece curioso que olvide esos momentos que me afectaron tanto—suavizó mi voz.
Ella suspira. —Todo sucedió tan rápido en esos días... un viernes por la noche, estábamos mirándole películas. Risas, pizza... chistes, convivencia de amor puro. Charlas hasta altas horas de la noche—su rostro se ilumina. —Y el sábado comenzó a sentirse extraño. ¿No lo recuerdas?