Caminamos entre los demás alumnos, Isabel viene a mi lado y me habla. —¿Por qué de la nada... te quieres acercar a ese chico? No logro comprender—pregunta mientras bajamos las escaleras.
Me detengo delante de un salón. Le miro y manejo mi nerviosismo. —Es un chico agradable... lo admito. Capto mi atención—curvo mis labios.
Su mirada de extrañada. —Eso es raro en ti. Pero bueno... eso quiere decir que tendrás un nuevo novio. Yo bromeaba con el tema, pero no pensé que realmente te gustara—levanta sus hombros y baja su voz al verle pasar.
Él pasa con esa sonrisa que le caracteriza, va en compañía de Leonel y Lidia. Todos riendo y conviviendo muy amigables.
Mi mejor amiga vuelve a fijar su mirada en mí. Sus ojos transmiten la obviedad de lo que acaba de suceder delante de nosotras. —Uhm... pues tienes mucha competencia por la chica que iba en su compañía—asegura ella cuando un chico pasa en medio de nosotras mientras hablábamos.
Le tomó del brazo y le pegó a mí, junto a la pared. —Lidia podrá tener la ventaja de que es su amiga... pero ya tuve mi acercamiento—sonrió victoriosa. —Y poco a poco le conoceré. Te lo aseguro, Isabel—le regaló una sonrisa.
Ella parece divertirse con mis palabras. —Vaya... creo que sí te estás enamorando. Pero bueno... sabes que si necesitas apoyo, aquí tienes a tu amiga para ayudarte—se aferra a mi brazo. —Por cierto... ¿Salimos a tomar un café? Vamos a...—piensa. —¡Café de media noche!—exclama con emoción.
Veo pasar a Melissa delante nuestro, no me observa pero le veo transitar delante nuestro. Tengo una charla pendiente con ella, pero supongo que está disfrutando de dinero y salidas nocturnas, gozando lo que me llevo una vida ganar...
—Sí—contestó a la propuesta de mi mejor amiga. No le observo, pues estoy mirando como Melissa sale de la institución, detrás de ella veo a Lidia, Leonel y Adrien. —Vamos a la cafetería.. pero antes debo ir a mi casa para cambiarme—informó mientras caminamos a la salida.
♾️
Suspiro mientras estoy sobre mi cama. Me tomo un respiro en esta vida, aún no sé cómo es que estoy sobreviviendo siendo otra persona, quizás mi modo supervivencia se basa en el amor.
Estoy con mis converse rojos, mi jean azul cielo y una blusa roja. Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras me alcanzo a mirar en el espejo de mi habitación.
Creo que sentimientos encontrados me invaden. Es decir, la etapa final de mi adolescencia la viví de una forma... oscura y triste. Tengo recuerdos de esos años, nada agradables. Volver a vivir esta etapa, no tiene precio...
Una suave voz me saca de mis pensamientos. —Conozco esa mirada risueña...—se cruza de brazos esta recargada de lado sobre el marco de la puerta de mi habitación. Su mirada segura y esa curvatura de sus labios...
Ruedo mis ojos y comienzo a reír. —¿De qué hablas?—inquiero en una pregunta, cuya respuesta ya se.
Ella camina hacia mí. —Es extraño, vete enamorada. Esa mirada perdida es inconfundible en una chica—expresa cuando está a mi lado.
Comienzo a reír un poco sin poder controlarme. —Tal vez... pero pensaba. Pensaba en cosas del pasado... ya sabes. A veces la melancolía llega cuando menos lo esperas.
Mi iPhone vibra, es señal que mi mejor amiga está cerca. Mamá se pone de pie y me toma del mentón. —Eres muy linda. Y te ves radiante... no es por presumir, pero te lo heredé—guiña el ojo para después caminar a la salida de mi habitación.
—He escuchado que dicen que voltear al pasado no es bueno, que no lo hagas, pues no tiene nada bueno que mostrarte. Sin embargo... creo que es un grave error no voltear, pues al hacerlo, aprendemos de nuestros errores y corregimos el presente y moldeamos el futuro—asiente mientras me observa con calidez. Sale de mi habitación cuando yo me pongo de pie y camino para tomar mi bolso.
En la selección que tiene Paola, o que tenía, porque ahora es mía, no hay mucha variedad de colores, y las pocas tonalidades pastel que tiene, son limitadas, aún así llevo una pequeña bolsa rosa.
Me observo al espejo, creo que es normal en mi caso sentir alguna nostalgia por mi pasado. Veo la vida que lleve, triste y deprimente por algunos años, hasta que después me logre estabilizar. Y me veo hoy, en otra vida, diferente y sí, radiante, aunque ese comentario de mi madre va enfocado por la clase de vida que ha llevado Pao, siempre gótica, oscura, aislada y también muy antisistema.
—Llegaste muy rápido, el último mensaje fue hace unos...—intentó abrir la app para revisar el horario del mensaje.
Ella sonríe. —5 minutos... esperaba que ya estuvieras lista—responde.
Curvo mis labios. —Lo estoy, obvio—contestó y volteó a ver a mi madre que está en el recibidor observándonos. —Volveré más tarde—comentó.
Mi mejor amiga me toma de la mano. —La regresaré más tarde—agrega antes de dar algunos pasos.
—Llámenme si me necesitan algo—se despide mamá.
Poco a poco nos apartamos de casa. El sol comienza a caer y el cielo adopta uno de esos colores peculiares, entre rojizo, rosa, amarillo y naranja. Es simplemente hermoso.
—¿Caminando o en Uber?—pregunta ella cuando vamos sobre la acerca. —Por cierto. Lindo bolso... tenía mucho que no te veía un color así—destaca y frunce el ceño después. —Veo que ya estás cambiando... o te están cambiando—ríe y su mirada coqueta me causa risa.
Bailo mis ojos. —Ay, no... aquí vas de nuevo—respondo cuando caminamos.
Comienza a reír. —¿Qué esperabas? Es súper obvio... te gusta alguien y comienzas a cambiar. Es normal, pero quizás a él le guste como eres—destaca cuando se frena.
—¿Y qué tal sí no soy así? Tal vez estoy cambiando, son etapas—le miró con seriedad.
Levanta sus hombros. —Como sea... ¿Uber o a pie?—vuelve a preguntar.