Rotos Lazos: Pérdidas y Culpa

Capítulo 11- Fuimos descubiertos

Esa noche, Willian no dijo nada. Solo asintió.
Pero desde ese día, empezó a observar más.

La culpa consumía a Shelma. Intentó alejarse de Shelby, intentó olvidar, pero el sentimiento solo crecía.

Una madrugada, se sentó en la cama con un cuaderno en el regazo y empezó a escribir:
“Amiga, nunca imaginé que podría lastimarte, pero necesito contarte algo que tal vez lo cambie todo…”

Escribió todo, desde el principio hasta el final. Terminó con lágrimas en los ojos.
Dobló la carta y la guardó en el cajón.

Pero cuando quiso entregarla, el miedo ganó.
La carta quedó allí, escondida.
Un secreto hecho papel.

El peso de la culpa también crecía en Shelby.
Veía a Kataleya todos los días — sonriendo, confiando en él.

Una noche, después de dejar a Shelma en casa, estacionó el coche y guardó silencio por un momento. Luego habló con voz firme, aunque tranquila:
“Tenemos que parar. Esto no está bien. No quiero seguir con esto.”

Shelma lo miró sin entender. Dijo que tampoco quería continuar, pero que creía que él sentía lo mismo.

Él desvió la mirada y solo murmuró:
“Lo siento.”

Ella intentó tomarle la mano, pero él ya se estaba alejando.

Yo no tenía idea de lo que estaba por venir aquella noche.

Salía del trabajo, con la cabeza llena y los pies adoloridos, cuando vi a Shelby esperándome al otro lado de la calle. Sonreí sin pensar.
Parecía más tranquilo… o quizás yo quería creer eso.

Corrí hacia él y salté a su cuello, riendo.

— “Tengo algo increíble que contar. Pero solo cuando todos estén juntos.”

Él me miró curioso, pero no insistió.

Al llegar a casa, fui directa a reunir a los demás.
Llamé a Natália, a Shelma, a Willian… todos vinieron, aún sin entender qué pasaba.
Me senté en medio de la sala y esperé a que guardaran silencio.

— “Bueno… como saben, el Hotel King hará un evento especial. ¿Y adivinen? ¡Será un baile de máscaras! Un evento elegante, de noche, con invitados importantes, música en vivo y todo…”

Natália abrió los ojos sorprendida, y Shelma se acomodó en el sillón, interesada.
Esperé a que asimilaran la noticia y continué:

— “Y conseguí invitaciones para todos nosotros. Somos invitados oficiales.”

El asombro se convirtió en sonrisas.
Hasta Willian, siempre más reservado, parecía emocionado.

En ese momento, solo se hablaba de vestidos, trajes, máscaras… y de lo increíble que sería estar allí.

Pero yo no sabía que esa noche sería la peor de mi vida.
Una noche de giros imposibles.

Días después…

Llegó el día tan esperado: el baile de máscaras en el Hotel King.

El salón estaba lleno, iluminado por luces suaves y música elegante de fondo.
Era el cierre de un importante evento del hotel, y yo estaba allí con mis compañeros, entre brindis y felicitaciones por nuestro trabajo.

Shelby y los demás también habían llegado, excepto Shelma.
Pero de repente, ella apareció.
Vestida con un traje rojo que atraía todas las miradas — incluida la de Shelby.
Ella lo notó y sonrió, bajando la cabeza.

Después de varias danzas en grupo, entre risas y copas, Shelby y Shelma… parecían vivir una tensión aparte.
Cruces de mirada fugaces, silencios que decían demasiado, una inquietud que crecía con cada hora.

Un compañero me llamó para ayudarle con algo — ni recuerdo qué era.
Y justo en ese instante, cuando nadie los observaba, ellos se hicieron una seña.
Decidieron salir discretamente, buscando un lugar donde nadie pudiera verlos.

Al volver al salón, miré alrededor, buscando a mis amigos… y a Shelby.
Pregunté a algunas personas, pero nadie sabía decirme.
Dejé el asunto por un momento.
Me sentía un poco ahogada.

Salí al jardín lateral del salón, buscando aire fresco.
Fue entonces cuando, al girar por un pasillo poco iluminado, me detuve de golpe.

Allí estaban ellos.
Shelma, de espaldas, muy cerca de Shelby.
Él le hablaba en voz baja, con una mano sobre su brazo.
La expresión de Shelma era intensa.

Antes de poder reaccionar, vi el momento exacto en que se besaron —
rápido, pero real.

La copa en mi mano cayó al suelo.
Un instante. Una fracción de segundo bastó para dar vuelta a todo mi mundo.

Ellos se giraron al oír el cristal romperse.
Y me vieron.

Corrí.
Sin mirar atrás, sin pensar.
Solo corrí.

Recuerdo que Shelby vino detrás de mí enseguida.
Llegué al jardín, el corazón desbocado, el pecho ardiendo como si algo dentro se hubiera roto para siempre.

— “¡Kataleya!” —
Escuché su voz, más cerca de lo que esperaba.
Me alcanzó.

Sentí su mano en mi brazo.
Me giré rápido, dominada por la rabia y el dolor.
Sin pensar, le di una bofetada.

Él se quedó quieto, sorprendido, con los ojos fijos en los míos.

— “No te atrevas a tocarme.” — le dije, con la voz temblorosa, conteniendo las lágrimas que me negaba a dejar caer.

Natália y Willian aparecieron poco después, agitados, los ojos abiertos de par en par al ver la escena.

— “Kata… ¿qué pasó?” — preguntó Natália, tensa, mirando de mí a Shelby.

Willian se acercó despacio, preocupado, poniéndose entre nosotros, como si quisiera protegerme.

Todo ocurrió tan rápido.
Solté su brazo con fuerza y volví a correr.

Sin mirar atrás.
Sin mirar a los lados.
Solo quería huir — del dolor, de la traición, de ellos.

Las luces de la calle eran manchas borrosas a través de mis lágrimas.
Los tacones golpeaban el asfalto mojado.
Crucé la calle sin darme cuenta.

Recuerdo el sonido de mi propio corazón — alto, descompasado — mientras corría sin dirección.
Solo quería escapar de las imágenes, del beso, del dolor que me partía el alma.

Un coche apareció en la curva, a gran velocidad.
Sentí la luz fuerte venir de lado…
el chirrido de los neumáticos…
y luego…




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