Rozando la oscuridad ©

CAPÍTULO 01

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Antes de la oscuridad.
 

NISHTA

Ese día llovía de forma vehemente, lo único que se escuchaba era el dulce sonido de las gotas de agua chocando contra el suelo. Y recuerdo con exactitud cada detalle, cómo olía, cómo se sentía..., cómo se veía la lluvia a través del cristal de la ventana.

Lo recordaba.

Entonces, esperaba sosegadamente la llamada de mis amigos. No me perturbaba, sabía que llamarían, solo necesitaba ser paciente. Desde allí podía verla, la casa que quedaba a tan solo unas pocas cuadras de la mía, en la montaña; la veía y disfrutaba de la lejanía, la sensación de seguridad que me brindaba saber que me hallaba bastante lejos de aquel sitio.

Debí disfrutar de esa percepción un poco más.

Extrañamente, a veces, incluso cuando menos somos conscientes de la realidad, el silencio se apodera de nuestras vidas y es muchísimo más ensordecedor que cualquier grito. En ese instante, donde todo parecía amotinador e insólito; recordar ese silencio me ayudaba a mantener una pizca de esperanza. 

Hasta que, súbitamente, el timbre de llamada proveniente de mi celular lo evaporó.

Aguardé, pacientemente lo hice, pero nada cambió. El dulce olor del petricor me llegó y dejé el teléfono vibrar unos momentos más. Solo unos efímeros momentos...

Cerré las cortinas y, justo cuando la llamada iba a cortarse, contesté:

—Hola, Jack. 

—No vas a creerlo, Nish. ¡Joder! No vas a creerlo —exclamó.

Y él tenía razón. No iba a creerle.

Jack siempre había sido el más risueño de los tres, lo que continuamente lo dejaba en una notable desventaja. No conseguía entender cómo Jack podía convivir con Reece y conmigo, que poseíamos una personalidad tan atroz comparada con la suya. Mientras él era luz, nosotros éramos más como oscuridad.

«Gris, negro y amarillo».

Siempre habíamos sido así, sin importar el paso del tiempo. Ya no éramos unos niños de nueve años, pero se sentía como si absolutamente nada hubiese cambiado. Seguíamos siendo el gris, negro y amarillo; como nos gustaba llamarnos. «Eclipse».

— ¿Por qué no debería creerte? 

—Porque muy probablemente pensarás que es una locura, me dirás que he perdido la cordura y cortarás la llamada. Igual que como lo hizo Reece.

—Inténtalo.

Lo escucho tomar aire antes de soltar las palabras que perturbarían mi noche:

—Estoy frente a la casa de la montaña —informó—. Quiero saber qué pasa allí dentro, y sé que si lo descubrimos seremos una jodida leyenda. Suena algo psicópata pero tienes que escucharme, Nish. Sé que es una buena idea.

Negué con la cabeza varias veces, sin poder asimilar lo que acababa de decirme.

—Vas a escucharme tú, imbécil. Quiero que en este momento te des la jodida vuelta y regreses a tu casa —ordené con desdén—. No sé cómo mierda puedes tener ideas tan estúpidas, Jack.

—No es estúpida. ¿Acaso no es emocionante la idea de conocer lo que yace dentro de este lugar?

— ¿Y morir en el intento? No, gracias.

—Estás dejando que las historias del pueblo te detengan. No nos va a ocurrir nada, tienes que confiar en mí, como siempre lo hacemos. 

—Creo que confiar en tus disparatadas ideas ya me ha costado bastante —manifesté.

No era cuestión de confianza, sino de sentido común. Nadie podía inventarse una mentira y hacer que un pueblo completo la crea, eso sería tan irrisorio y complejo. Si temían era porque había razones para asustarse; asimismo como también existían razones por las cuales ignorar la existencia de aquel caserío.

Hubo un largo silencio después de esa frase. Jack parecía estar cediendo a la razón, o eso esperaba porque no quería que se metiera en problemas. Mucho menos si esos problemas tenían relación alguna con aquella casa.

—Bien.

Colgó.

Asimilé por un momento su acto, me colgó y eso no es común en Jack, lo que me ocasionaba un descoloque emocional. ¿Qué le estaba ocurriendo? Últimamente es como si no perdiera el tiempo para saltar al peligro y arrastrarnos a Reece y a mí consigo. Y odiaba cómo lo conseguía. Cómo nos envolvía en sus planes de cualquier forma, arriesgándonos, y, por mucho que me costara admitirlo, haciéndonos experimentar la vida en toda su esencia. En todos sus jodidos colores.

Jack, él era la luz y Reece y yo lo seguiríamos a donde fuese. Porque él era nuestro camino, nuestro guía; nuestro soporte.

Y quizás ese fue nuestro error: seguirlo.



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En el texto hay: misterios, romance, suspenso

Editado: 16.07.2018

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