El día que nací, todas las velas de la casa se apagaron y una sonrisa macabra llenó los pasillos, habitaciones, jardines y salones. Nadie lo supo entonces, pero era una señal, de que todos moriríamos. La partera fue la primera, días después los sirviente murieron, desaparecieron o se marcharon de uno en uno.
Yo nunca entendí lo que sucedía en casa, hasta que fue demasiado tarde…
Había una mujer extraña en el cuarto de mi madre, gritos en la biblioteca, miradas en la oficina de mi padre, susurros en los pasillos, pasos en la oscuridad. Además, mamá siempre decía, cierra con seguro tu puerta antes de ir a dormir y no prestes atención a los ruidos en la noche.
Ella creía que la casa estaba maldita, pero éramos nosotros. Mis padres lo trajeron sobre nosotros, pero todo comenzó el día que nací.