Thomas
Llevar dos maletas no se suponía que fuera la gran cosa, excepto porque mi madre mintió cuando dijo que solamente llevaría lo necesario, o tal vez teníamos diferentes perspectivas sobre la palabra “necesario”. Sin embargo me prometi no quejarme como un niñito, se supone que era el hombre ahora, ya que el desgraciado de mi padre no pudo serlo, condenándonos a años de infierno bajo su techo. Pero todo cambiaba ahora, a escondidas de mi padre, Clare Holland, mi madre, solicitó para un puesto como cocinera en una gran casa al otro lado del país, bastante lejos del monstruo que nos atormentaba desde hace años.
Mientras el tren nos llevaba a toda máquina a nuestro destino final, no podía dejar de pensar en cómo habíamos terminado allí. Francamente, nadie deseaba contratar a una mujer adulta con hijo incluido y sin experiencia. La suerte se nos estaba agotando o simplemente nunca tuvimos nada de ella, hasta que esa mujer apareció. Cuando la vi, creí que era un fantasma, estaba tan pálida y sus ojos lucían cansados, desgastados y perdidos, aun así, su voz era fuerte.
—¿He escuchado que busca un trabajo? —Fue directo al tema, obteniendo nuestra atención mientras hablábamos con el hombre encargado de la bolsa de empleos del pueblo.
—Sí, así es —mi madre no dudó en afirmar.
—Sé de un lugar que necesita de un cocinero… pero es bastante lejos —lo dijo como si fuera un gran problema, pero eso no era todo, había algo más allí que no nos decía. Al ver que mi madre no se veía preocupada por la distancia, prosiguió. —Tendrán alojamiento y todas las comidas. El chico también tendría que trabajar, si ambos quieren ser aceptados, aunque posiblemente sería medio tiempo.
Mi madre dijo que sí y yo únicamente pensé en empezar una nueva vida, hicimos las maletas en silencio y salimos en la madrugada cuando él dormía. Averiguamos algunas cosas por el camino sobre nuestro destino, era un hermoso pueblo que lastimosamente no tenía muchas oportunidades en cuanto a educación además del colegio, excepto por una academia de idiomas. Tal vez me inscribiría, como señal de mi nueva libertad.
Finalmente, llegamos a nuestra parada, disfrutando de un paisaje primaveral en el pueblo, entonces pensé… tomamos la decisión correcta.
—¿Son ustedes los Holland? —Un hombre muy alto y vestido con un traje negro y sombrero se nos acercó, los dos asentimos. —Siganme —, lo hicimos algo confundidos, no sabíamos que éramos esperados, pero lo agradecía, temía que termináramos perdidos. El auto que aguardaba por nosotros también era negro, pero muy cómodo.
Me sentí cansado en todo el camino, pero mi curiosidad podía más, quería seguir viendo los árboles, las casas antiguas, un poco separadas y grandes. Los minutos pasaban y seguíamos sin llegar, hasta que un inmenso bosque nos sorprendió y los colores vivos fueron desapareciendo, la niebla obstruyó nuestra visualización, mientras mi madre trataba de no perder su sonrisa.
No pude evitar que mi ceño se frunciera, ¿a donde nos estaba llevando aquel hombre? Me incliné hacía delante, listo para preguntarle y en ese momento una mansión hizo acto de presencia, entre aquellos árboles oscuros.
—Hemos llegado —el auto se detuvo. —Sigan derecho por ese camino y llegarán a la puerta, entonces toquen tres veces y presentense.
—Espere, ¿no viene con nosotros? —pregunte un tanto alarmado.
—Solamente fui contratado para traerlos aquí —dijo antes de marcharse por el mismo camino en que llegamos.
Estuvimos de pie, en el mismo lugar por al menos unos tres minutos, preguntándonos si habíamos hecho mal. A plena vista, el lugar se veía abandonado, en algún momento mi madre llegó a una resolución y fue la primera en caminar hacia la gran casa, la seguí sin ver otra opción. No muy lejos de llegar a la gran puerta, levanté la mirada para contemplar la edificación más de cerca, dándome cuenta que la oscuridad nos rodeaba, el tiempo pasó demasiado rápido.
Mis ojos se enfocaron en una ventana, allí se encontraba la figura de una mujer, no podía detallarla, pero algo en ella causó escalofríos por todo mi cuerpo, entrecerré mis ojos notando que llevaba un vestido negro y un velo del mismo color, no me miraba, pero su cabeza empezó a girar como si supiera de mi presencia.
—Thomas, te estás quedando atrás —mi madre gritó desde la puerta y me sorprendí al verla allí, devolví mi mirada al mismo punto de antes, encontrando una ventana con cortinas y nadie allí.
Tuve un mal presentimiento en ese momento, pero decidí sacudirmelo de encima y olvidarlo.
Cuando estuve completamente al lado de mi madre, ella tocó tres veces como se nos había indicado, esperamos unos minutos en silencio hasta que las dos puertas se abrieron, causando un chirrido, posiblemente a causa de su antigüedad. En el centro de la entrada estaba una mujer vestida como las criadas de aquellas películas antiguas, vestido negro con delantal blanco, cabello completamente recogido y un porte recto, casi magistral.