Ruidos en la noche

Cuarta Noche


Katherine

Vi a Thomas entrar en el cuarto de víveres desde la distancia, los árboles me ocultaban, dejándome fuera de su vista. Así que puse una manta y me senté allí para observarlo cortar los troncos de madera, ayer lo había escuchado, pero no me acerque porque ella estaba aquí acechándolo.

Lo vi quitarse la camisa y mire hacia otro lado, el día era bastante cálido y su trabajo no se veía nada fácil, por supuesto que tendría calor. Dios, ¿pero tenía que quitarse la camisa? No voy a mirarlo, me iré. Lo mire de reojo y luego me volví por completo a él, tenía un torso normal, como el de cualquier chico delgado y joven. Trague algo de saliva al ver su piel brillar por el sudor y la luz del sol.

Madre mía, ¿que estaba pasando conmigo?

Mire mis manos de forma nerviosa y jugué con mis dedos, entonces repetí su nombre en voz alta.

—Thomas.

El levanto la mirada justo hacia mi dirección y me quedé inmóvil, mirando sus ojos, lo vi entrecerrarlos. ¿Acaso me escuchó? Era imposible. Sacudió la cabeza y regresó al trabajo.

Quería acercarme y hablar con él, quise hacerlo ayer cuando miraba el jardín a través de los cristales, pero me escabullí, huí de él. No había hablado con alguien en años, hasta que llego el chico de ojos color esmeralda. Pero ella nos vio.

Me levanté de golpe, recordando el porque no debía estar aquí, tome la manta y la sacudí un poco antes de doblarla. Le eche una mirada al cielo, calculando que hora era y decidí dirigirme al comedor principal, con suma lentitud, para llegar después que cualquiera. No nos gustaba cruzarnos en las comidas.

Cuando llegue, ya solamente quedaba mi comida, me senté en la mesa, completamente sola y acompañada por otros dos platos vacíos. Tome el tenedor y empecé a comer de a poco, aunque no me sabía a nada. Sin darme cuenta, terminé mi almuerzo y me dispuse a mover la campanita, para que vinieran por los platos. Me marché antes de que llegaran, dirigiéndome al segundo piso.

Los pasillos eran muy oscuros, aunque hace mucho tiempo estuvieron llenos de luz; pero no se puede luchar contra la oscuridad cuando entra a tu casa. Fui con pasos pausados a través de los corredores, pasando mi mano derecha por la pared y pensando en qué hacer. Los días se sentían eternos sin nadie con quien hablar. Entonces llegue hasta las escaleras y decidí continuar hacia los cuartos del servicio, hubo un tiempo donde dormían en la primera planta, pero ahora hacía demasiado frío allí en las noches.

Iba tan sumida en mis pensamientos que no escuché los pasos que se acercaban a mi, hasta que se detuvieron de golpe. Con la mirada en el suelo, lo primero que vi fueron sus zapatos, no era difícil concluir quien era. Luego estaba el vestido largo y bien planchado.

—Muy buenos días, señora Birmingham —la salude con una sonrisa educada. —¿Se encuentra bien hoy? —pregunte como es debido.

—Tan bien como se puede estar —respondió de mala gana, mirándome fijamente, esperando que yo apartara la mirada. —Espero no le moleste que pregunte... —, ya empezaba a molestarme, la mujer era muy densa. —¿Qué hace usted aquí?

—Bueno, esta es mi casa —dije un poco ofendida y ella se enderezó de hombros.

—Disculpe mi imprudencia —, debo admitir que detestaba sus modales; pero casi todo lo que sé, es porque ella me lo enseño.

—No importa, simplemente estaba aburrida —respondí finalmente y me di la vuelta para marcharme.

—Debes alejarte del muchacho —dijo de repente y me detuve. —Te vi mirándolo en el bosque —. Me volví a ella ante tal mención.

—¿Me estaba siguiendo? —le pregunté entre enojada y sorprendida.

—Fue una coincidencia, tenga cuidado, puede que ella también estuviera allí —me reprendió. —Ahora, tengo mucho por hacer, con su permiso —. Hizo una reverencia y yo le correspondi en silencio, sin mirarla, me quedé allí hasta que se marchó y luego, finalmente di la vuelta y volví a la oscuridad en la que ya me había acostumbrado a vivir.

***

No me di cuenta cuando llegó la noche, ya nunca lo hacía. Cuando llegué al comedor, la cena ya estaba fría, solo comí tres bocados y preferí marcharme. Como todas las noche, me dirigí al cuarto de música, donde estaba mi hermoso piano de cola negro. Me senté en el banco y levante la tapa negra que se mezclaba con la oscuridad de la noche; pero ahora las teclas blancas y negras me saludaban, llamando mis dedos. Sin embargo, me quedé inmóvil mirándolas, deseaba quedarme en silencio, lamentablemente ella no nos dejaba en paz. Entre más silencio, más diversión  para esa mujer.

Estuve a punto de volver a esconder el teclado fuera de mi vista, cuando escuche un grito al otro lado de la casa.

 

Thomas

Mis brazos dolían, ya era el segundo día cortando madera y empezaba a sentirlos como gelatina, apenas había logrado levantarme de la cama. Para mi mala suerte, luego estuvo el sol matándome de calor, por ello tuve que quitarme la camisa; pero cuando lo hice me sentí observado por el bosque, más que el día anterior. Incluso, creí escuchar a alguien diciendo mi nombre, entre la oscuridad del bosque. Me asuste, pero seguí mi trabajo con tranquilidad, aunque un poco más rápido.



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En el texto hay: fantasmas, horror, amor dolor y muerte

Editado: 03.05.2018

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