Thomas
El señor Donovan estaba siendo condescendiente conmigo, posiblemente a causa de mi madre. Así que tomé mi desayuno más tarde de lo habitual y empecé mi jornada laboral después de todos los demás. Recogí un poco de madera y revisé las bolsas de carbón. Y como siempre, hice mi recorrido al terminar el almuerzo.
Tomé el mapa de la casa, decidido a encontrar alguna respuesta e hice mi trabajo con las chimeneas y le eché un vistazo al jardín desde la distancia, esperando ver a Katherine, pero no estaba en ningún lugar a la vista.
La biblioteca era mi destino, según el mapa, la puerta de ingreso se encontraba en el primer piso, aunque esta se extendía hasta el tercer piso.
Me aventuré en uno de los corredores, siguiendo las direcciones que indicaba el mapa; pero, terminé envuelto en un laberinto que me llevaba de vuelta al salón de entrada. Tomé otro camino y lo marqué en el papel, solamente pasado un tiempo me di cuenta que ya había visto el gran cuadro sobre un bosque en neblina, por lo menos unas cuatro veces. Tuve que detenerme para plantear una nueva estrategia a seguir; sin embargo, al final lo único que me quedaba era elegir otro camino.
—¿Dónde está la biblioteca? —pensé en voz alta, empezando a sentirme frustrado.
En ese momento, se escuchó una puerta abriéndose y me volví hacia donde creí que provenía el sonido. Tuve un mal presentimiento, pero decidí ignorar mis instintos e ir al lugar. Camine en la oscuridad, la luz se desvanecía, así que levanté mis manos, temiendo chocar con algo. De repente sentí dedos deslizarse por mis tobillos, baje la mirada inconscientemente, asustado. Aquello apretó su agarre y me lanzo al suelo. Estaba siendo arrastrado por algo que no podía ver, busqué a tientas cualquier cosa de la cual sostenerme y allí estaba de nuevo, aquella risa macabra.
Di una patada con toda mi fuerza, eso lo hizo soltarme por un segundo, suficiente para levantarme y correr a ciegas, hasta que choque, empujando la gran puerta de la biblioteca.
Los grandes ventanales me sorprendieron, causandome una sensación de vértigo y ceguera. Además, mire por sobre mi hombro y no vi nada, era él único en ese lugar. Mi respiración iba demasiado rápido y las manos me temblaban, mi cuerpo estaba alerta y mis piernas dolían como nunca. Retrocedí un poco, adentrándome en la biblioteca sin apartar la mirada del pasillo, empecé a sentirme acorralado, como si algo acechara en la oscuridad. Di otro paso y entonces resbale, mis manos se apoyaron en el suelo, tratando de suavizar la caída, pero fue imposible, terminaron tan rojas como el líquido en el suelo.
Intenté levantarme, pasando de asustado a aterrorizado. ¿Qué pasaba con esa casa? Era difícil llegar a una respuesta coherente. Me alejé, arrastrándome en el suelo, mis ojos iban de lado a lado y un goteo hacia eco, era sangre. Caía del techo. Mire mis manos espantado.
—¿Qué…? —Empecé a decir, pero fui interrumpido por el estrepitoso golpe de la puerta al cerrarse. —¿Eres tú? —Pregunté sin estar seguro a quien me refería, la mujer de la maldición o algo más…
Por el rabillo del ojo vi una sombra moverse entre los libreros y gire la cabeza rápidamente, sin encontrar nada allí. Me levanté entonces, no quería ser visto como un debilucho, aunque me sintiera como un gato asustadizo, volví la vista al charco de sangre y en ese momento noté que había palabras allí.
¿Quién eres?
Las leí por lo menos tres veces, ¿debería responder? Me pregunté. Di un rápido vistazo al lugar, buscando el autor de tal broma tan descabellada; pero de nuevo, me encontraba solo, a menos que algo más allá de lo que se pudiera esperar me estuviera haciendo compañía. Madre mía, ni pensarlo.
—Thomas… mi nombre es Thomas —respondí, dubitativo. —¿Quién es usted? —Pregunte. Aunque tal vez debí haber reemplazado ese quién de mi pregunta por un qué, eso hubiera sido mucho más razonable, dentro de lo irrazonable de la situación.
Me quede esperando por alguna respuesta.
No hubo nada.
Escuche pasos, como si alguien corriera por las escaleras en forma de caracol al lado izquierdo de la biblioteca y extendí mi cuello, tratando ver algo. Al lado derecho, otro sonido llamó mi atención, música. Chopin. Di varios pasos adelante y recordé la sangre, volví mi mirada, sobresaltándome al encontrar limpio el fino suelo de madera. Lo rodee, temiendo que algo más apareciera y seguí el sonido de la música. Me sumergí entres las altas hileras de libros, llegando hasta un lejano rincón con un tocadiscos bastante antiguo, trate de recordar mis clases de historia y entonces me di cuenta que era un gramófono. Reproduciendo la marcha fúnebre, como si eso no hiciera de todo esto aún más aterrador.
Me acerqué muy lentamente, con deseos de ponerle un fin a aquella canción, extendí mi mano y cuando estuve a un centímetro de tocarlo un grito me hizo caer de rodillas, porque era como si me gritaran directamente en el oído, me estaban rompiendo los tímpanos. Incapaz de soportar un segundo más aquel dolor, me levanté con gran esfuerzo, alejándome y entonces, otro grito se unió, este hizo que los libros comenzaron a caer a mi alrededor, mientras más gritos me rodeaban, tanto de mujeres como de hombres en agonía. Un libro cayó sobre mi cabeza y por poco pierdo el equilibrio, lo tomé con sumo cuidado y el silencio regresó.