Ryan Gibbs

Capítulo 1

Dejé mi taza de café en la pequeña mesilla que estaba delante del sofá, subí las piernas a este y con el bol de cereales en una mano y el mando en la otra, iba cambiando de canal, alternando el tomar el desayuno con el zapping.

A primera hora de la mañana solo hay dibujos animados y las noticias de última hora más relevantes. Eché un vistazo a los dibujos, pero cuando me di cuenta que el capítulo era el mismo que el de la mañana anterior, me decanté por las aburridas noticias. Políticos, guerras, gato... ¿Gato? Dejé el bol lo más rápido que pude en la mesilla dónde estaba la taza de café y me levanté corriendo, con los cereales todavía en la boca, para intentar espantar al gato que tengo como mascota, de encima del mueble de la televisión sin que armara un estropicio. Cuando por fin trago la masa de cereales, dejé escapar un suspiro. La música del telediario sonaba para dar paso a otra noticia mientras que yo volvía a mi posición inicial en el sofá y seguía con mi rutina del desayuno.

—Volvemos con otra noticia de última hora. Un preso de la prisión de Boston, Masachusetts, se ha dado a la fuga esta madrugada. El preso número 165998, de nombre Ryan Gibbs, había sido condenado, por numerosos robos y ser cómplice en el asesinato del abogado de una de sus víctimas, a más de treinta años de cárcel. No ha llegado a cumplir los primeros dos meses de cárcel para darse a la fuga, haciendo así que su condena, cuando sea apresado de nuevo, aumente.— La señora de pelo teñido que estaba dando la noticia desapareció detrás de una foto del susodicho. Pelo corto castaño, ojos azules como el mar, con unas pestañas que hacían resaltar aún más sus ojos, barba de algunos días, su expresión era seria y se podía ver un poco del mono naranja típico de las películas americanas, que al parecer sí que existían. En mi cara apareció una pequeña sonrisa y me reincorporé al filo del sofá, no estaba mal para ser un delincuente.

Pusieron las imágenes de un señor con numerosas medallas en el uniforme dando la noticia ante la prensa; para armar tanto revuelo ya tenia que ser importante, si no le hubieran puesto solución sin que nadie se enterara como normalmente hacen.

Sentí como Kafna se subía en el sofá llamando mi atención para que le regalara la poca leche que quedaba en el bol donde estaban los cereales. Me levanté dejando la televisión encendida, recogí las cosas del desayuno que tenía en la mesilla y las llevé a la pequeña cocina separada del salón por una barra de desayuno. Miré la hora en el reloj que estaba encima de la campana, todavía me quedaba tiempo para arreglarme y salir a trabajar. Tomé una pequeña ducha y me puse el vestido de tirantes con estampado de flores que tanto me gustaba, mis botas marrones y mi chaqueta de cuero. A pesar de estar entrando en la deseada primavera, todavía por las mañanas refrescaba. Recogí mi pelo en una coleta y quité mi móvil de cargar mientras miraba las pocas notificaciones que tenía. Volví al salón, quité el bol del suelo cuando Kafna terminó de beber y lo llevé a su sitio. Cogí las llaves, el bolso y el maletín que me esperaban a la entrada y salí de mi piso cerrando la puerta tras de mi.

Bajé los dos tramos de escaleras que me separaban de la salida, pero justo en ella estaba el señor Nelson, haciendo tiempo en su camino mañanero para tirar la basura, para estar el menos tiempo posible en su casa, y por lo tanto, ver lo menos posible a su mujer antes de salir a trabajar.

—Buenos días.— saludé, el hombre mayor, con la mano izquierda en el bolsillo de su pantalón de pijama de rayas y su camisa a juego mientras que con la otra sostenía la pequeña colilla que le quedaba de su cigarrillo, me regaló una sonrisa y un pequeño movimiento de cabeza.

Caminé hacia el pequeño edificio fuera del centro donde en la tercera planta estaba el pequeño bufete de abogados en el que trabajaba desde que acabé la universidad.

Todo estaba igual de tranquilo que siempre; Naldo no cabía en su escritorio por todos los papeles que siempre tiene en la mesa, Abigail y Katia estaban hablando seguro del último lío entre alguna famosa y cualquier hombre, y mi jefe, Félix, tomándose su café matutino, que según él estaba asqueroso, pero le ayudaba a pensar.

—Por más que le intento pillar el gusto no lo consigo.— Su cara de desagrado era siempre la misma, y en su cara de señor mayor de cincuenta y dos años era un poco gracioso.

—Todavía no entiendo por qué lo sigues comprando si tan poco te gusta y no sigas con la escusa de que te hace pensar, que dudo mucho que un café te haga pensar.— Dejé mi maletín y el bolso encima del pequeño escritorio que tenia asignado.— No sé como no te pones enfermo.

—Creo que mi cuerpo se ha hecho ya al café, y es más, hasta creo que lo necesito.— Negué ante su comentario mientras me sentaba en mi silla negra ergonómica y le di al pequeño interruptor para encender el ordenador de mesa y revisar el correo.



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En el texto hay: arte, amor, fugitivo

Editado: 17.09.2018

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