Ryan Gibbs

Capítulo 5

—Lo siento.— El chico de ojos azules se disculpó. Tenía la cara roja e intentaba escapar de la escena, pero la mujer le tenía agarrado por el brazo reteniéndolo.

—No hay problema,— contestó mi hermana— yo también creo que cualquier día se casa con el gato, no eres el único.

—Os agradecería que no hablareis de mi cuando esté delante.— Añadí para que pararan de mirarme con las sonrisas tan raras y de diversión que llevaban puestas.— Va en serio, os agradecería que paráseis ya los dos.— Solté un bufido cuando me di cuenta que no iban a parar y salí a la calle sentándome en el escalón a esperarlos que terminaran.

La gente paseaba tranquilamente por la calle, mirando sus teléfonos móviles mientras que mantenían una "conversación" con la persona que tenían al lado. Esos aparatos del demonio que nos tienen enganchados cual yonqui a las drogas y nos hacen crear una barrera a la hora de mantener una conversación cara a cara sin esos aparatos. Pero quien no tenía esos aparatos hoy en día no es nadie en el mundo.

Un coche de policía aparcó justo enfrente y los agentes se bajaron de él ajustándose los pantalones a la cintura y cerrando con llave el vehículo. La suela de sus botas chirriaba contra el suelo de imitación a mármol de la tienda de trajes de novia mientras entraban. Hice el amago de seguirlos pero las señoritas que estaban dentro salieron obligándome a bajar y dejar de ser tan cotilla.

………

—Odio esto de tener que alimentarme de aire y de cosas verdes por culpa del vestido, ya entiendo por qué las mujeres cuando se casan la mayoría engordan. Daría lo que fuera por algo con millones de calorías.

—No es mi culpa que lleves comportándote como un herbívoro desde que te pidieron matrimonio, pero por favor decide ya que vas a comer, el camarero no está aquí puesto para ti nada más.— Acomodé el bolso en la silla que tenía al lado y me recogí el pelo de forma que no me molestara para comer mientras que mi hermana me miraba mal por encima de la carta del restaurante.

—Estás insoportable— se quejó cuando por fin dejó ir al camarero del pequeño restaurante al que habíamos llegado después de despedirnos de Marie. —Deberías estar feliz con el día que hace y no de morros, salen arrugas antes, y a este paso vas a llegar a vieja antes que yo.

—A lo mejor me das razones a estar así.— Miré el plato de comida antes de coger el tenedor y llenarlo.

—Si lo que pretendías era quedar bien para invitarlo tú tranquila, que ya lo he hecho yo.— Por segunda vez en el día casi me hacía morir por atragantarme. —Vendrá acompañando a la dueña de la tienda de vestidos de novia, te has quedado sin pareja. Aunque todavía se lo puedes robar.— Subía y bajaba las cejas mientras llenaba de nuevo su tenedor de hojas de lechuga y se lo llevaba a la boca.

—Estás loca, se mudó ayer al piso de enfrente, el que nadie quiere porque supuestamente hago mucho ruido los sábados cuando me pongo a limpiar, y hasta hace un rato no supe su nombre, como pretendes que se lo robe a la pobre señora.

—Chica, una persona joven puede darle a otra persona joven cosas que una más mayor no podría, tú me entiendes.— Volvió a hacer el mismo gesto que hacía unos segundos atrás.

—Hay veces que me preocupo mucho por tu estabilidad mental.— negué mientras una pequeña sonrisa aparecía en mi rostro. Amaba a mi hermana. —Una pregunta, ¿sabes algo del por qué estaban entrando policías en la tienda?

—No. Hablando de policías y de bandidos fugados y todo eso. ¿Has escuchado hablar del chico este que se escapó de la cárcel ayer? Yo no tendría problema en encontrármelo una tarde.— Y por tercera vez subió y bajó las cejas.

—April para ya y termina de comer. Como seas igual de lenta para todo me preocuparía por tu marido.

—Eres una amargada con todas las letras.— Y volvió a su plato para terminar con la última hoja verde que quedaba en el plato.

………

En el camino de vuelta a casa, después de despedirme de April en la estación de autobuses, paré en un supermercado para comprar las cosas necesarias para poder subsistir por una semana sin salir a comprar hasta la siguiente. Entre ellas no faltaban los productos de limpieza. El nuevo vecino no se libraría de la June limpiadora compulsiva que sale a la luz solo los sábados por la tarde. Aunque mucha gente no lo crea, limpiar es una forma de hacer ejercicio muy práctica y te ahorras de ir al gimnasio durante unos días de lo cansada que terminas. Si limpias bien, claro está.



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En el texto hay: arte, amor, fugitivo

Editado: 17.09.2018

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