Graco
Inés se veía hermosa, un vestido sencillo pero le quedaba maravilloso, su mirada era de temor, suspiré y la tomé de la mano cuando el abuelo Alexander me la entregó. Sentí su mano temblar.
Toda la ceremonia Inés estaba nerviosa, estrujaba sus manos una y otra vez. Pensé que quizás se estaba arrepintiendo de casarse conmigo pero la paz llegó a mi cuando dijo si ante la pregunta del juez. Cuando el juez hizo la pregunta de si alguien se oponía, escuchamos aquella voz chillona.
_ yo_ nos giramos y ahí estaba Ana.
Inés se giró y no se que expresión puso sólo pude ver sus manos hechas un puño.
_ ¿cómo dices Ana?_ ante la pregunta de Inés, Ana palideció_ repitelo.
Ana se mordió el labio.
_ yo... estoy de acuerdo con esta boda_ pasé mi mano por mi rostro al darme cuenta que una sola mirada y el tono de voz de Inés podía decirle mucho a Ana.
Sin mas imprevistos, el juez nos declaró marido y mujer. Tomé a Inés entre mis brazos y la besé como siempre esperé besarla cuando apareciera de nuevo en mi vida.
La pequeña recepción fue muy amena pero a medida que avanzaba la noche, Inés palidecia, suspiré al ver mi reloj, era hora de marcharnos a la casa de Camilo, la tomé suavemente de la mano, no quería asustarla más de lo que estaba.
_ vamonos_ ella me miró con miedo, pero me siguió.
Todo el camino el silencio se instaló con nosotros en el auto, la casa de Camilo, había sido construida en un acantilado de ahí se podía ver el mar, tenía bonitos recuerdos de esa casa que deje de visitar cuando desapareció Inés. Ella miró la casa y su expresión cambió.
_ ¿pasa algo?_ ella me miró.
_ sentí una extraña sensación cuando vi la casa.
_ tal vez te ayudé a recordar volviendo a la casa donde naciste.
Ella no dijo nada sólo calló.
La casa estaba iluminada, abri y antes que entraramos miré a los guardaespaldas que asintieron, todo estaba bien.
La tomé de la mano y la guíe a la segunda planta, Inés estaba tensa como las cuerdas de un violín, la recámara principal olía a rosas frescas, obra de mamá. Seguí hasta el ventanal y corrí las cortinas, Inés se quedó quieta mirando hacia afuera, el farol aún se encendía. Me situé detrás de ella y la abracé por la cintura haciendo que apoyará su cabeza en mi pecho.
_ puedes estar tranquila Inés, no te tocaré hasta que te sientas lista, se que no confías en mi y yo no he hecho nada para ganarme tu confianza pero te doy mi palabra que no te tocaré hasta que estés lista_ ella se giró y me miró con gratitud pero luego su mirada se oscureció.
_ mientras me esperas, no se te ocurra buscar a tu amante Eifeil. ..Efel como se llamé, no juego Graco y si me entero que tú. .._ la callé con un beso, me daba esperanza que fuera posesiva conmigo, pasó sus brazos por mi cuello,pegó su cuerpo al mio, debía controlarme Inés no deseaba que yo viera su cuerpo.
Me separé a duras penas, ella protestó pero quería hacerle el amor con todo su consentimiento, no a medias.
Saqué de mi sacó la cajita y se la di, ella la tomó y la abrió, sacó aquel broche para el pelo hecho de diamantes especialmente para ella.
_ es un... cangrejo_ sostuvo aquella pieza entre sus dedos, levantó la mirada _ cuando nos conocimos derrame sopa de cangrejo en ti.
Sonreí y tomé su rostro.
_ fui arrogante contigo Inés, no pensé que necesitabas el trabajo_ acaricié su mejilla_ no te lo dije pero te pido que me perdones por haber sido un bruto contigo_ Inés me miró asombrada.
_ me alegra haberme casado con Graco, honestamente no quiero a Darío_ sonreí y la estreche entre mis brazos_ te perdonó Graco por como fuieste cuando nos conocimos.
_ ve a ducharte, es hora de dormir_ ella me miró sonriendo, estaba relajada, se sentía más cómoda al saber que le daría tiempo.
Seguí mirando hacia el faro, debía proteger a Inés, cuando Alexander sintió aquella corazonada, Camilo se lo tomó en broma y estaba muerto, no me tomaría a la ligera la corazonada de Alexander, en la mente de Anker yo le había arrebatado a su esposa no quería aceptar que Effie se había marchado de su lado por su brutalidad.
_ puedes ducharte_ asentí y con el ceño fruncido me dirigí al cuarto de baño.
Cuando regrese de ducharme, Inés ya estaba dormida, me acosté en la cómoda cama y la atraje hacia mi pecho, ella se acomodó y pasó una pierna sobre las mías, sonreí porque me parecía que iba a tener una noche muy descansada.
Besé su cabeza y ahí en la oscuridad le volví a hacer otra promesa:" la protegería con mi propia vida".
Editado: 18.05.2018