Sabor Vainilla.✓

2.—Chantaje.

Literatura es mi clase favorita en todo el horario de este año.

Aunque la profesora Smith es dura con nosotros trato de esforzarme lo más que pueda y quedar como la primera.

Pero esta vez estoy mirando mi cuaderno después de clases, en el se refleja un gigante ocho justo en la página donde he escrito una reseña de un libro contemporáneo.

No es una mala nota, pero tampoco es mi favorita. Cuando se trata de esta materia siempre quiero ser la mejor.

Tengo un sueño gigante que no va a ser fácil cumplirlo, pero sé que sí se puede y eso depende esta materia.

—Lía Cooper.

Levanto mi vista para encontrarme en la puerta del salón a uno de los chicos que hace que crezcan nudos en mi estómago.

—Patrick O'Brian-Coox.

Cuando hablamos de este chico todos se pueden imaginar al típico jugador de fútbol, el sueño de cualquier mujer, ojos azules y sonrisa encantadora.

Patrick fue tallado a mano por los mismos dioses del Olimpo.

Pero, él es el mejor amigo de mi hermano y sé perfectamente lo arrogante y odioso que puede llegar a  ser.

Hace un tiempo me gustó mucho, pero luego me di cuenta que solo perdía el tiempo.

—Buenas tardes.—sonríe.

—¿Qué quieres, O'Brien?—cierro el cuaderno para meterlo en la mochila.

—Un favor tuyo.—entra al salón vacío para acercarse a mi mesa.

Tiene el uniforme de la escuela que consiste en una camisa blanca con un blazer, corbata y pantalones azúl arreglado e impecable.

Exactamente igual que yo, la diferencia que llevo falda en vez de pantalones.

—¿Crees que tengo tiempo para estar haciendo favores?—termino de meter todo y dejo solo un libro para mi casillero.

—Solo quiero que me ayudes un poco a estudiar y subir mis notas.—suelta de repente.

Lo miro incrédula mientras me levanto.

—Ni un milagro te ayudará.

—Vamos, Lía, tampoco soy tan malo, sólo necesito aumentarlas un poco más para seguir en el equipo. Además las necesito para la universidad.

—Pídele a Nina que te ayude —tomo el bolso—Ella es la primera de nuestra generación.

—¿Y crees que Nina Yang va a querer ayudarme? —suelta una carcajada —A esa chica la he molestado mucho. Y tú eres la segunda, eres mi única opción.

Intento caminar hasta la puerta pero el pelinegro me lo impide.

—¿Qué te hace pensar que yo sí te voy ayudar?

Me cruzo de brazos con el libro en una mano.

—¿Por mi amistad con tu hermano?—me da una sonrisa inocente.

Me quedo observando su lindo rostro, pongo mis ojos en blancos. No estoy para estar haciendo favores y menos de este tipo.

—No—digo rotundamente

—No quería hacer esto.—suspira mientras mete una mano en el bolsillo delantero del pantalón—Pero no me dejas de otra, Cooper.

—¿De que hablas?

—¿Recuerdas la fiesta que hice en mi casa hace como un mes para navidad?—Empieza a buscar algo en su celular. Yo no contesto, estaba tan borracha que no recuerdo mucho.—En mi casa hay cámaras de seguridad en todas partes, hasta en los baños.

Coloca la pantalla del teléfono frente a mí y apenas veo el vídeo los recuerdos de esa noche llegan a mi memoria.

Dylan Hudson, compañero de equipo de Liam y Patrick, un moreno bastante guapo y novio de una chica un año menor a nosotros.

El vídeo muestra desde una parte alta como él y yo tenemos sexo en el baño de la casa de Patrick.

Mis manos empiezan a temblar de la rabia y mis orejas se tornan calientes.

Este pedazo de imbécil.

—No te atreverías —le hablo bajo.

—Yo sé que tú no quieres que toda la escuela se entere de esto.—me habla en el mismo tono.

—Eres un idiota.—la rabia que siento es demasiado para mi cuerpo.

—O que esto lo vea Liam.—sonríe.

Dentro de mí crece odio por sus ojos azules.

—Déjame en paz—lo miro.—Para nadie es un secreto que yo soy promiscua.

Trato de alejarme.

—Pero para la universidad de Harvard sí, y yo creo que ellos tienen internet. ¿Sabes lo mucho que le puede afectar a una persona que un vídeo íntimo se filtre?

Sonríe triunfante porque sabe que ha dado en el punto.

Respiro profundo para evitar asesinarlo, intento drenar un poco mi rabia pero se me esta haciendo difícil. Los latidos de mi corazón los escucho en los oídos lo que hace que no me concentre en más nada que mi molestia.

No conozco a Patrick como un chico malicioso, pero sé que él es capaz de subir ese vídeo a internet. Sé que se encargaría en persona que llegara a todos los rincones del país si es lo que quiere, teniendo en cuenta que su padre es famoso y eso hace que él tenga miles de seguidores en redes sociales, no se le hará difícil volver eso viral.

Y yo no puedo permitir que mi vida privada intervenga en lo que quiero ser. Tiene razón, en un futuro, por querer ser una figura pública esto podría trancar la carrera que deseo.

—Después de clases no puedo porque entreno.— le hablo con rabia.

—Yo también entreno a esas horas.—Su sonrisa es amplia. Lo que hace querer darle un puñetazo.— Después de las seis de la tarde en mi casa.

Se voltea para salir del salón.

—Vives a las afueras de la ciudad, Patrick. Eso es muy tarde.—le reclamo.

—Tú tienes auto—se encoge de hombros para desaparecer de mi vista.

—¡Idiota!

Tiro el libro que tengo en la mano, el cual da en la pared y cae al piso.

Respiro profundo porque molestarme de esta forma ya no sirve de nada.

Tomo el libro del piso de mala gana para salir, guardarlo en mi casillero y caminar hasta el comedor.

Para cuando llego al lugar de almuerzo mi rabia no es tan intensa, pero sigue presente.

—Hola, Cooper—me habla una de las chicas del equipo cuando paso por su mesa.

—Hola, chicas. —sonrío, pero mi intención no es quedarme.

Aunque muchas veces almuerzo con ellas, ninguna es tan cercana como para desahogarme con respecto a lo que acaba de pasar.




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