Sabor Vainilla.✓

10.–Distancia sin kilómetros.

Lía.

El jueves por la noche salgo de la ducha como nueva para por fin ponerme hacer mis tareas.

Tomo asiento en mi escritorio que está en medio de una pared repleta de libros y prendo el ordenador.

Mi corazón empieza a latir con fuerza y mis manos a sudar cuando leo el correo que me acaba de llegar de Harvard confirmando mi cita para la entrevista el diecinueve del mes de febrero.

Menos de un mes.

Tengo tan sólo unas semanas para prepararme en algo que tal vez será lo que marcará mi futuro.

Quiero salir corriendo de mi habitación para anunciarle las buenas noticias a mi familia. Este es uno de mis sueños y ellos tienen que saberlo.

Pero el sonido de mi celular me detiene.

Camino hasta la cama donde está mi celular para saber que es Patrick quien llama.

—Patrick—contesto entusiasmada.

—¿Estas libre?—contesta con vos ronca.

—Hoy no nos toca estudiar.

—Lo sé, sólo... Necesito... Preguntarte algo.

Arrugo mis cejas extrañada.

Conozco a este chico desde hace tanto tiempo y él es todo lo que se puedan imaginar, menos inseguro.

—¿Sucede algo?—pregunto saliendo de la habitación.

—Estoy frente a tu casa.

No me lo ha pedido, pero me coloco el abrigo para poder salir.

—Mamá, papá —entro a la sala de estar donde están mis padres viendo televisión. —¿Puedo salir un momento?

—¿A dónde? ¿Con quién? —pregunta mi padre.

—Con Patrick—levanto un pulgar por mi hombro señalando a mis espladas—Tiene una duda sobre una asignatura.

—No llegues tarde.—Contesta Marian con severidad—Y no salgas de la ciudad.

Cuando salgo al jardín delantero observo a Patrick con un abrigo negro, caminando de un lado al otro de su auto.

—Entra, por favor. —señala el coche y va hasta el lado del piloto.

—¿Que pasa?—pregunto colocándome el cinturón de seguridad.

Está tan extraño.

—Por favor, Lía —empieza hablar luego que estamos en la carretera a toda velocidad—Por lo que más quieras en el universo necesito que guardes un secreto.

—Yo no soy cura.—lo miro.

Pero sus cejas arrugadas junto con la línea recta de los labios me dan mala espina.

El semblante del chico siempre es relajado y ahora no lo está.

A los minutos llegamos a uno de los Hoteles Müller lo cual no me sorprende ya que son los negocios de su familia materna.

Lo que sí me deja anonadada es lo que veo cuando entro a una de la  habitaciones.

—¿Estará respirando?—me pregunta en un susurro.

¿Saben esas ocasiones cuando pasa algo y quedan tan sorprendidas que no pueden ni hablar?

Bueno, así estoy ahora.

En la cama está una morena de segundo año, creo que su nombre es Ahome, está tendida y tapada con las sábanas completamente inconsciente.

—¿Que mierda has hecho, O'Brien?—le hablo bajo tratando de mantener la calma. —¡Yo no quiero ser cómplice de un asesinato!.—no funciona porque exploto.—¿¡Eres loco!? 

—¿Asesinato?—Patrick me mira.—¡No! Estábamos teniendo sexo y de repente se desmayó.

Me mira mientras señala la cama.

—¿¡Por qué no la llevas a un jodido hospital!?—le grito.

—¿¡Que le voy a decir a un médico sobre una chica de diecisiete años estando en un hotel conmigo!?—me grita de vuelta.

—¿Y que quieres que yo haga?

La rabia se mezcla con la sorpresa y una pizca de decepción. Pero lo que más tengo es duda de saber si mi enojo es porque interrumpió mi buen momento por esto, o por saber que estaba teniendo relaciones con otra chica.

—No lo sé. La única amiga mujer que tengo, no me contesta el maldito teléfono y  está a cientos de kilómetros, así que pensé en ti. Eres a la segunda chica a quien le tengo suficiente confianza para esto —me habla caminando de un lado a otro —Tu debes saber que hacer—Se para del otro lado de la cama y me señala—Eres una chica y sé que este comentario suena muy machista, pero estoy desesperado.

—Yo no me ando desmayando cada vez que tengo sexo.—le hablo con sarcasmo.

—Por favor, Lía, ayudame.

Sus hermosos ojos azules me miran suplicantes, es una mirada poco común en este chico y eso causa tantas cosas dentro de mí.

No soy una persona de hacer favores o ayudar, no soy la madre Teresa de Calcuta ni pretendo serlo, simplemente no sirvo para estas cosas.

Pero, Patrick siempre ha tenido un pequeño poder sobre mí, aunque él no lo sepa, yo sí lo sé y eso es suficiente.

—Me debes una gigante, O'Brien.—le comento entre dientes.

Comienzo buscando las pertenencias de Ahome mientras que Patrick sale de la habitación.

¿Será normal que lleve tanto tiempo inconsciente?

—¿Lía Cooper?—la chica despierta cuando le estoy colocando una camisa.

Ahora ella va a creer que yo soy buena.

—Por fin, para lo delgada que eres pesas muchísimo —me levanto de la cama—Levantate te llevaré al hospital.

Ahome recorre la habitación con su vista, cuando llega a su atuendo mal puesto y levanta la mirada a mí pareciera como si la vergüenza la comiera viva.

—No puede ser—susurra mientras se cubre el rostro —¿Donde esta Patrick?

—En el pasillo esperando por nosotras.—me cruzo de brazos en el momento que la chica empieza a sollozar. 

Siento algo del pena por ella.

»—Escucha—prosigo— Sé que tienes mucha vergüenza y te comprendo como mujer, vas a estar con el chico que te gusta y sucede esto, pero, el momento no te define. Preocupate más por saber si es algo malo con tu salud, y dale gracias al cielo que ha sucedido para saberlo, y dale más gracias que fue con con chico como O'Brien,  él es tan caballeroso que de su boca no va a salir una sola palabra.

La sorpresa de la chica es clara.

Yo trato de ocultar la mía por todo lo que acaba de salir de mi boca.

»—Por mi tampoco te preocupes porque me importa tan poco que no diré nada—le vuelvo hablar—Ahora vamos, necesito llevarte al hospital para que O'Brien-Coox se quede tranquilo.




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