Sabor Vainilla.✓

28.–Entre tormentas y caricias.

Patrick.

Observo a Lía mientras habla con una chica pelirroja que lo único que hizo todo el rato que estuvo la castaña en la oficina de la directora fue escuchar a través de la puerta.

Están diciéndose unas palabras mientras yo solo observo, pero Lía se ve tan pálida y frágil que me veo obligado a interrumpir.

—Ya es hora de que nos vayamos, Lía.

La tomo por la mano para sacarla del lugar, desde que llegó aquí solo ha estado bajo tensión y nerviosismo.

No soporto más verla así, tengo que sacarla de aquí lo más rápido que pueda.

Cuando estamos en el taxi camino a la casa de sus padres mi celular suena, es Liam.

La castaña está muy seria y callada mirando las calles de la ciudad a través de la ventana del taxi.

—¿Aló?—contesto.

—¿Cómo está todo?—pregunta mi amigo del otro lado de la línea—Lía no contesta el celular.

—Acabamos de salir del orfanato.—le contesto.

La chica me mira con las cejas arrugadas. Le hago señas de qué es Liam.

—¿Ella como está?

—Esta... Muy callada.

—¿No sabes lo que le dijeron?

—No, aún no.

—Por favor, Patrick, cualquier cosa llámame.—suplica Liam

—Tranquilo, te estaré avisando—digo antes de colgar.

Cuando llegamos a casa ella va directo a su habitación.

¿Que le habrán dicho?

No sé qué hacer ni como animarla ¿Le cocino algo?

Me llega un mensaje de Liam con un artículo que anuncia una tormenta de nieve para esta noche.

Lo que faltaba.

Estoy bastante preocupado.

Me doy un baño de agua caliente, lavo mi cabello y me coloco ropa cómoda para estar en casa luego de revisar todas las despensas y confirmar que tenemos comida por si de verdad hay una tormenta de nieve.

Camino hasta la habitación de Lía y esta tiene la puerta abierta.

—Estaba viendo que posiblemente haya una tormenta de nieve.—me dice la castaña sentada en su cama.

—Asi leí—me limito a contestar.

Ella también se ha cambiado y ha recogido su cabello en una cola de caballo alta. Tiene los ojos rojos, pero no sé si por el frío o porque está aguantando las ganas de llorar.

—Gracias por lo de hoy—susurra.

—Te dije que quería estar contigo.—camino hasta su cama.—Y si de verdad quiero que seas mi novia, te apoyaré en todo.—me siento en la orilla de la cama mientras le acaricio la mejilla.—No sé lo que te han dicho, pero recuerda que tu verdadera familia está en Nueva York esperándote y te aman.

Ella es tan bonita que tocarla muchas veces parece un sueño.

Mi corazón empieza a latir fuerte, se acelera de tal forma que parece inhumano. El simple roce de una caricia hace que se sienta genial.

Lía hace una mueca para quejarse y acostarse boca arriba en la cama.

»—¿Que sucede?—la preocupación crece dentro de mi.—¿Te sientes mal?

Ella niega con la cabeza, cierra sus ojos y vuelve hacer una mueca

—Se me adelantó el período por un día y me bajó.—contesta en voz baja, cómo si hablar también le doliera.

Me calmo, es solo su periodo, supongo que no es nada grave.

O eso creo hasta una hora después que Lía está acurrucada en su cama completamente pálida y quejándose del dolor de útero y espalda baja.

Y yo no sé que mierda hacer.

La tormenta de nieve comenzó hace cuarenta minutos, está azotando con mucho viento y granizo, es casi imposible salir ni para la esquina.

No puedo ir a comprarle algún calmante y tampoco hay en la casa, lleva tanto desocupada que no hay un botiquín.

—Si sabías que te vendría el periodo ¿Por qué no te preparaste antes?—le reclamo a la chica.

Sé que se siente mal y le duele mucho, pero los nervios no dejan que actúe de otra forma.

—Primero, no me grites—me habla con firmeza. No le estoy gritando—Segundo, se me adelantó. Tercero, es muy raro que me den estos dolores. Y cuarto, ¿Que me iba a imaginar que no iba a poder salir a una farmacia por culpa de una tormenta? Ay.

Se acurruca aún más en su costado.

¿Que hago? ¿Qué puedo hacer para que se sienta mejor?

Pero como si la vida quisiera darme una respuesta inmediata de que no tengo ni puta idea de que hacer se va la luz.

—¡Ay no puede ser real!—exclamo.

No me sorprende que se vaya la luz, siempre que hay una tormenta de nieve la luz puede fallar por algunos minutos o pocas horas.

¿Pero por qué ahora? No podía fallar mañana o cuando Lía se sintiera mejor.

—No grites, Patrick.—Lía me habla.

No, no puedo quedarme aquí sin hacer nada.

Consigo mi celular en medio de la penumbra para prender la linterna y caminar hasta la cocina. Marco el número de Ellen mientras lo coloco en alta voz.

—¿Aló?—contesta la chica.

Ahora está más animada, mis tíos fueron bastante comprensivo con ella cuando le dijimos que quería dejar la universidad, solo le pusieron como condición que trabaje.

—Lía tiene su periodo, está retorciéndose de dolor y no puedo salir a comprar analgésico porque hay una tormenta de nieve ¿Que puedo hacer para que se sienta mejor?

Escucho la risa de Ellen del otro lado de la línea.

—Quien iba a creer que estarías así de loco por esa chica.

—¡Ellen!

—Okey, okey. Preparale un té de manzanilla —mientras ella habla yo busco por los estantes.

—¿Y si no hay té?—pregunto.

Sigo buscando algo que parezca un té.

—Hierve agua y métela en una botella o dos bolsas, cuando lo sientas tibia que se lo coloque en el vientre.—escucho con atención lo que me dice mi prima.—Y que esté siempre calientita, eso ayuda.

—Gracias.—contesto rápido para colgar y colocar el agua en una ollita.

Camino hasta la habitación, saco algunas mantas del closet y se las coloco a Lía, ella no dice nada, solo deja que yo la arrope. Busco algunas bolsas de plástico, las coloco doble y espero un momento que el agua este lo suficientemente tibia.

Echo el agua en las bolsas y las amarro lo suficientemente fuerte mientras me aseguro que no está tan caliente.




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