Sabor Vainilla.✓

38.–Volverlo a intentar.

Patrick.

Respiro profundo para tratar de concentrarme en lo que dice Ellen, pero no puedo.

Hace un rato que ha estado Lía en mi habitación y me dejó muy confundido.

¿Se me confesó? No entiendo mucho la situación, aunque para ser sincero, no la entiendo a ella.

Una noche me dice que ya no quiere nada conmigo y ahora como arte de magia, cómo si alguien hubiese cambiando su corazón en un día, se planta frente a mí y me dice que yo le gusto. Bueno, aunque técnicamente hablando no me dijo que le gustara.

—¿Me estás escuchando, Patrick?—pregunta mi prima quién está sentada en una silla de metal a mí lado derecho.

—No creo que este escuchando a nadie.—comenta Alana desde el sofá que está debajo de una ventana.

—¿Tú y tu novia volvieron a pelear?—pregunta mi madre quién está parada a mí lado.

—Lía no es mi novia, mamá.—le contesto con la voz baja.

—Si la hubieras visto anoche cuando se presentó aquí en el hospital creerías lo mismo.—papá me habla por primera vez desde un costado de mi hermana.

¿Lía está en el hospital desde anoche? No parecía.

En cualquier caso si vino anoche es porque por obvias razones Liam se había enterado, pero ella no tenía porque venir.

Suspiro de nuevo, pero esta vez más pesadamente, mientras pongo mi cabeza atrás. El techo blanco de repente es interesante.

—Es complicado.—digo al fin.

—¿Es complicado o tú eres un idiota?—Ellen me reta.

—¿Cómo así?—pregunta mi madre.

—Nada.—la miro para luego darle una mirada significativa a Ellen.

—El idiota este la chantajeó con un vídeo de ella en un momento...—se queda por un momento en silencio tratando de buscar la palabra adecuada.—Intimo.—finaliza.

Yo resoplo.

—¿Cómo?—mi madre me mira con los ojos bien abiertos.—¡Patrick O'Brien-Coox Müller! ¿¡Tú estás consciente que sus padres son los mejores abogados de esta ciudad y que te pudo demandar!?

Mi madre alza su mano para golpearme en el hombro.  Ella es bajita y delgada, sus manotasos no duelen tanto o por lo menos si estuviese en otra situación aquella acción no me hubiese ni molestado, pero ahora me ha dolido mucho.

—Auch, mamá.—hago un puchero.

—¡Mamá, nada! ¡Así no se trata a una chica! ¿En que estabas pensando? ¡Así no se trata a nadie, Patrick! Eso estuvo mal, muy muy mal.

«Yo lo sé y me arrepiento cada día.»

Las carcajadas de papá nos distraen, lo miro y su risa hace que yo también sonría.

—Eres un tonto, hijo, de verdad.—me dice Alan entre risa.—Debes agradecerle en el caso que te siga hablando.

No sé si me está regañando o reprochando.

—No te rías, Alan, esto es serio—le reclama mi madre.

—Y yo que pensé que había sido un idiota con tu madre.—su sonrisa es bastante contagiosa.

—Si no hubieses sido un idiota con mamá, yo no estaría aquí.—comento recordando a la perfección la historia de ellos.

De repente la puerta de la habitación se abre y observo que entra Lía jadeando, su rostro se ve bastante tranquilo y hermoso como siempre.

Me mira a los ojos y siento una especie de electricidad que recorre toda mi columna.

No pensé que regresara tan pronto, la vi tan contrariada cuando salió de la habitación hace un rato, creí que se había ido a su casa.

Sin mediar palabras con nadie, se acerca hasta la cama donde estoy para tomarme por el rostro y plantar sus labios junto a los míos.

Tardo un poco en comprender lo que está pasando, pero llevo mi mano libre hasta su nuca para besarla mejor.

Ella es un tipo de relajante para mí, pero cuando la beso pareciera que ese relajante hiciera efecto inmediatamente.

Separa sus labios de los míos pero se queda bastante cerca mirándome a los ojos.

Lleva decisión en ellos, pero no logro entender de qué.

Alguien se aclara la garganta.

Lía abre sus ojos de par en par y empieza a sonrojarse de inmediato. Es tan difícil que la chica se sonroje que estoy seguro tiene bastante vergüenza.

—Tengo hambre—observo a Ellen levantándose de la silla para caminar hasta la puerta.

—Sí, yo te acompaño.—le dice mi hermana siguiéndola.

Miro a mamá quién me da una miradita diciendo; Lo que estábamos hablando no se ha acabado.

Luego a papá quién tiene una sonrisa en el rostro.

Ambos se juntan en la puerta, Alan abraza a mamá por encima de los hombros y le dice algo al oído para acto seguido darle un beso en la cabeza y desaparecer de mi vista.

—Que vergüenza—dice finalmente Lía, quien se aleja con lentitud.

—Le caes bien a todos.—es lo único que puedo decirle.

O por lo menos es lo único en lo que puedo pensar.

Se crea un silencio algo tenso en la habitación y yo aparto la mirada a la ventana que está a sus espaldas.

Sí hace un rato estaba confundido ahora ya no sé ni qué pensar, con Lía todo siempre tiene que ser con cuidado, y tengo miedo de que si digo algo ella vuelva a irse.

—Yo...—susupira y me mira.—Yo quería decirte que lo siento. Lo que dije aquella noche no era exactamente lo que estaba sintiendo.

Me quedo en silencio observando sus ojos, su rostro, sus expresiones, tratando de entender algo, quiero ver si es una broma o no.

—No entiendo —digo finalmente.

Ella corta la distancia entre nosotros para sentarse en la cama y mirarme.

—Tengo muchos miedos, Patrick. Y uno de ellos es a el abandono.— inahla y exhala con dificultad.—Se supone que la persona que debía cuidarme y amarme por naturaleza me abandonó.— sé perfectamente que está hablando de su madre biológica. Llevo mi mano libre hasta las suyas para tomarlas.

»—En el lugar donde debían cuidarme me abandonaron también dejando que me agrediera y eso me causó muchos traumas y miedos, fue una época bastante dura para mí. Destruyeron la poca personalidad que tenía, me arrebataron la integridad y me maltrataron de varias formas.




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