Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Parte 1: Dilciet. Capítulo 1: Amber Klyru

En Dilciet en el bosque de Lirek, Amber era un niño que nació sin padres ya que su padre murió temprano y su madre en su parto, según el sabio Ferehan el niño traerá mala suerte al pueblo dilcitiense, él mando al niño por la profecía lejos de todo, al bosque de los Ziarz y destrerrarle.

El fue desterrado con otros niños al bosque, donde los Ziarz envenenaron a muchos de esos niños y volatilizaron su sangre. Amber siempre estaba solo y a pesar de no conocer sus poderes, los Ziarz no le atacaban ya que jugaba con ellos para que le hicieran volar.

Los de los pueblos del bosque de Lirek se despreocuparon de ellos dejándoles solos a sobrevivir sin ningún adulto, muchos de ellos se volvieron salvajes como animales aunque no resistieron más de cinco años solos porque no sabían la peligrosidad de algunos sitios como el bosque de los Ershiahs donde murieron de formas muy violentas.

Quedaron en el bosque de los Ziarzs ya muy pocos chicos, entre ellos, Amber que comprendió que podía manipular a los Ziarzs.

Los nombre de los niños lo tenían escrito en una hoja de un árbol que si se desecaba se volvía tan dura como la roca. Así es como Amber Klyru y los demás niños conocían su nombre, aunque no sabían hablar y tenían que aprender a comunicarse de alguna manera.

Años después con 13 años, Klyru vio a unos dilcitienses junto con una niña llamada Lir cuyo poder basaba en paralizar a gente que miraba a los ojos, así que normalmente ella iba con los ojos cerrados cuando estaba con los demás niños cazando. Ella solo abría los ojos cuando estaba sola por si acaso, y es a la que más dejaban sola de todo el grupo.

—Sí, he oído que el escudo está flanqueando por el Sur, no sé quién estará atacando, pero Plent está preocupado. Acaba de comentar que hay que revisar si son los de Vilcoof pidiéndonos otra vez que nos unamos a sus fuerzas —comentó uno de ellos con el cabello castaño.

—Ya lo sé. Pero, lo que no sé es porque Plent tiene que estar yendo con los años que tiene. Ya sé que es su escudo, pero es peligroso para él y para los que tienen que ir detrás como niñeras de un viejo quejica —rabió el otro—. Aunque espero que no sean los vilcoofrianos otra vez, ya les dijimos que no vamos a meternos en guerras de nadie, vivimos de forma pacífica.

Les siguieron hasta cerca del mar donde se encontraba el mar, parecía que en esa parte no había nada.

—No veo aquí ningún vilcoofriano por las playas ni acantilados de alrededor, ¿Tú ves algo?

—Nada, solo quiero irme porque si no van venir los Ziarzs y no quiero morir, que tengo que coger setas para ir a comer.

—Bueno, pues podemos ir a buscar mientras por aquí frutas y frutos que habrá alguno.

Los dos hombres se pusieron a coger todo fruto, hongo y posible comida para alimentarse un poco en el camino o en su campamento. Lo metieron en una bolsa. Los niños miraron atentamente como se movían y mandaron a Lir a que paralizase a ambos para tener comida sin tener que recogerla. Ella saltó del árbol y se puso en unos arbustos dispuesta a robar y hurtar la comida de los dos que andaban buscando a quién acechaba el escudo de Dilciet.

Se ha de añadir, que estos niños desconocen la existencia de este escudo, pero eso irrelevante, por el momento, se puso a salir del arbusto donde se enfrentó hacia ellos con valía y les miró a los ojos, estos se paralizaron al ver a Lir y les cogió la bolsa, ellos la veían, pero no podían ni inmutarse a hacer algo, ni siquiera a vocalizar.

Luego, ella se metió por el bosque de los Ziarzs mientras ellos seguían mirando. Los niños se pusieron a comer lo suficiente cerca como para que les vieran que se comían lo que habían recolectado para burlarse de ellos de forma jocosa.

Se oyeron a la distancia unos pasos lentos, pero vieron a un anciano que vio a los dos hombres que estaban paralizados, los niños siguieron en donde estaban haciendo el mínimo ruido.

Allí estaba, Plent, un señor de 86 años, viejo y arrugado con un bastón les habló:

—¿Qué hacen ahí parados? Muévanse y hagan algo, malditos estúpidos. El escudo ha tintineado un poco, eso quiere decir que alguien ha podido pasar aunque sea solo un momento. ¡Encuentren a esa persona! ¡Vamos!

Estos que no se podían mover, por más que lo intentaban, no podían hacerlo. Plent que no era tonto, supo rápidamente que eso era magia dilcitiense, se movió tranquilamente como que quisiera verles de cerca, miró de reojo por detrás y vio a los niños. Suspiró, y al girar y los niños darse cuenta quisieron escapar pero se chocaron con el escudo que había formado alrededor de ellos.

Los niños gruñían y rugían como leones en una jaula. Amber se quedó quieto junto con Lir que esperaron de forma paciente. Así que, sospechó que uno de ellos podría volverles a la normalidad, metió la mano dentro del escudo y cogió a Amber y le sacó junto con Lir.

Plent inteligente les dio de comer para que se tranquilizasen y se fiasen de él un poco. Era como tratar con los lobos que hay en Narcóndez.

—¿Entendéis? —Les preguntó mientras ellos le miró Amber y agachó la cabeza Lir sin querer mantener la mirada—. Supongo que no. Vosotros sois los que abandonó el sabio a la suerte y a la muerte para enfrentar a la supervivencia básica, no habéis tocado la civilización.

—Abandono... —susurró Lir con curiosidad

—Abandonó —le respondió Amber sin saber lo que decía, pero corrigiendo el acento.

Plent les señaló a sus compañeros paralizados, y se hizo el paralizado, negó con la cabeza y puso cara de enfadado y les señaló de nuevo y Plent se levantó de nuevo con algo de cansancio y se movió un poco. Amber se movió después de él y tocó a ambos, y se pudieron mover. Luego Amber gesticuló un idioma que no entendió nada pero que se lo decía a Lir. Y luego se lo comentó a los demás que gruñían.

Estos se tranquilizaron a los que dijo Amber, Plent les sacó de su escudo y todos siguieron a Plent hasta su casa, mientras los otros iban a investigar.




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