Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Capítulo 6: Las lágrimas del maestro

Plent vio como Ferehan, Iner y muchos de ellos se acercaban hacia la casa del protector de Dilciet. En esos momentos, era antes de que Amber conociera a Joan y era de noche del día anterior.

—¿En serio pretenden que me enfrente a todos vosotros solo por un pequeño error? Ustedes mismos saben que es muy injusto, ¿No? Sobre todo ante un viejo como yo —comentó sin moverse ni un atisbo de donde estaba.

Sabía Plent que se fijarían en él y no en si había más gente a parte de él. Le querían muerto y solo tenía que incentivarlos a acercarse y responder.

—No estarías en esta situación si te hubieras fiado de Xeliok, esos niños hubieran vivido si hubieras aceptado. Han muerto por tu culpa, Plent.

—Lo dudo, les mataría de todas formas junto a mí, lo siento, pero no me creo ni una sola palabra y menos de ustedes. Ese hombre era impredecible, sí, pero sé que acabaría con todos los que he cuidado solo por diversión.

—Engáñate si quieres, igual no me fío de ti, Plent, no eres tonto; sabes lo que haces y siempre vas en contra de mis mandatos o los de mi mujer.

—Por eso —comentó Iner siguiendo la frase de su marido—. Hoy morirás, ya no te necesitamos, Plent; ni a ti ni a tus escudos. Es más, sabemos hacer escudos, tu existencia como ser humano es solo un estorbo.

Plent suspiró, sabía que iban a acabar con él, pero no iba a morir sin luchar así que se preparó para la última batalla.

Ferehan fue quién atacó a Plent y este le esquivó el puñetazo echándose hacia la derecha, no tenía tanta velocidad como Ferehan, pero aprovechó a que le diera una patada que a poco le golpea, y Plent aprovechó ese momento para golpear a Ferehan con la fuerza que podía, aunque este no se inmutó mucho.

Plent le propinó varios golpes antes de que contraatacase. Le golpeó en el torso en los brazos, y en los hombros para tirarle al suelo. Pero, Ferehan seguía en pie sin moverse.

—Has perdido fuerza, viejo imbécil.

Ferehan le golpeó en la comisura de la boca del estómago con tanta fuerza que por un segundo estaba volando, escupió sangre y cayó al suelo tosiendo aún más sangre y cubriéndose todo el cuerpo por el golpe. Su respiración andaba entrecortada y sin pensamiento de saber que podía hacer para derrotarle.

Se levantó y antes de que actuara Ferehan mientras la gente observaba la lucha de gladiadores, le puso un escudo alrededor de Ferehan. Este se quedó sorprendido, ya empezaban los poderes, y le había enjaulado. Quiso destruir el escudo pero no era suficientemente fuerte como para romper el escudo.

Quiso hacer que se olvidase de cómo hacer un escudo, pero ya no estaba mirando a Ferehan.

—Ferehan, conozco bien tus poderes, tienes que mirar a los ojos de la persona para manipular mi memoria, esa es tu debilidad, ahora me voy a seguir encargando de los demás, si es posible.

Uno de los subordinados del sabio de Lirek empezó a atacar a Plent con un cuchillo rápidamente, este pudo esquivar tres estocadas de milagro, pero las otras se tuvieron que cubrir, quedando con la mano agujereada, el brazo con una gran herida, y otra mano con una herida profunda.

Plent le empujó con la palma en la nariz, se le cayó el cuchillo, y comenzó con una tormenta de viento en la que tiró a Plent lejos chocándole contra un árbol.

Este rio de forma alocada, e hizo más viento aún. Plent se cubrió los ojos por la arena y la tierra que había en los ojos y que no veía nada, entonces, oyó como se acercaba hacia Plent y justo a tiempo se puso un escudo él mismo sin destruir el de Ferehan.

Era mucho poder junto, Plent no sabía cómo podría escapar de ahí, quizá podía ahora que tenía el escudo. Nadie podía traspasar sus escudos, y si se alejaba de la batalla hacia el bosque donde había huido Amber, quizá se salvaría. Nadie le seguiría, ya que habría que estar loco para entrar en el bosque del Ershiah.

—Un placer pelear con vosotros, pero bueno, supongo que ya he ganado tiempo suficiente —pensó en Amber que ya habría salido de todo rango posible de la gente.

Se movió con el escudo sin mirar a Ferehan a los ojos, pero sin soltar el escudo por el momento.

—No tengo pensado morir, no por hoy —comentó suficientemente lejos.

Y en ese momento al mirar hacia los demás que estaban ahí mirando la pelea no encontró a Iner entre la multitud. A Plent se le aceleró el corazón de repente y vio como el de las tormentas sonrió. Se dio la vuelta y vio que Iner estaba detrás.

—Imposible, no es posible entrar en mis escudos.

—Plent, se nota que estás viejo. Me puedo convertir en cualquier animal o ser dando igual de que tamaño sea —sonrió la mujer.

Y dicho eso, Iner con un gran cuchillo traspasó el esófago de Plent. Él tosió sangre y cayó al suelo derrotado aunque todavía vivo.

—Tener que convertirme en un insecto para matarte, hay que ser rastrero de tu parte querer huir, viejo inútil.

Le acometió una patada mientras se desangraba, el escudo de Ferehan se había destruido. Y este dio el último movimiento asestándole un cuchillo en el cuello y acabando con la vida de Plent.

El cuerpo cayó con sus escudos que se habían roto como el cristal. Iner y Ferehan miraron a Plent una vez muerto en el suelo.

—¿Qué hacemos con su cuerpo? —Preguntó Ferehan—. ¿Le enterramos?

—No pienso darle ningún entierro digno al viejo. Era un subnormal que dependíamos de él para sobrevivir, cuando podría haberse muerto mucho antes.

—Bueno, al menos le agradeceremos a que a muchos les enseñó de cómo pasar su poder a otros, parece un poder simple que pueden aprender los dilcitienses, algo es algo. Al menos contribuyó a algo útil.

—¿Su contribución? —Rió Iner—... no era más que un peso. Pero, bueno, de todo lo malo y los tontos aprendemos, supongo. Vámonos, dejemos que se pudra.

—¿Qué hacemos con el chico que no ha matado Xeliok?

—Habrá escapado al bosque de los Ershiahs, es el único camino que nadie entraría. ¿Qué poder tenía Ferehan?




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