Joan y Riet se encontraban todavía en el Ojo del Ershiah, un paradero de Dilciet que nadie se atreve a atravesar por dos razones en especial. La primera es el Zlek, un bicho que tiene uñas tan largas y afiladas que es capaz de talar árboles y devastar cosas, son omnívoros, pero les encanta la sangre. Y la segunda son los Ershiahs, animales capaces de almacenar tanta energía como para crear una «supernova» capaz de destruir soles de gran tamaño.
Nadie estaba tan loco como para querer pasar la frontera del Ojo del Ershiah, nadie era capaz de arriesgar su vida o la de otro que quisiera atrapar a Amber.
Necesitaban un plan, y rápido. Sabían que estaba Ferehan e Iner, bueno al menos Amber aunque desconocía los nombres de estos, pero sabía que se hacía llamar el sabio el señor de cuarenta y dos años. También Amber sabía el poder de ambos, porque Plent se los comentó ya que no había una buena relación entre estos.
Amber le contó la existencia del sabio como de su mujer. Este reflexionó:
—O sea, no vamos a poder salir sin vencer a ambos, construir un barco e irnos.
—Se te olvida dos cosas importantes, una el escudo que no podremos romper a no ser que sepamos quién o quiénes lo han hecho, y segundo, tienen poderes. El sabio tiene el poder de manipular la memoria, o sea, puede conocerla para saber que modificar aunque no te conozca. Y su mujer, puede convertirse en cualquier animal o persona, eso me incluye a mí o a ti, o incluso a un Ziarz.
—Vale... ¿tenemos algo a nuestro favor? Porque solo veo problemas.
—Bueno, también puedes pensar en ventajas, que habilidades tienes. Yo tengo tres, una puedo controlar cualquier ser vivo, la limitación no sé exactamente cuál es, pero incluye los Ziarz e insectos. La segunda es que puedo crear escudos como mi maestro, son bastante potentes, aunque tampoco sé cuánto, según Plent más que el suyo y era pequeño. Y tercero, al poder controlar insectos o incluso bacterias porque están vivas, pues puedo verlas.
—¿Cómo? ¿Es eso posible?
—Sí, supongo...
—Guau, estás hecho un fiera, Amber... —rió descaradamente hasta que vio que le miró mal su amigo—. Ups, perdón Riet, lo siento todavía no me acostumbro.
—Como sea, tenemos que salir, y necesito también poder confiar en ti.
—Mis habilidades son que tengo una fuerza descomunal y aumenta cuando me enfado y me pongo violento. También, tengo gran sensibilidad con el olfato, puedo percibir muy bien los distintos olores de la persona y distinguirlas por su olor, cuanto más tiempo pasa más lo sabré identificar. Cuanta más carne coma y más cruda más fuerza tendré, por lo que sé, no estoy tampoco seguro si funciona con otros alimentos, sin contar verduras que no me hacen efecto, no como a mis hermanos.
—Espera, ¿tus hermanos son vulnerables a los vegetales?
—Literalmente les puede matar, a mí no, no me hacen daño, pero tampoco me aumentan ni la fuerza, ni tampoco la disminuye.
—Curioso dato a tener en cuenta. Quizá lo que no se dan cuenta, tu familia, Joan; es que quizá eres el signo de su evolución y que puede que esté avanzando tu especie. O eso, o es una mutación.
—Sea lo que sea, me matarán si me acerco de nuevo a las montañas de Mukz*.
—Bueno, el caso es que me das una ventaja más. Poder identificar a Iner en caso de que nos separemos. Sabrás identificar mi olor, supongo.
—Espero que sí. Bueno, ¿Vamos ahora?
—¿Por qué no? Así damos una vuelta cogemos un poco de comida y vamos comiendo por el camino. No tenemos muchas cosas más que hacer, cuanto antes escapemos de Dilciet, mejor.
Riet y Joan levantaron sus piernas para caminar hacia la libertad. Sus pasos eran firmes y decididos para luchar, para salir de ahí. No había otra manera, ya que si se quedaban para siempre en el Ojo del Ershiah, sería como no hacer nada. Tenían que moverse, y rápido, tenían que descubrir quién o quiénes habían hecho el escudo como para escapar de Dilciet, necesitaban un barco y comida.
La comida por el momento fue fácil, solo tenían que coger setas, champiñones, otros alimentos salidos de árboles, coger un poco de madera y piedra, hacer alguna lanza improvisada con tendones de animales recién muertos. Pasaron la mañana recolectando comida y talando algunos árboles para tener para un barco.
La construcción no sería fácil por el momento, porque no sabían hacer un barco, pero sabían que tenía que flotar, y tenían un lago ahí al lado por el cual comprobar si flotaba solo y luego con sus pesos. Muchas de las veces fallaron su barco y se hundía. Otras, el barco flotaba y se montaban y resistía, pero luego se hundía. Probaron bastantes maneras.
Así pasaron dos meses probando y corrigiendo el barco perfecto mientras comían, charlaban sobre el plan y como iba funcionar, se motivaban para que el siguiente barco fuera mejor, y con cada barco que hacían, mejoraban hasta comprender la flotabilidad y su peso con respecto a ellos encima del barquito.
Ya estaba hecho, y el barco preparado, estuvieron en el barco durante la noche para dormir, y pudo resistir toda la noche. Había pasado la prueba y con ella podían salir de Dilciet.
Se movieron hacia el bosque de los Ziarz sin pasar la frontera a Lirek, podía ser que vigilaran toda la frontera a los bosques. Recordó que por allá vivía en el bosque de los colores de Lirek su maestro Plent, Riet no evitó pensar en ello y que se le cayera una pequeña lágrima.
Se secó las lágrimas rápidamente y dio un paso hacia adelante para mirar por el bosque de colores. Vio que había gente entre la frontera hacia Lirek.
—Quién sea que te quiere muerto, te quiere muy muerto, Riet —comentó Joan.
—Ya te digo, no puedo creer que dos meses después sigan acordándose que existo, si sinceramente, yo por mí me iría para no molestarles.
—Recuerda que necesitamos encontrar a la persona que ha hecho los escudos y quizá salir de aquí. Por cierto, ¿Dónde has dejado el barco? No quiero que esté muy lejos, ¿No?