Ferehan siguió mirando a Robert como escondía sus alas, y retractó un paso hacia atrás por el temor que podía hacer su fuerza, velocidad incomparable a la suya.
—¿Qué quieres Robert? ¿Por qué un nefilim como tú viene aquí a mi isla?
—¿Yo? Bueno, no tengo nada en contra suya, es más, usted no me ha hecho nada, pero tengo cuentas pendientes con un viejo conocido y necesito gente para que luche conmigo. Sé muy bien de ciertas cosas que usted ha hecho enviando durante años a niños por los bosques de Harun o el de los Ziarzs cuando usted tiene miedo del poder que tiene otro.
—Hay gente que tiene que sobrevivir, e igual lo hacía también porque no hay tanta comida ya que muchos frutos también se encuentran en los otros bosques los cuales no podemos entrar. Y sí, algunos son peligrosos para nosotros como para uno mismo.
—Excepto si le puede manipular, ¿Verdad? Usted no podía manipular a algunos y a esos enviabas a la muerte, una muerte cruel y deshonorable. ¿Quiere pagarlo como corresponde? Deme a esa gente si aún está viva y no volverán a este país.
—Prométeme que jamás volverán a este país, debe llevarle lejos de este país.
—Así que es solo uno, interesante. Me lo llevaré, Ferehan, y no volverá a pisar este país. Ahora dime donde está.
—El caso es que mi mujer los fue a buscar para capturarles hacia el bosque de los Ziarzs, hacia esos bosque más oscuros que ves hacia el Este.
Robert se giró hacia allá con sus hombres. Mientras Ferehan comentó a sus hombres de cerrar el escudo de Dilciet para que no saliera Robert, no confiaba en él por obvias razones, además que pensaba en matar a ambos o que se mataran entre ambos, quizá era la única manera de derrotar a ese chico que había dado tantos problemas.
Entre el bosque de los Ziarzs donde se oían varios sonidos de monstruos indescriptibles, los que iban con Ferehan iban con miedo a encontrarse con cualquiera de ellos, iban mirando atentos por todas partes para no ser sorprendidos, estaban en modo supervivencia, y poco a poco sus pasos iban aligerando cada vez más rápido a pesar de que no sabían a donde tenían que ir.
En cambio Ferehan también tenía miedo pero demostraba que por fuera no lo tenía, iba mostrando tranquilidad y firmeza en cada momento, por dentro de él no sabía que podrían encontrarse. Y miraba como Robert iba también tranquilo por fuera aunque no sabía cómo se encontraba por dentro o si tenía un mínimo de miedo.
En mitad del camino se encontraron con una araña de un metro de alto, era una Ereña, y aunque Ferehan pegó un pequeño brinco luego recordó que eran herbívoras y que no comían humanos. La araña enorme no paró de mirarles, y sin inmutarse Robert siguió su camino y Ferehan le siguió sin saber donde estaba dirigiéndoles los hombre de Robert que estaban mirando el entorno y el suelo como buscando huellas.
Mientras Riet y Joan que estaban volviendo a recolectar madera para otro barco que estaban construyendo, a lo lejos oyeron varios matojos moverse mientras también observaban a Iner que la habían atado en un árbol y puesto un palo con lianas para que no hablara o gritara.
Siguieron oyendo matojos moviéndose y voces a lo lejos de gente. Joan y Riet se extrañaron al oír tal situación que parte de su curiosidad les condicionaba para mirar y observar quién estaba por el bosque, lo cual era no imposible sino improbable; pero les corroía la curiosidad morbosa por ver quien estaba ahí.
Dejaron el barco a medio construir y se fueron de ahí para ir a unos árboles a observar desde arriba para tener más perspectiva. Vieron a Ferehan siguiendo a un hombre un poco más alto que él. Entonces se acercaron al barco que vieron por un momento preguntándose que eran. Riet y Joan se demoraron por escuchar lo que decían.
—¿Un barco? —preguntó Ferehan con dudas mirando a sus compañeros.
Entonces se giraron por los alrededores para observar, encontraron a Iner, que estaba maniatada. La desataron y ella se quejó ante ellos y a su marido. Contó lo sucedido y la pelea con Joan y que la habían atado. Ella sabía que habían escapado al oírles pero no sabía donde estarían ahora.
Ferehan destrozó el segundo barco de Riet y Joan a medio hacer mientras Robert miraba a todo a su alrededor, Joan y Riet no quisieron moverse de donde estaban ya que no sabían sus enemigos donde se encontraban de todos los árboles que había en el bosque de los Ziarzs.
—No deben haberse ido muy lejos, se han ido hace poco de aquí —comentó Iner mientras miraba hacia los árboles más altos y también los árboles más frondosos.
Robert con el cetro en la mano, movió una ruleta que estaba en la bola encima del cetro y tocó el suelo, cada uno de los que estaban alrededor de Robert se pararon por un tiempo, tocó a sus compañeros y se desparalizaron, miró a sus alrededores de nuevo.
—Se que estáis escuchando, salir ya antes de que se acabe el tiempo de espera.
Riet se quedó donde estaba pues no se fiaba. Robert miró el reloj y volvió a hablar:
—Faltan dos minutos y catorce segundos, mirad, soy Robert Coswell y vengo de Narcóndez, me interesa poco el problema que tengan aquí en Dilciet, pero he de cambiar el mundo antes de que un antiguo amigo que me traicionó. Él va a venir a conquistarlo y si es posible convertirlo en un reinado aún peor que como está esto sí es posible... El caso es irse, y sé que vosotros también queréis iros de aquí, tengo un barco muy grande. Luego os puedo explicar más en detalle, pero ahora mismo me necesitáis como yo a vosotros. Y no nos queda mucho tiempo.
Riet bajó hacia donde Robert con Joan mirando a sus enemigos.
—¿Por qué ir a Dilciet? —preguntó desde lejos manteniendo la distancia.
—Muchos de vosotros tenéis poderes, y sé lo magnífico que funciona la anarquía en Dilciet —dijo con sarcasmo riéndose y prosiguió—, no es algo que funcione en ningún momento, y que puedo cambiar, pero antes debemos de parar a mi amigo. Como ya he dicho, esto es más por el mundo que por Dilciet, pero necesito reclutar gente, y cuantos más seamos, mejor.