Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Capítulo 3: Batalla entre caballeros

Pasó un mes y medio, era abril, y la primavera estaba cayendo con flores y lluvias enormes. La lluvia opacaba los sonidos y los pasos de los guardias. Robert ya había recibido la carta enviada por Margareth. Robert se presentó en el castillo él acompañado por los guardias que vigilaban al hombre que vestía una túnica de colores dorados y azules celestes.

—Cuanto tiempo sin verla, mi reina, veo que sigue igual en cuanto a su poder, su forma y educación.

—Me alegro de verte, Robert Coswell —respondió Margareth que hizo que los guardias se retiraran hacia las puertas con un amán en su mano derecha— Veo que no has cambiado ni un pelo, amigo, te he traído por asunto urgente que ya te he explicado en carta, pero publico aquí en público que necesitamos de tus servicios, ya que no solo porque eres mi amigo y confío en ti, sino que privadamente debes de hacer lo que te pedí en la carta claramente. Y sé que has venido aquí por alguna razón y puedo obviar que es para cumplir la misión.

—Aunque me pille ocupado con ciertas cosas mías, he de decir que puede ser una manera de acercarme a mi objetivo de la misma manera aunque con ciertas consecuencias. Ya que no hay nadie en este reino que quieras confiar tal misterio y secreto. No puedo estar más orgulloso de saber que lo que obre ahí va a ser por un futuro mejor, y eso es lo que importa ahora mismo, en el presente que vivimos.

—Me alegra oír esas palabras sabias de tu boca, Robert —comentó Andrew levantándose—. Pero, no cometas un error, el mínimo de error podría significar perder contra Seth.

—Andrew, si he de decirte una cosa es que unos humanos como nosotros no tendríamos oportunidad en un combate cuerpo a cuerpo contra Seth ni su espada del mal. Pero, conozco a alguien que puede darnos una oportunidad, y no me creo que tengamos que recurrir a él.

—Robert, ¿A quién te refieres? ¿Sabes invocar a un dios como Osiris?

—No, yo diría que es peor que un Dios incluso, es alguien que es perseguido por la ley de Narcóndez y es muy complicado seguirle el rastro, pero huele la desesperación en la gente, y una vez lo huela o tenga una oportunidad para crear algo nefasto, ahí estará él, Ibvhan Xeliok.

—¿Xeliok? —Se levantó Margareth intranquila al oír ese nombre—. ¿Estás seguro que quieres que nos ayude? O de por sí, ¿qué nos va a ayudar?

—Dale una razón desesperada y algo que pueda ganar, y entonces él mismo se ofrecerá a hacerlo —Robert suspiró—. La idea sería crear un arma, quizá una espada capaz de poder matar a Seth, y creo que el único que pudiera crear algo loco es Xeliok.

—¿Te has dañado el cerebro o qué? Xeliok es un hombre horrible que hace experimentos con personas, niños. ¿Cómo sé que de esa manera no me manipularía la cabeza a su antojo? —preguntó Andrew.

—No puedo asegurártelo, Andrew, no lo sé. Pero, ¿Quieres ganar a Seth y que la humanidad no esté perdida por su destrucción? Tendrás que correr el mismo riesgo que yo al tener que ir a Vilcoof del Norte para ver cómo está nuestro amado Dios.

Andrew apartó la mirada de Robert, desafiante, y se alejó de él un poco sabiendo que tenía razón, y que era la única manera de desafiar a Seth, en parte tenía miedo. La lluvia hizo un silencio incómodo entre la sala que se encontraba también la mujer de Andrew. Tenía miedo de que pudiera perder la consciencia contra Xeliok y que le manejara como una marioneta, tenía miedo de que tuviera que enfrentarse a Seth y que igual con la ayuda de una espada perder la batalla. No sabía las habilidades de Seth, pero desde luego que si tenía que morir como un héroe, que fuera así, no por solo el pueblo de Vilcoof, el futuro de la humanidad, sino por su mujer, familia, e hijos. Tenía que ir a la guerra, y si tenía que morir, que así fuera.

—Robert, acepto ir a por Xeliok, si he de morir que así sea.

—Tampoco hace falta que dramatices, Andrew, la vida es cruel y se lleva a los mejores, no digo que no, pero hay que ver la vida de otra perspectiva, no se piensa en morir, jamás. Se piensa en ganar, en la victoria, en que puedes conquistar el mundo si te lo propones. Lo importante es nunca dejar que te destruyan o ver la posibilidad de perder cuando ni siquiera has empezado.

—Veo que no has cambiado ni un atisbo de tu personalidad. La pregunta, es ¿Realmente encontraré a Xeliok?

—Más bien él será quién te encuentre.

Margareth se acercó a Robert dándole la mano y una palmada en el hombro.

—Robert, ten mucho cuidado, Droken no es el peligro, sino Seth.

—Lo sé, Margareth.

Robert cogió las cosas que tenía con él, un bastón dorado que llamó la atención de Andrew pero no quiso preguntar para que era. Salió por la puerta no sin antes con un ademán de despedirse de los demás.

Por otro lado, había una batalla entre caballeros que se habían vestido para luchar entre unos y otros para ver quién en Vilcoof era el mejor guerrero. Cada guerrero vestía de un color y con una bandera distinta con el fondo del color que portaba. Eran tres luchas, la primera a caballo en busca de tirar al rival con una lanza sin matarle, la segunda era una prueba de equilibrio teniendo que pasar por una cuerda donde pueden lanzarse piedras mientras están por la cuerda, y la tercera es una lucha de espadas. Quién tenga por lo menos 2 seguidas ganadas, no hace falta la tercera.

Eran muchos que estaban por participar, hasta que quedaron los dieciséis mejores a luchar. Los primeros en luchar era uno con una armadura de color verde, con algunos toques marrones, y su contrincante era un caballero con bandera roja, y blindajes rojizos y algunos dorados. Ambos lucharon en el campo con sus lanzas hasta que cayó el de color verde. En la segunda pruebas se debutaría la prueba era de equilibrio la cuál acabó con el que vestía de rojo y todo tenía que decidirse en la tercera prueba, la lucha de espadas en la cual acabó ganando que ceñía de rojo.

La gente estaba entusiasta con los resultados cada vez que caían uno por uno, Andrew fue a ver las batallas de caballeros por ver quién ganaba y porque era el rey de Vilcoof.




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