La forja estaba preparada para meter el litistinoso para fundirlo y dar forma a la espada. Xeliok con cuidado metió en la forja arena de Narcóndez que se fundió también con el calor. Agarró un bote de cristal que parecía vacío pero se oía un zumbido como de un insecto dentro, cogió una jeringuilla que metió en otro recipiente de color azulado, y sacó aire del mismo, y cerró el pitorro de casi un milímetro de grosor donde entraba la jeringa. Lo metió dentro del bote donde parecía habitar un Ziarz. Abrió el bote poniéndolo boca abajo sobre un papel blanco que luego introdujo en el microscopio para proceder a sacar veneno del insecto con una pinzas nada conocidas y sacó una gota de lo que parecía ser la boca de este. Vertió el veneno en la forja.
Luego ofreció a Andrew a que dejara su sangre en la forja antes de meter el Fúrquer, este se rasgó la mano con un cuchillo y dejó caer la sangre encima de la espada que estaba en caliente. Xeliok asintió con que era suficiente, y se fue a su laboratorio mientras le seguía Andrew, abrió una compuerta con seguridad y cerró detrás de él. El Fúrquer se encontraba en una mesa solo, sin nada cerca.
—He estado trabajando en como acercarme a esa planta sin tocarla, y supongo que llegó la hora de ver qué sucede, y a partir de aquí no hay vuelta atrás, Andrew —procedió a pincharse algo Xeliok—. Espero que funcione, será divertido si no lo hace, reza, señor Forcel.
Xeliok se acercó a la planta lo suficiente, se notaba que estaba algo nervioso, pero parecía respirar profundo para relajar sus músculos, cogió la planta desde la raíz quitándola de la mesa, y nada sucedió hasta el momento. El cuerpo de Xeliok había cambiado, Xeliok estaba con unas manos que se había editado a litistinoso, había funcionado su experimento de editarse. Y se llevó la planta muerta a un sitio que parecía que tenía preparado. Pidió a Andrew a que abriera la puerta, éste abrió y se encontraron en un sitio con millones de cables extraños de cobre, y muchas máquinas raras, y una parte central. Xeliok metió al Fúrquer dentro del centro, encendió unos interruptores que zumbaron, calibró una especie de ruletas, y enrolló al Fúrquer de unos cables, le introdujo en una cubeta para luego cubrirle con agua y luego vertió un líquido dentro del agua, agarró una jeringuilla que estaba en una maletín y la vació en un cuchillo, y clavó el cuchillo dentro de la planta y lo dejó ahí.
—Vámonos, voy a encenderlo.
Xeliok se fue de la habitación llena de máquinas junto con Andrew, y abrió una caja en la pared con una llave que tenía en el bolsillo, dentro de la caja había muchos botones e interruptores, comprobó que estaba bien cerrada la puerta. Pulsó unos botones e interruptores, algo se encendió, miró por una especie de panel de cristal y observó cómo la planta estaba siendo electrificada en el agua con esa disolución.
Observó como después de la electrificación, la planta parecía haberse movido, mas no era imaginación era real, la planta estaba moviéndose en el agua chapoteando con sus raíces. Pero, ¿cómo podía moverse esa planta después de estar muerta? Xeliok abrió la puerta para recoger el Fúrquer con sus manos, con cuidado la cogió mientras la planta movía sus ramas y ya no tenía rigidez en su cuerpo.
Xeliok tosió por el veneno que todavía desprendía, y que incluso con las manos editadas, Xeliok se estaba mordiendo el labio en señal de dolor. Salió de la sala con el que tenía a la planta agarrada por las raíces hasta llevarla a donde estaba la espada en caliente, y rasgó a la planta con cuchillo de sierra dejando que la savia con el veneno de la misma planta ya que la savia era también venenosa en aquella planta, sacó todo lo que pudo, y lo vertió.
—Ve enfriando la espada, Andrew, y cuando vaya enfriándose, ve a golpearla en la mesa de piedra que hay en el salón para mejorar más su resistencia.
Andrew asintió e hizo lo que le pidió Xeliok. Enfrió la espada haciendo que pasara de su temperatura de fusión a quedar sólido el metal, hasta al final tener color metálico completo y pasar de estar ardiendo a estar a temperatura ambiente con el tiempo, Andrew golpeó la espada en la mesa de piedra para mejorar su resistencia, afiló sus dos filos por cada lado, él no sintió ningún dolor al tocarla, parecía totalmente normal por como la tocaba, parecía que el experimento había funcionado. Andrew después de haber martillado la espada vio que Xeliok se estaba inyectando otra cosa en el cuerpo. Andrew decidió acercarse:
—¿No te funcionó el primer pinchazo? —rio burlándose del doctor
—No mucho, mi cuerpo no dudo que pudiera morir, así que alegra esa cara, quizá deba buscar una forma de solucionarlo, de eso no lo dudes, no te vas poder librar de mí tan fácilmente, rey de Vilcoof.
—Bueno, el experimento funcionó, así que has acertado con lo que querías realizar, ahora podré destrozar y matar a Seth. Supongo que igual por mucho asesino y psicópata que seas, te debo esta espada, tendré que probarla con el cuerpo del dios del mal.
—Dile de mi parte que Xeliok ha realizado esa espada, si te apetece, obviamente.
Andrew asintió. La espada de Forcel estaba forjada a partir de la sangre, el veneno, un metal corrosivo, una arena mágica, todo un conjunto de muerte y destrucción que solo podía portar el rey de Vilcoof. Su misión, simple, matar a Seth y enviarle al mismo abismo infinito por querer destruir a la humanidad por el deseo de dominar la tierra. Debía pararle, y solo él ahora podía contra él y el destino que el dios del mal quería abastecer y realizar. La espada de Forcel iba a ser el fin de la vida del viejo dios que dio temor a aquellos que huyeron de él, iba a ser el filo de la justicia para aquellos que masacró y asesinó.
Andrew tuvo que irse dejando atrás un sitio de terror, un manicomio manejado por el sociópata del Doctor Xeliok, un sitio de locura y agonía lleno de textos horribles y experimentos supuestamente científicos. Andrew cogió una vaina que tenía Xeliok de Litistinoso con más metales de aleación. Debía de dejar así las cosas con Ibvhan, pues su trato era que le hiciera la espada, nada más, y el rey era un hombre de palabra y de honor; una vez con su espada, no tenía nada que hacer en contra de él ni a su favor, más bien cerrar la boca.