Andrew estaba preparado para ir a Netr, su carruaje le esperaba, y con el dinero en mano para pagar lo que corresponde hasta llegar a la capital del país. Lo que había dejado atrás era casi el abismo en persona, prefería no recordarlo, pero esperaba que lo que hubiera obtenido gracias a ese viaje no hubiera sido en vano y deseaba con fuerza que funcionara, por el bien de la humanidad.
Tenía que viajar para encontrarse con Lordcayrd, un comandante de estrategias que se encontraba en la capital con el que debía juntarse para luchar junto a él en la guerra contra el dios del mal. El comandante Lordcayrd había quedado con él en la plaza central el uno de mayo, y se encontraban a finales de abril, el 21 de abril.
Pasaron los días en un carruaje mientras comía de pueblo en pueblo y paraban para descansar los caballos. Pasaron días hasta que llego el día 30 de abril y ya se encontraba en Netr. Andrew decidió descansar por lo menos en un hotel de la capital para poder quedar con el comandante tranquilamente y no estar agotado por la gran travesía que había tenido durante 9 días en carreteras de tierra y barro.
Al día siguiente, Andrew se acercó a dónde era el centro donde se encontraba una estatua del fundador de la capital, esperó donde la estatua donde la observaba con espectacularidad. Absorto en sus pensamientos Andrew pensó sobre que iba a pasar en el poco tiempo que quedaría para la guerra que llegaba dentro de poco. Graciosamente Narcóndez iba a ayudar a Vilcoof Oeste en la derrota del dios del mal. ¿Qué iba a pasar? ¿Iban a derrotarle? ¿Iban a ser derrotados?
Todo lo decidía la guerra que iban a realizar, y en el que él y su ejército que ya estaba en camino hacia Narcóndez o ya se encontraba en él, podía observarse como su ejército ya se encontraba en la plaza de la capital mirando a su rey que estaba absorto en sus pensamientos. Después de ello, vino Lordcayrd que se acercó a Andrew con pasos lentos. Posó su mano en su hombro y Andrew despertó de su sueño translúcido.
—Hola, Lordcayrd, perdón, estaba en mis pensamientos. ¿Cómo te encuentras?
—Yo bien, pero parecías muy entretenido en lo que pensabas. ¿Qué se te pasaba por la cabeza?
—Todo sobre lo que va a suceder por lo menos ahora, siendo tú el comandante más importante de Narcóndez, y yo el rey de Vilcoof Oeste y Sur. Me cuestionaba por el enfrentamiento que vamos a tener contra un Dios, la última vez Osiris nos ayudó. Esta vez estamos solos, nada de dioses, nada nos va a ayudar.
—Tranquilo, todo está controlado. Seth será un dios muy poderoso, no podemos negarlo, no podemos hacer muchas cosas para asesinarle, pero si separamos su cuerpo por toda la faz de nuestras tierras, no volverá hasta unos siglos más, al menos con ese cuerpo. Es como morir, pero peor, es más, enterraremos el cuerpo para que nadie encuentre su cuerpo mortal de nuevo. Vagará en su eternidad enterrado en su propio tormento.
—Tengo una solución con su inmortalidad — a continuación Andrew se alejó de todos lo suficiente, sacó la espada que tenía en la vaina que había recogido de Ibvhan, la espada se reflejó con la luz del sol mientras la desvainaba—. No os acerquéis, esta espada será la que acabe con Seth y podrá enfrentarse a la espada del mal.
Dicho eso la guardó con velocidad debido a la curiosidad del ejército de querer acercarse.
—Yo solo puedo tener esta espada, ya que está fabricada para matar dioses, por tanto no se acerquen, pues podría mataros desde lejos.
El ejército se alejó lo suficiente de Andrew.
—Bueno, ya tenemos al ejército preparado.
Prepararon a los caballos, arqueros en el prado, miraron por la colina que relucía la luz por el sol que resplandecía. El ejército de Seth venía desde el Sur del valle de Metrêk y se acercaba violentamente y con rapidez y sencillez a donde se encontraba Andrew y Lordcayrd.
Estaban dispuestos a luchar y a morir por la humanidad.
Antes Seth saltó fuera de su caballo y ordenando a sus tropas a parar en seco, estaba su ejército a más de 500 metros. Seth se acercó hasta la mitad. Todos miraron a Seth dejar su espada en el suelo alzándose ante el cielo, sorprendidos nadie atacó ante tal hazaña de Seth que nadie entendió. Después de haber dejado la espada en el suelo levantada, este se sentó. Uno de los caballos de la caballería de Andrew y Lordcayrd quiso moverse para atacar.
—No se muevan —comentó Lordcayrd serio mirando como estaba sentado y al igual de sorprendido que sus compañeros—, puede que sea una trampa.
—Seguramente lo sea —respondió Andrew e hizo una pausa saliendo de su caballo—. Iré yo.
El jinete se dirigió al Dios al campo de batalla. Cada vez que pasaba un segundo, había más tensión en comenzar la batalla y la guerra.
—Hola Seth —dijo Andrew al llegar cerca de él.
Seth mantuvo los ojos cerrados y con las piernas cruzadas como si estuviera meditando. Los demás solo observaban y no escuchaban la conversación entre el jinete y el dios. El silencio movió la arena del rellano donde iban a combatir, los enemigos de Seth estaban tranquilos junto a sus caballos moviéndose lo menos posible. Seth decidió abrir los ojos.
—Buenos días, ¿le sirvo un té, señor? —se burló Andrew.
—Bien cargado, a ser posible, y que sea negro si no es molestia.
—Levanta de una vez, Seth y ve a tu puesto.
—¿No quieres pelear uno contra otro? Sin que nadie intervenga.
—Déjame no fiarme de ti...
—Haces bien —se levantó— dado que tu familia debe estar un poco muerta. ¿Te has enterado?
—¿Cómo? —preguntó sin creer lo que decía.
—Supongo que no te has enterado, las cartas llegan tarde; pero tus hijos, menos creo que uno, no sé quién y tampoco me importa están muertos bajo el nombre de Seth.
—Mientes —negó con la cabeza— ¡Mientes! Tienes que mentir.
—¿Y qué yo gano mintiéndote? Dime, ilumíname —comentó acercándose a él apuntándole con el dedo. Su cara de arrogancia con una sonrisa hacia que Andrew apretara las manos cada vez más fuerte. La tensión se volvió a notar, y el silencio hizo el resto, los verdes bosques en la pradera daban color a la escena haciendo que el frescor les llegara a ambos contrincantes.